A veces, con cierta soberbia, pensamos que nos hemos hecho solos. Que la vida que tenemos, el éxito por alcanzar o alcanzado, se deben nada más a nuestro esfuerzo, estudios, trabajo, o bien a una suerte genética.
Asimismo, con frecuencia, olvidamos reconocer a quienes, en etapas cruciales de nuestra vida, como la niñez y la adolescencia, contribuyeron a formarnos y a definirnos.
Es un hecho que no nacimos con características positivas o negativas, las desarrollamos. Y existen esas personas clave que nos ayudaron a moldear lo que ahora somos. De ellas, de un papá, una mamá, un maestro, un hermano o un amigo, recibimos una multitud de regalos intangibles: su ejemplo, sus valores, su congruencia, su amistad, apoyo o lo que sea.
Y por lo general, sólo nos detenemos a reflexionar en ello cuando estas personas ya no están con nosotros. Pensamos ?Cómo no le dije que??, y aquí podemos llenar la frase con un sinnúmero de cosas que se quedan atoradas, sin salir del corazón. Llenos de culpa, nos damos cuenta de que ya es tarde para rendir un tributo, para decir un ?gracias?. Gracias por lo que hiciste, lo que me enseñaste, lo que me dejaste? en fin.
Dice Andres Compte-Sponville, en su Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes, ??nadie es causa de sí mismo, ni, por lo tanto (en última instancia) de su alegría. Todo es una cadena de causas, y todo nos toca y nos atraviesa?. Sin embargo, hay quienes en la vida nos tocan más, nos tocan para bien y nos tocan para siempre.
A veces los seres humanos, por alguna extraña razón, damos escasas muestras de reconocimiento y gratitud a quien lo merece. ¿Lo olvidamos? ¿Lo damos por un hecho? ¿Estamos muy ocupados? No lo sé.
Es por eso que hoy, a nombre y en representación de más de cuarenta generaciones del Colegio Oxford, quiero darle las gracias a una persona que tocó, para bien, la vida de miles y miles de mujeres: Miss Alice Riveroll.
Desde 1938, más de cuarenta generaciones fuimos formadas en valores esenciales como la disciplina, el coraje, la fortaleza, el honor, la rectitud, el dar a los demás, el ser mejores, el amor a la patria, la amistad, la fe, la integridad.
Y en el transcurso de esas cuarenta generaciones, Miss Alice siempre al frente, educando todos los días a mujeres. Es por eso que cada una de nosotras lleva un pedacito de ella en el corazón, en nuestra forma de ser como mexicanas, esposas, amigas, profesionistas, madres y abuelas?
Hoy, con el paso del tiempo, apreciamos más que nunca sus enseñanzas. Entendemos los porqué y los para qué. Lo que ella sembró en nosotras y que ha dado fruto.
Hoy, Miss Alice, queremos darle las gracias. Gracias por atreverse a fundar el colegio. Gracias por ser tan decidida. Tan constante. Tan exigente. Gracias por su trabajo. Por su intachable ejemplo. Por sus lecciones de vida. Gracias por recibirnos todas las mañanas?Por enseñarnos a dar, a ser responsables, a comprometernos y a luchar. Gracias por dedicar, materialmente, una vida entera a nosotras, sus alumnas. A un sueño, a un ideal: el Colegio Oxford.
Cito una vez más a Compte-Spondville: ?La gratitud es esta alegría de la memoria, este amor por el pasado; no el sufrimiento por lo que ya no es, ni el pesar por lo que no fue, sino el recuerdo gozoso de lo que fue?.
Miss Alice, usted es, para todas esas más de cuarenta generaciones, como dice el himno del colegio?A flame of truth, of honor, and of love.
Nota: Le haremos un homenaje a Miss Alice el día ocho de noviembre. Informes: (55) 56 16 65 18.
