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“Con todo respeto”: ¡ya chole!/Las laguneras opinan...

María Asunción del Río

Las fechas siguen cumpliéndose y todavía no sabemos oficialmente quién nos va a gobernar. Ardua tarea será y agravada por las condiciones políticas, sociales y hasta meteorológicas que privan en estos momentos en el país y que parecen augurios apocalípticos. ¿Señales del fin que se aproxima? ¿No será un anticristo disfrazado de amarillo el que circula por los campamentos del Zócalo y la más hermosa vía capitalina, anárquicamente tomados y hechos suyos para deslucirlos y sumirlos en la inactividad improductiva? Pues si no lo es, se parece, especialmente por los arranques de ira, destrucción, autoproclamación mesiánica y el gran aparato propagandístico en que se complace.

En serio, nunca creí que la obcecación, la necedad, la negación a aceptar cualquier efecto inesperado o para él indeseable y la falta de razón de López Obrador llegaran al extremo de hacerlo trastabillar y perder el rumbo como lo ha hecho. Tampoco pensé que su delirio por ser presidente se sobrepusiera a su ideal de luchar por el bien de todos, ni que culminara en la sarta de dichos y desdichos, afirmaciones y contradicciones, ofertas e incumplimientos, errores, descalabros y falsedades que día con día nos obsequia y que parecen no tener fin.

No es difícil darse cuenta de que entre AMLO y sus amigos las palabras adquieren misteriosos significados que no coinciden para nada con las que tienen para el resto de los mortales. Vocablos y expresiones como “respeto” (“dicho con todo respeto”), “paz”, “voluntad popular”, “democracia”, “mayoría”, “derechos”, “justicia”, “traición”, “robo”, “fraude”, “legalidad”, “responsabilidad” y hasta “izquierda”, en el discurso lopezobradorista asumen connotaciones cuyo sentido sólo puede entenderse desde su óptica megalómana y paranoica de la política y desde la incapacidad crónica –suya y de su grupo– para incluirse en la realidad total, la que está fuera de ese fanal que a ellos los protege y les da derecho a no respetar la Ley y a ostentar como virtudes lo que en los demás acusan de pecado.

Entre las falsedades más notorias destaca la supuesta no-violencia con la que voceros y operadores de la Coalición y el propio Andrés Manuel justifican cada acto de protesta e inconformidad. No es verdad que la resistencia sea pacífica, porque cualquier violación –y no sólo la corporal– implica violencia y la violación de derechos que acompaña a esa resistencia está siendo constante desde hace un mes. El sabotaje a las vías de comunicación (incluidas oficinas, bancos, carreteras y demás sitios que se acumulen), el apropiarse de espacios públicos como si les pertenecieran violenta el derecho de los demás a transitar por ellos, como violenta el derecho de las instituciones ahí establecidas con legalidad –pagos de predial y demás requisitos fiscales incluidos, gracias a los cuales las ciudades viven, crecen y generan trabajo y utilidad–. Hay violencia en las palabras del ex candidato que no se resigna a serlo, en sus gestos, en sus ataques a personas e instituciones, sean éstas morales o materiales. El que viniendo o no al caso, un día sí y otro también arremeta contra la producción capitalista de bienes y centavos es asimismo un ataque impropio e imprudente, pues el “maná” del partido para sus adeptos no durará para siempre ni podrá satisfacer las necesidades de todo el país y los mexicanos no podemos darnos el lujo de prescindir de los ingresos económicos y la generación de empleos provenientes del sector empresarial.

El discurso y los gestos de AMLO y sus compañeros de fórmula son tan agresivos como las pancartas que exhiben a diario esos miles de seguidores que, cómodos o no, tienen más de un mes sin trabajar ni hacer el intento. ¿Para qué buscar la chambita diaria, para qué limpiar la casa o pobremente cocinar lo que se pueda o desembolsar el centavo que cuesta sangre para que los chamacos se entretengan, si el Zócalo o Reforma están tan amplios y los baños, aunque sucios, al alcance de todos, gratis, igual que el atún y los jueguitos instalados en la feria del plantón? ¿Así es como se pretende estimular el espíritu de trabajo y la responsabilidad que tanta falta nos hacen? Y todavía hay que esperar que acaben las vacaciones, para que los plantones “amarren” con la previsible aportación de estudiantes rijosos comandados por el CGH y el infaltable Mosh, tomando la UNAM, suspendiendo labores y violentando también el derecho a trabajar y a aprender. ¡Que la lengua se me haga chicharrón!

La resistencia pacífica, pues, no es tal. Si bien no ha habido derramamiento de sangre –aunque las amenazas de cada día parecen sugerirlo–, de ningún modo está exenta de violencia. Se ha inoculado entre los resistentes toda clase de odios, rencores y resabios contra todo y todos, como podemos inferir de la surtida dosis de improperios con que atacan al IFE, al Trife, a Calderón, a Fox, a los jueces, banqueros, periodistas, intelectuales, deportistas y hasta al cielo, por azul. ¿A qué hora y mediante qué recursos podrán establecerse alianzas y borrar de la mente de estas personas la idea de que el resto de los mexicanos (ésos sí verdadera mayoría) no son sus enemigos ni tienen por qué ser blanco del insulto, el golpe, la acusación o el crimen? Es una lástima que AMLO se haya dejado atrapar por el delirio presidencial –única prioridad evidente– y más lástima que la energía invertida en sus peroratas y los recursos que sostienen los plantones de tanta gente no se transformen en trabajo cooperativo para el bien común, ni se utilicen en construir acuerdos y proyectar acciones capaces de conjuntarse con las de las otras fuerzas políticas, una de las cuales asumirá finalmente, porque así le encomendó la mayoría votante, la tarea de gobernar.

maruca884@hotmail,com

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