BANDERAZO DE SALIDA.- En Nueva York hay diez mil conductores de autobuses que diariamente se mueven en un tránsito inarticulado, vertiginoso y que a veces los lleva a la desesperación? Esos choferes son insultados, retrasados por taxis y otros vehículos. Todos manejan con una mano mientras cobran con la otra. Tienen que contestar a mil preguntas, implorar a los pasajeros que se corran hacia atrás, escuchar los timbrazos de bajada y sufrir úlceras, dolor de espalda y de cabeza, de los nervios destrozados y vigilando el reloj para no adelantarse o atrasarse en su horario. La gente ve el conductor como a un ser anónimo, un simple servidor.
CURVA PELIGROSA.- La gente en los autobuses ve por las ventanillas hacia afuera, lee el periódico. Los hombres no quitan los ojos de las muchachas bonitas, y no faltan aquellos vigilantes de la mujer sentada frente a ellos cuando cruza o descruza las piernas... Las mujeres gordas o cargadas de paquetes obstruyen el paso, ocupan un lugar extra para poner sus compras... Siempre hay pasajeros de pie colgados de las correas y el conductor se siente impotente cuando después de pedir varias veces que se corran al fondo, nadie se mueve... El conductor tiene que manejar con cuidado, suave y silenciosamente. Si da un frenazo súbito puede recibir quejas y hasta insultos. Los conductores tienen que seguir la misma ruta día tras día, transportando en promedio un millón de pasajeros cada día de la semana.
RECTA FINAL.- Las primeras horas de la mañana son las mejores para los conductores de autobuses de Nueva York, pero cuando comienzan a llegar empleados, oficinistas y estudiantes, la situación se hace caótica no sólo adentro sino afuera del autobús... Los conductores odian a las mujeres que pagan con billetes de cinco dólares, o aquéllas que van acompañadas e insisten en pagar ellas y buscan y rebuscan el dinero sin encontrarlo, mientras la gente que viene atrás se desespera... Los conductores odian a los hombres que de pie, despliegan el periódico y le tapan la visibilidad, o a quienes avanzan en el pasillo como tanques, a empellones y codazos... También temen que algún atrevido le falte el respeto a una mujer, porque se verá obligado a intervenir o a detenerse para pedir ayuda a un policía.
META.- Los conductores de autobuses neoyorquinos saben que se ha perdido un poco la caballerosidad, porque los hombres no ceden ahora tanto el asiento a las mujeres, pero comprenden que muchos estuvieron trabajando de pie todo el día... Muchos de esos hombres fingen un falso interés en lo que aparentan estar leyendo cuando una mujer se para insistente frente a ellos... Los conductores de autobuses también temen los robos que puedan cometerse a bordo del vehículo, o que haya alguna pelea... Cuando esos conductores llegan a sus casas no quieren saber nada de quejas, ni de salir a la calle con la familia. Quieren descansar, relajarse, moverse a su gusto y sin ninguna presión. Saben que al día siguiente todo será igual, y lo único que esperan es que haya la misma rutina y que no se presente algo que altere su vida y su trabajo.