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A ver de que está hecha nuestra democracia

José Juárez Medina

Los resultados electorales del pasado dos de julio nos confirmaron lo que se ha venido diciendo acerca de la polarización política y social en que se encuentra envuelto el país, y la magnitud en la diferencia de los votos obtenidos por cada contendiente hace más patente esta situación. Es cierto, hay otras expresiones políticas que se manifestaron en las urnas, pero la disputa sustantiva está entre el cambio y la continuidad. La votación confirma además una división social del país entre norte y centro-sur. La tercera confirmación es la imperiosa necesidad de reflexionar sobre un proyecto, compartido, de país.

Es muy probable que a estas alturas el desenlace de la jornada electoral del pasado 2 de julio todavía no tenga lugar (el conteo de las actas por distrito solamente es un paso más), lo cual hubiera sido deseable, pero en una disputa tan cerrada y, reiteramos, con los antecedentes de polarización y turbiedad de las campañas, es lógico que uno de los contendientes busque agotar hasta el último recurso legal.

Y pues así va a ocurrir ya que la coalición Por el Bien de Todos ha manifestado su intención de acudir al Tribunal Federal Electoral, para lo que considera, ?limpiar la elección?; a menos que sus contrincantes y el IFE acepten llevar a cabo un conteo voto por voto, lo que algunos analistas mencionan como un paso necesario para la salud de la República. Como no aceptaron la impugnación está en curso y el compás de espera se abre.

En este escenario, muy complicado como puede verse, al margen de quien finalmente sea declarado ganador por el Tribunal, la atención ahora debe centrarse en el futuro inmediato del país: la gobernabilidad, que de por si ya viene siendo un fuerte problema con el Congreso dividido en elecciones pasadas.

La gobernabilidad sería todavía más difícil por el hecho de que la legitimidad del proceso electoral que llevaría al poder al nuevo gobierno está siendo fuertemente cuestionada, de ahí la importancia, para todos los contendientes, del conteo voto por voto, lo que implicaría una lectura constructiva y no restrictiva del Cofipe por parte del IFE. Y aún así, es muy posible que sea cual sea el desenlace, habrá una parte que se sentirá agraviada y la otra satisfecha.

Pero esto solamente sería un aspecto del problema. El otro es que el triunfador sepa leer con toda claridad los resultados: que estaría avanzando con el voto de solamente un tercio de 42 millones de votantes, de un padrón de 71 millones de personas. Es decir, tendría el mandato de una minoría. Una lectura adecuada no es deseable?es muy necesaria para la gobernabilidad. Algo que no supo hacer el todavía gobierno de Vicente Fox.

Es ya bien sabido que actualmente las iniciativas para convertirse en ley tendrán que pasar por un intenso proceso de negociación política entre las fuerzas representadas en el Congreso. También sería el caso para la instrumentación y la promoción de las políticas públicas.

El proceso de reformas necesarias, por citar un caso muy presente, cuya naturaleza y contenido tienen que discutirse, va a seguir estancado si no hay legitimidad en la conformación de los órganos de poder del Estado.

Este solamente sería un aspecto de la gobernabilidad, el parlamentario, el cual con la avenencia de la clase política (cuyo pragmatismo ya no nos sorprende) podría echarse a andar; incluso, si fuera el caso, recurriendo a posibles mecanismos de la llamada ingeniería parlamentaria.

Pero la gobernabilidad, aparte de esta dimensión técnica para llegar a los arreglos parlamentarios, también tiene que ver con que se va gobernar para una sociedad profundamente desigual y agraviada socialmente. Ahí está el origen de la división del país. Aceptar esta realidad en el plano de la retórica, pero, un vez más, sin tener la intención genuina de impulsar profundas transformaciones para incidir sobre está cuestión, sería equivocado.

En una palabra al hablar sobre un problema de gobernabilidad en nuestro país, además de hacer referencia a la necesidad técnica de encontrar los mecanismos adecuados para formar coaliciones parlamentarias y, por ende, trabajar eficientemente en este ámbito, también nos remite a que ésta finalmente está asentada en una estructura social caracterizada por la desigualdad y la polarización, dato clave que hay que atender. Pasa por la disputa entre las elites políticas, pero no se agota ahí.

Estos son pues los verdaderos dilemas de la democracia sustantiva, que van más allá, pero mucho más allá, de las urnas y toda la parafernalia de marketing político desparramado en los medios electrónicos (con el conocido desperdicio de recursos públicos). En coyunturas como la que vivimos es cuando se ve si la democracia que estamos construyendo realmente nos sirve para construir solidamente los cimientos de la nación, o solamente nos alcanza para aceptar que ésta no resuelve problemas, sólo los revela. Hay tareas.

josemedinajuarez@yahoo.com.mx

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