No es sólo una visión panista, la mayoría de los analistas políticos está de acuerdo en ello; cada uno de los tres principales aspirantes a la Presidencia de México poseen ya un claro perfil producto de su pasado. Así, la forma como se han conducido, su pensamiento, sus declaraciones y desde luego, sus acciones, revelan ya una clara fotografía de quién es quién hacia la Presidencia de nuestro país. Con ello, tenemos tres opciones:
La primera es la del PRI con Roberto Madrazo, quien encarna sin lugar a dudas el regreso al pasado; a esa época en la que el presidente hacía y deshacía, al corporativismo, a la consolidación del poder... para unos cuantos, claro está; son los tiempos de la corrupción, de los negocios de Gobierno y, a la postre, de los enriquecimientos “inexplicables” de los presidentes y funcionarios de Gobiernos salientes. Todavía dicho partido exhibe algunos ejemplos vivos de ello.
La segunda está representada por el PRD y Andrés Manuel López Obrador, quien es el que empuña la bandera del populismo, de esa forma irresponsable de gobernar, ofreciendo al pueblo beneficios fugaces, a costa de empeñar su futuro y el de sus hijos, llevando a la sociedad y al país entero a abismos financieros que acaban por generar más miseria.
Dentro de los ejemplos que ilustran este estilo de Gobierno, figuran aquellos tiempos ya idos de “notables” figuras cuando se dijo que tendríamos que acostumbrarnos a “vivir en la abundancia” o cuando a fin de abatir el desempleo se imprimía más dinero, ocasionando a la postre una inflación galopante y posteriormente un preocupante y criminal incremento de la pobreza extrema.
La tercera opción es la de Felipe Calderón quien con el partido Acción Nacional, representa, en términos reales, la opción de futuro y de la consolidación del cambio.
Desde luego, no se puede negar que el Gobierno del presidente Vicente Fox se quedará corto en los objetivos que se propuso alcanzar durante su sexenio. Pero igualmente es absurdo negar los avances importantes: acabar con el presidencialismo autoritario, hacer efectiva la separación de poderes, implantar la transparencia en la gestión de Gobierno, mantener la estabilidad financiera incluyendo que los niveles de inflación y que la paridad peso-dólar no presentaran sobresaltos, con todos los grandes beneficios que ambos aspectos encierran.
Y qué decir del avance significativo en la lucha contra la pobreza extrema, a través de los programas sociales que ofrecieron beneficios concretos a muchos mexicanos sin exigirles a cambio su afiliación a un partido ni el compromiso de su voto.
Las tres opciones, con sus candidatos y sus equipos de campaña, de aquí hasta la víspera del próximo domingo dos de julio, se desvelarán por conquistar al electorado. Felipe Calderón se esforzará en presentar a los ciudadanos propuestas claras, viables y sobre todo verosímiles; esperando con ello que los mexicanos renueven su voluntad de perseverar en el cambio. Por su parte Roberto Madrazo y López Obrador se afanarán en negar lo que son.
Tres opciones para el próximo dos de julio, aunque pensándolo bien, las dos primeras no son opciones, entonces sólo tenemos una, la del PAN con Felipe Calderón que no es otra más que la del futuro y la consolidación del cambio.