“El egoísmo no es el amor propio, sino una pasión desordenada por uno mismo”.
Aristóteles
Hace doce años surgió un levantamiento armado que cimbró a la sociedad mexicana. Miles de encapuchados salieron a las calles y -cosa no vista desde hacía décadas- le declararon la guerra al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Los indígenas que el primero de enero de 1994 tomaron por asalto la población de San Cristóbal de las Casas y comunidades aledañas, tenían motivos de sobra para hacerlo: estaban hartos de lo que llamaban “quinientos años de postración y condiciones de vida infrahumanas”. Claro está, como en todo acto bélico, a partir de aquello nace la emblemática figura del “sub comandante Marcos”, quien aunque únicamente se autodenominaba representante de la comandancia general del EZLN, en términos reales dictaminaba a -igual que lo hace en el presente- el curso y estrategia de una contienda muy sui generis.
El Gobierno de Carlos Salinas hubiera podido acabar con ellos en cuestión de minutos, sin embargo los peligros de otro Tlatelolco resultaban demasiado onerosos; además también era probable una desestabilización económica y la consecuente fuga de capitales, ante el temor de una guerrilla que fuese tomando otro cariz. Cuando Salinas les ofrece una tregua bajo la condición de “que pidieran perdón”, Marcos lanza una pregunta al aire: ¿perdón por cinco siglos de postración y abandono?. A partir de ahí vendrían las epístolas -eran soberbias, claras y hasta con tintes de humor- de un Marcos que de indígena no tenía absolutamente nada pues lo delataban sus ojos claros, el dominio de varios idiomas y la utilización de una prosa plagada de ironía y sarcasmo. Los zapatistas ganaron bonos en el extranjero -figuras de la talla de Danielle Miterrand y otros tantos metiches de la izquierda europea opinaban a diestra y siniestra sobre asuntos internos- y por ello al Gobierno Federal no le quedó otra más que negociar. En la mesa tres representantes: Marcos con su bandera, el Obispo Samuel Ruiz -ahí nada tenía que hacer la Iglesia Católica- y finalmente Manuel Camacho Solís, cuyo único interés fue, y siempre ha sido, acomodarse “donde haya”.
Durante algún tiempo la presencia del EZLN fue obligada en la vida nacional. Súbitamente y sin razón de peso fueron perdiendo brío y de su dirigencia -léase Marcos- nada se supo. Los subsecuentes gobiernos intentaron sentar las bases para un nuevo diálogo y fueron ignorados. Vicente Fox, en su ingenuidad de hombre bueno, prometió “que resolvería el conflicto en quince minutos” y de Marcos sólo recibió mofas y calificativos impropios de quien presume ser un individuo letrado. Inclusive la anterior Legislatura fue mucho más lejos si de deferencias al EZLN se trata: a la comandancia de dicho Ejército se le permitió -cosa que para cualquier ciudadano común está vetada- utilizar la máxima tribuna del país: el H. Congreso de la Unión para exponer sus puntos de vista. No fue suficiente; nuevamente Marcos se montó en su macho y le dejó al Gobierno la mano tendida en el aire.
Puede caber la posibilidad de que ninguno de los tres poderes de la Unión estén verdaderamente comprometidos con la causa indígena o por lo menos no hayan sido eficientes en su actuación con referencia a ello. Estimo que cualquier ciudadano debe contar con los mismos derechos pero me salta una duda: ¿por qué a ciertas poblaciones indígenas se les respetan sus usos y costumbres y al mismo tiempo se les permite regirse bajo leyes distintas? ¿No se supone que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos debe ser acatada a cabalidad por la colectividad entera? Ahora, que quede claro algo: ni Marcos ni el EZLN representan a la comunidad indígena en su totalidad.
Rafael Sebastián Guillén presuntamente ha cometido delitos del orden federal. En varias ocasiones ha visitado diversos territorios encapuchado y armado (la portación de armas de alto calibre está reservada a las fuerzas armadas). Hoy Marcos critica a todos los partidos políticos, amenaza con revueltas e incita a no participar en los comicios federales de 2006. ¿Dónde quedó aquél Marcos combativo cuya lucha estaba basada en ideales tangibles? Hoy ya no le veo cabida. Digo, antes de las crisis sindicales su “tour” por la República solamente era destacado por contados medios y la nota generalmente se podía leer en páginas interiores.
No se vale fomentar a la violencia; es imperdonable atentar contra una joven democracia que tú y yo estamos construyendo con muchos esfuerzos. México no necesita protagonismos y repele a los Castro, Chávez y Morales. Ya no es 1959 y no estamos bajo una dictadura.
Marcos: recapacita y deja atrás mesianismos que a nada llevan. Por cierto: ¿quién financia tu movimiento?