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80 años de vida, 47 de dictadura... ¡Cuéntenlos! ¡Año por año, mes por mes!

Francisco José Amparán

Fidel Castro Ruz cumple hoy ochenta años. Por primera vez desde que tenemos memoria, el festejo no lo hará como Presidente del Consejo de Ministros, líder del Partido Comunista Cubano, Comandante de las Fuerzas Armadas, Secretario Ad Vitam del Sindicato de Macheteros de Matanzas y Coreógrafo Honorario del Ballet Folklórico de Camagüey (entre otros 2,874 títulos que posee). Su salud, se nos dice, le jugó una mala pasada a tan juvenil edad, y tuvo que delegar sus cargos en su hermanito Raúl, chamaco que a los 75 años va a tener que aprender a la carrera cómo se asumen las pesadas cargas del Estado. Por supuesto, el aniversario y las condiciones en que se da se prestan para echarle un vistazo a una de las anomalías políticas más curiosas del Siglo XX (y XXI): cómo una dictadura comunista se ha logrado mantener quince años después del derrumbe de la Unión Soviética. Más aún, cómo todavía hay gente (especialmente entre la izquierda cavernaria mexicana) que piensa que el Comandante sigue siendo un héroe digno de alabanza e imitación. Creo que sólo hay tres lugares en que se sigue tomando en serio a Castro: La Habana, Caracas y el Zócalo de México. De ahí en fuera, Castro es visto con la paciente benevolencia que se le dispensa a un abuelo con pasado glorioso pero hoy un demente senil inútil; a un anacronismo que resulta divertido por sus añoranzas y las desmesuras que suelta de vez en cuando por estar ya medio gaga. Hasta en Washington, según se transparenta por las declaraciones de ese extraño ejemplar prusiano de Alabama que es Condi Rice, sólo hacen-como-que la Cuba de Castro todavía les preocupa: en realidad, lo que les importa es qué va a pasar cuando éste finalmente se pire; y qué tanto va a tardar en entrar la Mobil-Exxon a perforar buscando el petróleo isleño (algo que andaban negociando cubanos y gringos en el hotel Sheraton de México cuando el escándalo, ¿se acuerdan?).

En todo caso, nos guste o no admitirlo, Castro ocupa un lugar destacadísimo en la historia política de Latinoamérica (y de los No-Alineados, movimiento que encabezó hace ya algunos años, para risa loca de quienes tienen (tenemos) sentido de las proporciones). Y ello por lo que hizo y lo que dejó de hacer.

¿Qué hizo? Primero que nada y no es moco de pavo, le jugó el dedo en la boca a todo el mundo. Engañó a tirios y troyanos (incluidos algunos de sus seguidores más cercanos) con la mano en la cintura. Uno de los grandes berrinches que hacía mi difunta madre era cuando recordaba cómo Castro se había ganado su apoyo (moral) en 1958, dejándose retratar ¡hincado y comulgando! en plena Sierra Maestra. Nunca he visto la mentada foto, que según ella había aparecido en la revista Life. Pero no dudo ni tantito que haya existido. De la misma manera que los soviéticos siempre creyeron poderlo manipular, cuando lo que hizo fue exprimirlos de la manera más desvergonzada. Como la izquierda mexicana le dedicaba alabanzas y sahumerios y a la mera hora el pragmático barbón se apareció en la toma de posesión de Salinas de Gortari (el que en teoría le robó la elección a Cárdenas y mandó matar quién sabe cuántos perredistas), dándole así el espaldarazo a un PRI al que siempre consideró manipulable? y digno de tener como amigo. Digo, no se puede sobrevivir como dictador durante casi cinco décadas sin ser un absoluto camaleón.

Otro logro de Castro fue despertar en Latinoamérica enormes expectativas de que la vía revolucionaria era factible para cambiar las lacerantes condiciones de tantos de sus habitantes. En ese sentido, mucha de la valiosa sangre derramada en los sesenta y setenta se perdió siguiendo una ilusión que él se encargó de fomentar. Cuando quedó claro que la ruta guerrillera era un callejón sin más salidas que la cárcel o la represión brutal y que el mentado Primer Territorio Liberado de América era el feudo personal de un tirano, la mayoría de la gente sensata pintó su raya. Pero Castro siguió con su retórica y algunos alienados corifeos exaltándolo. Cuando eso también se desgastó (todo por servir se acaba), volvió con la cantinela de las agresiones del imperialismo y el bloqueo yanki y las amenazas de invasión? estribillos que ya también se arranciaron de tanto usarse. Condoleeza Rice calificó esta semana de ?rocambolescos? (¡zácatelas!) los preparativos (verbales) del Gobierno cubano en prevención contra un posible desembarco de los Marines en Pinar del Río? como si fuera 1962. Lo que no quita que en esto, como en tantas cosas, tenga un aventajado (si bien no avejentado) discípulo en el demagogo tropical que despacha en Caracas.

(Ah, a propósito: si contra Cuba hay un bloqueo, habría que avisarle a los españoles, que ya compraron media isla y en ella han instalado hoteles hasta arriba de los cocoteros. O a los chinos, que proyectan invertir 500 millones de dólares en la industria petrolera cubana. O a los sindicatos franceses, que cada año mandan un par de barcos con tractores y maquinaria (aunque sin francesas, ¡bah!). O a usted, amigo lector, que si tiene el dinero y el tiempo puede viajar de Torreón a La Habana dos veces diarias seis días de la semana en menos de ocho horas. ¡Bonito bloqueo! En realidad, lo que existe es un embargo comercial norteamericano, basado en el principio de que no le compro y no le vendo a quien no me da la gana. Presión que, por supuesto, no ha servido sino para que el régimen justifique el estruendoso fracaso de la economía cubana durante todo este tiempo. Una muestra impresionante de cómo hay políticas que, pese a llevar décadas sin funcionar, siguen siendo aplicadas por mera inercia o simple idiotez. Como el embargo gringo; o como el monopolio energético en México, por ejemplo).

Castro cacarea mucho otros logros, que van de la cobertura educativa al sistema de salud pública a lo mucho que corren sus atletas cuando no están pensando en desertar a los Yankees de Nueva York. Algo hay de eso, ciertamente. Lo de la educación no me lo trago tan fácil, en vista del atraso tecnológico de la última década y media: en 1994 me tocó ver al Departamento de Computación de la Universidad de La Habana literalmente en ruinas (me refiero al edificio). El sistema de salud continúa siendo un ejemplo para los países pobres. Los éxitos de tipos sudorosos pegando brincos me parecen una medición muy cuestionable de los méritos de cualquier sistema. Lo que sí es que, por muy grandes que sean éstos en la Cuba castrista, mantener a la gente encerrada en la isla, obligando a pobres desgraciados a desafiar los tiburones del Estrecho de Florida, no es muy buena propaganda que digamos. Digo, más claro ni el agua.

Además, el que las últimas dos dictaduras comunistas (Corea del Norte es la otra) se conviertan en cotos hereditarios (de padre a hijo una, de hermano a carnalito la otra) habla muy mal de la promesa de una sociedad democrática e igualitaria. Y ahí está precisamente el principal pecado de Castro: luego de suscitar tantas esperanzas, terminó convertido en un vetusto tirano, incapaz de dejarle las riendas a nadie que no fuera de su familia? como un podrido monarca absoluto del Siglo XVIII. Habiendo prometido una Cuba democrática, se regodeó en su poder personal sin prestarle la pelota a nadie, incluso mandando fusilar a un par de sus mejores generales. Habiendo marcado rumbos importantes y potencialmente imitables para el mundo en desarrollo, se encasilló en sus dogmas y mandó al demonio un país que en 1959 tenía la clase media más numerosa de Latinoamérica. Total, que haciendo un diagnóstico después de 47 años, podemos decir que esa Revolución se momificó, se hizo esclerótica, como su líder. Y que cuando éste muera, seguirá el camino de las momias: volverse polvo o quedar como curiosidad de museo. Triste destino para lo que fuera el faro de muchas almas nobles? que se quedaron en el camino, en tanto el fósil barbón festeja hoy sus 80 primaveras. Sí, la historia no suele ser justa.

Consejo no pedido para disfrazarse de caimán barbudo: lea ?Te di la vida entera? de Zoé Valdéz, ácida novela sobre la realidad contemporánea cubana. Y vea ?Antes que anochezca? (Before Night Falls, 2000) con Javier Bardem y Johnny Depp, sobre la vida de Reinaldo Arenas, víctima paradigmática de una dictadura hipócrita y paranoica? como todas. Provecho.

Correo: anakin.amparan@yahoo.com.mx

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