La declaración hecha por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en el sentido de que Felipe Calderón es presidente electo de la República por haber obtenido la mayor cantidad de votos en las elecciones del pasado dos de julio, es motivo de optimismo para los mexicanos, fundado en el hecho de que las instituciones funcionan en nuestro país.
No se trata de echar campanas al vuelo en un momento en que el encono sembrado por Andrés Manuel López Obrador y el PRD puede rendir frutos amargos, pero el que la apertura de los paquetes electorales de las casillas cuestionadas no haya alterado los resultados finales, confirma la confiabilidad del Instituto Federal Electoral y la funcionalidad tanto del Programa de Resultados Preliminares, como del Cómputo del miércoles posterior a las elecciones.
El discurso de López Obrador ha llegado a tal extremo, que resulta difícil visualizar un escenario de conciliación. Sin embargo, la lógica tendrá por imponerse. Resulta incongruente que diputados y senadores perredistas que surgieron del mismo proceso electoral se consideren investidos de legitimidad, al tiempo que cuestionan la del ahora Presidente Electo.
El discurso incendiario del PRD, se enfrentará a partir del cinco de diciembre próximo al propio protagonismo de Marcelo Ebrard, quien como jefe de Gobierno del Distrito Federal tendrá que reconsiderar la conveniencia de mantener como rehén a la ciudad, que al fin y al cabo es el máximo bastión perredista.
La forma en que se desarrolló el proceso electoral en sus fases administrativa y jurisdiccional, envía un mensaje a los perredistas en el sentido que deben integrarse al respeto a las instituciones pues de lo contrario, se puede llegar al extremo en que los adversarios del PRD iniciarán -con sobrada razón- un proceso que podría culminar en la cancelación del registro de ese partido.
Es difícil que se llegue a tales extremos, pues en esa tesitura del propio PRD surgirán los viejos y nuevos liderazgos que cuestionen el proceder de López Obrador y peladaje que lo acompaña, con el legítimo propósito de desplazarlos y así liberar a su partido en aras de un futuro viable.
No faltan las voces que se inconforman con la sentencia. Llama la atención la insistencia de algunos comentaristas que critican al Trife, por el hecho de que al analizar la ingerencia que atribuyeron los perredistas al presidente Vicente Fox sobre las elecciones, el Tribunal resuelve que los inconformes no probaron que dicha presunta intervención presidencial, hubiera sido determinante en los resultados del proceso.
Quienes tal critican, desconocen que las sentencias judiciales implican un enlace lógico entre lo que las partes alegan y las pruebas que aportan, para sustentar la pertinencia de sus peticiones.
Otras voces más como la de Ricardo Monreal, tienen la osadía de afirmar que los magistrados del Trife actuaron en forma venal y se vendieron, lo que corresponde a un ejercicio autodenigratorio de muchos compatriotas nuestros que consideran imposible la superación de nuestros atavismos políticos negativos, cuando la realidad indica que a pesar de todo, estamos en ruta hacia la democracia plena.
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