Las masas continentales flotan sobre millones de toneladas de materia más o menos derretida cuyos elementos más pasados forman el núcleo de la Tierra.
El enfriamiento constante de las capas superficiales y el explosivo de las internas, más los movimientos orbitales del planeta produjeron y producen corrientes horizontales y verticales formando alturas y abismos.
Sumergimientos y emergencias tan formidables han causado la composición física y química de distintos estratos y su distribución geográfica. Su existencia necesita de otras fuerzas naturales para su aprovechamiento vital: el agua en sus tres estados, el aire y la luz solar con sus acciones de disolución, arrastre, fracturación, diseminación, evaporación y cambios químicos.
La desintegración de las rocas comienza tan pronto como quedan expuestas a la intemperie, convirtiéndose finalmente en pequeñísimas partículas participantes en la formación del suelo local o distante cuando son acarreadas por el viento.
Microorganismos y organismos complejos, sobre todo las plantas fertilizan y conservan el suelo. A veces, hasta en la superficie lisa de una roca, líquenes, musgos y algunos helechos ?especies cosmopolitas-, se fijan en pequeñas grietas, aclimatándose y adaptándose a sequías, vientos e intensidad solar, aprovechando la humedad de escasas lluvias o del rocío. Sus raicillas horadan la roca fijando fuertemente la planta, que ya inamovible, amplía su entorno fértil, pudiendo dispersar esporas o semillas en torno a la roca madre, hecho que formará y retendrá más suelo. Éste logro representa, en tiempo, cientos o miles de años. El hombre debería impedir hasta donde le sea posible la erosión y empobrecimiento del suelo.
En las zonas tropicales del mundo, donde imperan altas temperaturas y copiosas lluvias, son frecuentes las rocas madre lateríticas (del latín, later: ladrillo), compuestas por altos contenidos de fierro, aluminio y níquel o manganeso; cuando quedan expuestas al aire se endurecen tanto que por centurias se han utilizado en la construcción de templos, de palacios y caminos casi indestructibles.
Las inmensas extensiones de bosques y junglas que cubren estas áreas, seguramente fueron posibles por el proceso, ya indicado, de aclimatación y adaptación, ampliación y autoprotección; protegiéndose porque su misma exhuberancia desecha enormes cantidades de materia orgánica sobrepuesta al pobre suelo natural y produciendo grandes cantidades de microorganismos, bacterias, insectos, lombrices y otros organismos descomponedores y areadores.
Desmontar estos bosques para la producción agrícola permitirá una o dos cosechas, sin posibilidad de recuperación del bosque, por la laterizacion del suelo.
Algunos suelos cubiertos de hielo, cuando en primavera y verano permiten un ligero deshielo se llenan de pastos pero no de árboles, dado que a corta profundidad siguen congelados; así, las grandes raíces permanentes no pueden perforar el piso, no prosperan. A estos suelos se les llama ?perma frost?.
Estos pastizales atraen miles de alces que migran anualmente hacia ellos. Ahí realizan sus pariciones. Los cachorros torpes y los individuos viejos generalmente sirven de alimento a los osos que han dejado su hibernación. A comienzos de otoño, la manada regresa a lugares menos fríos, los osos retornan a su sueño y las semillas dormirán hasta la próxima primavera, resistiendo tan hostil clima.
La Antártida no ofrece suelos. La capa de hielo es profunda y el frío es el más extremo de la Tierra. A pesar de ello y aunque la vida vegetal es imposible, sí existe una gran cantidad de vida marina.
Los desiertos, las zonas áridas, pueden ser muy fértiles a condición de tener agua, sobre todo con arrastres limosos de ríos que anual o permanentemente las renuevan. Represados éstos, la riqueza orgánica queda en los vasos retenedores, deteriorando los suelos abajeños.
Las zonas desérticas, por falta de agua, intensa radiación solar, temperaturas extremas y fuertes vientos, al parecer tampoco son propicias para la vida; sin embargo, también aquí se han aclimatado y adaptado multitud de especies. La flora de estas áreas para protegerse y conservar la mayor cantidad de agua posible, ha cambiado hojas por espinas, cubiertas frágiles, por enceradas, defoliaciones inmediatas al cese de humedad, raíces superficiales y almacenadoras que absorben los más leves humedecimientos del terreno, etcétera.
Algunos animales llegan al extremo de no beber agua, como la rata canguro. Horadan túneles protectores del calor y del frío. Las aves anidan en las cactáceas más altas o espinosas.
Habitamos un planeta pletórico de vida, cuyo esplendor y riqueza deberíamos aquilatar y reverenciar.