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A ponerse las pilas/Actitudes

José Santiago Healy

En medio de duras críticas de la derecha y la izquierda, el presidente George W. Bush lanzó una nueva ofensiva para alcanzar una reforma migratoria en Estados Unidos.

Los conservadores calificaron el plan presidencial de timorato y convenenciero. “Se requieren por lo menos 36 mil guardias para proteger la frontera, lo que desea Bush es mantener una mano de obra barata para satisfacer a las grandes corporaciones”, afirma Francisco Jorge, miembro de los Minuteman del Sur de California.

En cambio los activistas pro-inmigrantes denunciaron el grave peligro que significará la inminente militarización de la frontera.

Pedro Ríos, director del Comité de Amigos Americanos de San Diego, sostiene que la historia demuestra una y otra vez que las fuerzas armadas no están capacitadas para vigilar la frontera, “esto traerá más violaciones a los derechos humanos”.

A decir de las primeras reacciones, el presidente Bush no complació a nadie.

Sin embargo, hay cambios importantes en la postura del mandatario norteamericano que conviene matizar antes de quedarnos con la sensación de una frontera militarizada.

En forma inusitada, Bush destacó en varias ocasiones la contribución de los inmigrantes a la sociedad norteamericana. Dijo que “debemos recordar que la gran mayoría de los inmigrantes ilegales son gente decente que trabaja mucho, que sustenta a sus familias, que practica su fe, y que tiene una forma de vida responsable”.

Con las fuertes presiones de los grupos conservadores y ante la abierta realidad de una frontera sin control, Bush no podía proponer un plan de regularización de indocumentados sin ofrecer a su pueblo un plan de seguridad para las zonas limítrofes.

Si la Guardia Civil permanece detrás de la Patrulla Fronteriza como lo prometió Bush, pronto veremos un descenso importante, y por qué no decirlo, necesario en el flujo de inmigrantes.

Para arreglar la casa por dentro es menester regular el paso de visitantes y más si se trata de una frontera tan complicada y violenta como la de México y Estados Unidos.

Es lo menos que podía ofrecer Bush si quiere que le autoricen su plan de trabajadores temporales y de regularización de inmigrantes.

Los puntos críticos del mensaje son muy conocidos: pedir que los trabajadores huéspedes regresen a sus países una vez concluido el contrato laboral, tal como si fueran sirvientes.

Así como considerar que una nueva credencial erradicará la falsificación de documentos que utilizan los inmigrantes para trabajar. Mientras haya trabajos disponibles habrá quien haga hasta lo imposible por ser contratado.

Un tercer punto crítico es la unilateralidad del plan Bush. En ningún momento habla de realizar consultas con otros gobiernos o sectores para regular los tráficos de inmigrantes.

Pero con todo y sus defectos hay que abonarle al presidente norteamericano su intención de convencer a los congresistas para aprobar una reforma migratoria.

Bush se juega su última carta porque pronto vendrán las campañas electorales y luego las luchas de poder para la sucesión presidencial. Para entonces nadie querrá meter la mano por las políticas de inmigración.

México, por cierto, está obligado a ponerse las pilas con el plan Bush. A millones de compatriotas que viven atemorizados y marginados les urge ser regularizados.

Si tanto quiere a nuestros paisanos, Vicente Fox puede colaborar en detener el flujo de migrantes y mandar una señal positiva al congreso norteamericano.

Ya estuvo suave de compadecernos por los que dejan el país ante la escasez de empleos sin dar paso firme. Ya basta de que los políticos de todos colores lancen consignas al extranjero, pero no mueven un dedo para fomentar empleos y atraer inversiones.

Zacatecas y Aguascalientes son dos estados ilustrativos. El segundo se ha dedicado a promover empleos y ha logrado una notoria estabilidad a pesar de la crisis del campo.

En cambio Zacatecas es per cápita el mayor exportador de migrantes, pero sus gobernantes están más pendientes de Andrés Manuel López y Evo Morales que de las empresas inversionistas. Así como, pues.

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