Tan seguro estaba López Obrador de ganar la elección, que no se preocupó por cubrir todas las casillas con representantes, ni los instruyó que levantaran protestas por las anomalías que detectaran.
Hoy debe aceptar su derrota, porque perdió claramente el dos de julio; carece de evidencias serias en contra; son inconsistentes y artificiosas las que ofrece, y dos terceras partes de los electores lo rechazaron como Presidente, no sólo los 15 millones que sufragaron por Felipe Calderón.
No es posible enviar al canal del desagüe todo nuestro sistema electoral, sólo porque a él y a su grupo les disgustó que no le diera el triunfo, que claramente no obtuvo.
José Woldenberg, ex presidente del IFE, gente de izquierda, de los más versados en teoría y práctica electorales, sostiene que fue imposible un fraude -ni lo probaron ni podrán probarlo- y que no puede erosionar la credibilidad en los organismos electorales quien no recibió un fallo favorable de ellos, porque el pueblo se lo negó. No es posible que un millón de funcionarios electorales y 700 mil representantes de los partidos en las casillas fueran comprados, sin que uno solo denunciara el intento de soborno masivo.
?Es muy difícil -además- pensar que todos los nacidos en enero son corruptos, porque los nacidos en enero fueron insaculados? y bien preparados para ser funcionarios electorales, dijo Woldenberg. Mas para López Obrador sí lo son y conspiraron para que él no sea presidente.
Mexicanos conscientes insisten en que AMLO acepte su suerte. No es posible que quien desea ser presidente de México viole la Ley, pisotee la voluntad de los mexicanos y se burle de las instituciones, sólo porque no cumplieron su capricho de regalarle el poder. Por ello es inconcebible -no que la camarilla que lo acelera- sino que los intelectuales que lo siguen no razonen y acepten que él perdió y que no hubo fraude.
Observadores mexicanos e internacionales, la Organización de Estados Americanos, la ONU, la Unión Europea, el Foro de Davos y gobiernos extranjeros reconocen que México celebró una elección limpia y democrática, no acatada sólo por el candidato derrotado.
Es imposible lograr ganar en la calle lo que se perdió con votos; tampoco se vale incitar a la violencia y acusar al adversario de que él la provoca. Esa pose de víctima ya le falló a AMLO, la prueba es que la mayoría de los mexicanos lo reprobó en el certamen comicial.
En resumidas cuentas, Andrés Manuel debe aceptar que perdió la elección, que no ha probado ni podrá probar fraude alguno, porque no lo hubo, y es muy irresponsable hundir en la ingobernabilidad y la confrontación a un país, sólo para saciar su egoísmo desmesurado.
Ni porque ambiciona ser presidente atiende la advertencia de Reyes Heroles -en Acapulco, el cinco de febrero de 1979, en una Reunión de la República, de las que organizó López Portillo- que no hay que despertar al México bronco, pues ?ese México violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro, únicamente duerme?.
Debe cesar de tratar de intimidar a los magistrados del Tribunal Federal Electoral -como lo intentó y fracasó con consejeros del IFE- porque ellos respetarán el cómputo que éste y más de un millón de ciudadanos realizaron, expresión diáfana de la voluntad soberana de los mexicanos.
Ya no valen argucias ni trampas, pues los magistrados saben que López Obrador anunció que no respetará un fallo negativo; que no se justifica el voto por voto, y que de acceder a éste, él lo aprovecharía para exigirles anular la elección -lo hizo y logró con la de gobernador de Tabasco en el año 2000- para que haya un nuevo proceso, desestabilizar más al país y esperar que ya no voten millones de electores, porque no respeta su sufragio ni a las instituciones comiciales.
Algo nuevo ha de tramar con su repiqueteo del voto por voto, que va contra la Ley, y ésta no se va a pisotear por su chantaje, por una más de sus promesas -que cada rato incumple- ni para darle gusto.
Demasiadas concesiones se le hicieron ya y aún así perdió. Los magistrados ya están vacunados contra sus ardides.
Como árbitro supremo, dictaminó que muchos ciudadanos no actuaron con rectitud el dos de julio, porque 27 millones no votaron por él; eso reafirma que sólo acatará un fallo del Tribunal que lo declare presidente electo.
En pocas palabras, en un acto de responsabilidad, Andrés Manuel debe aceptar su derrota por México, de una vez por todas.
Démosles los mexicanos un voto de confianza a los magistrados del TRIFE.