En estos días de “ajustes”, “purgas” y “limpias” al interior de las estructuras municipales en la zona conurbada de la Comarca Lagunera, destaca una noticia que sin duda incorporará un elemento más a la percepción de inseguridad: el alcalde de Gómez Palacio anuncia que fueron dados de baja 56 elementos de la Secretaría de Protección y Vialidad, incluidos tres mandos medios y que el 80 por ciento del total de los ahora desempleados había dado positivo en los exámenes antidoping que se practican periódicamente en la corporación policiaca.
El alcalde declara que va a ser muy estricto con las cuestiones de disciplina y, por supuesto, con los desvíos de cualquier índole dentro de la corporación; dice también que los gomezpalatinos no pierden por la baja de esos 56 malos elementos ya que nada menos que un día antes ingresaron al sistema de seguridad pública 52 cadetes recién egresados de la Academia y que además “he dado instrucciones para que en dos meses más tengamos 60 nuevos elementos, sin que esto implique que salgan otros 60, sino sumar esfuerzos en ampliar la cobertura en materia de Vialidad y de Seguridad”.
Esta demostración de mano firme y cero tolerancia en una corporación de manejo tan delicado y que impacta de manera directa en la percepción ciudadana de uno de los aspectos más sensibles para la población, como lo es la seguridad pública, abre, sin embargo, una lectura alterna y que opera paradójicamente en contra de lo que la autoridad gomezpalatina pretende, ya que los ciudadanos deben temer ahora a 56 ex policías, la mayoría adicta a alguna droga, que se encuentran en las calles desempleados y sin otra habilidad que la de conocer las sutilezas del hampa y los métodos para allegarse recursos en forma ilegal.
Y ese es un gran problema sin solución aparente. Es justo y necesario que las corporaciones policiacas se depuren periódicamente de todos los elementos que resulten ineficientes y/o corruptos; de aquellos que por sus propios vicios pongan en peligro a la ciudadanía. Pero una vez en la calle y sin ningún tipo de control ni presión por guardar siquiera las apariencias, se abre la peligrosa ventana de que terminen haciendo lo único que saben hacer, pero ahora abiertamente del lado de la delincuencia.