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Acrópolis/La hora de Calderón

Salvador Flores Llamas

Tantos problemas postelectorales y ataques habrán convencido a Felipe Calderón de que llegó la hora de proyectar al México sólido y hacia el futuro, de unidad y concordia, pero sin atavismos de mafias partidistas ni debilidad ante ultras que buscan sólo el beneficio propio y no el del país; no admiten negociación, sino que se les cumpla su capricho porque juegan al todo o nada.

Ya como Presidente Electo exigirá al Gobierno saliente le limpie la casa para que pueda lanzar el proyecto que ofreció a los mexicanos de manos limpias y firmes, empleo, justicia jurídica y social y acabar con intereses de mafias políticas, porque está llamado a consolidar en serio el tránsito a la democracia, que tanto han retardado.

El panista tiene la oportunidad de formar un gabinete con los auténticos mejores hombres de México y hacer un Gobierno panista, pues ambas cosas no se contradicen.

Imposible será un gabinete de coalición pues con la segunda fuerza política no se puede negociar. De la tercera podrá escoger algunos elementos, no los que se le quieran imponer, ya que ninguno le asegura respaldo parlamentario fuerte, por la proliferación de grupos priistas.

Los respaldos en el Congreso llegarán a un Gobierno fuerte, que se haga sentir y se dé a respetar desde el inicio, pues los mexicanos somos proclives a tener un Gobierno con autoridad, a respetar a quien se hace respetar y a burlarnos del débil. No requerimos un autoritario, sino que aplique la autoridad, no uno que reprima libertades, pero que no permita o propicie el libertinaje.

Hablando en plata, también nos gusta la tradicional cargada y muchos diputados y senadores de otros partidos se acercarán a un presidente de ese tipo, sin necesidad de negociar con caciques partidistas, que reclaman mucho y cumplen poco o nada.

Una vez que el mesías tropical y su mafia se desinflen, no será raro se desgrane la mazorca de legisladores del PRD -y los de su coalición desde antes- en pos de quien los ampare. Bastarán sólo negociadores diestros que los inviten con oportunidad.

Si le dejaran por herencia al Peje y pandilla, Calderón no podrá intentar negociar con ellos, pues quieren todo por nada, y acostumbran cometer delitos y exigir perdón a cambio de promesas que no cumplen.

A AMLO se le perdonó el desafuero y ya vemos la que ha armado; a Alfonso Ramírez Cuéllar el haber profanado la Cámara de Diputados al irrumpir a caballo con otros forajidos; a Lola Padierna y René Bejarano denuncias sin cuenta ante la Procuraduría de Justicia, y podíamos acumular una letanía completa.

Es válido que Calderón quiera premiar a quienes lo ayudaron a ganar la elección, que no fue poca cosa, sino toda una hazaña. Ya tendrá tino para ubicarlos en los sitios que más convengan a México, no necesariamente en los de primera línea, pues algunos podrían ir en segundo sitio junto a personajes a quienes puedan aprenderles, para que maduren, ofrezcan mejores frutos y aun releven a éstos.

Otro tanto sería factible con panistas esforzados, sobre la base del compromiso que tiene de hacer un Gobierno panista; de no perder, sino ganar e incrementar el partido al haber conquistado el poder.

De tales figuras podrá escoger a las más capaces y experimentadas, sin poses sectarias, ni dejarse deslumbrar por presiones y promesas. Algunas que ya demostraron ineficacia y deslealtad son prescindibles.

Hay priistas que ya presumen cercanía con el próximo presidente y tienen ya una cauda de compromisos con viejos o nuevos colaboradores. Tendrá que estudiarlos bien, aprovechar a quienes de veras le sirvan, fuera de oportunismos. No por color partidista pierden capacidad y utilidad para el país; mas tampoco son imprescindibles.

Es designio subrayado del michoacano la integridad, lealtad y esfuerzo a toda prueba de sus segundos. De ahí que irá relevando a los cansados o desprestigiados sobre la marcha, para no llegar a la mitad o final con un gabinete inoperante y agotado, al que se le haga tarde tirar la toalla.

Los mexicanos bien nacidos esperan demasiado de Calderón por ser heredero de Hidalgo, Morelos, los hermanos López Rayón, Iturbide y prohombres revolucionarios y adalides de la democracia.

Y dentro de su partido, de Gómez Morín, González Luna, su propio padre Calderón Vega, Maquío y tantos que no tienen fama externa, pero dejaron el alma en la lucha, máxime cuando dar la cara era arriesgar vida, patrimonio y familia, y también de las hormigas panistas, que hacen talacha política callada y desinteresada.

En el DF Felipe tendrá que sentar premisas enérgicas de Gobierno.

Aprovechar su derecho a nombrar al procurador de justicia y al jefe de la Policía para que no se pervierta la impartición de justicia y la seguridad pública. No permitir se erija otro jefe de Gobierno propagandista de sí mismo y de su proyecto político, pues la capital del país es, básicamente, sede de los Poderes Federales; por lo que éstos merecen se les otorgue el lugar, resguardo y respeto que merecen, y no haya un merolico que los vilipendie a diario.

Básico en el nuevo Gobierno será el secretario de Gobernación, jefe de gabinete, ejecutor de la política interna. Tendrá que ser alguien con don y talante políticos, manos izquierda y derecha hábiles y enérgicas; fiel al presidente, que no le juegue las contras y -diríase- necesariamente panista, que inspire su acción en los principios elementales del partido, no sectaria sino ideológicamente y con apertura.

Seria tarea de Felipe será desarticular la subversión pejista.

Cierto que no va con él la actitud vengativa de mandar al paredón a sus oponentes, como lo hizo Fidel Castro y no se duda lo haría AMLO.

Esos episodios de sangre no tienen cabida en México.

Pero sí la aplicación de la Ley, enérgicamente y sin temor a ser tildado de autoritaria, porque hacer respetar el derecho de los demás no es reprimir, sino velar sólo por la estabilidad, indispensable valor para México, que lo han conculcado a su antojo perredistas y dizque izquierdistas logreros.

Requerirá el nuevo presidente aplicar una estrategia de comunicación social, que no dé cabida al abuso de la libertad de expresión por intereses inconfesables y respete las instituciones de la República, derechos y buena fama de los ciudadanos, humildes o encumbrados. En que no haya declaraciones impensadas sino reposadas que impriman a la Presidencia el sello de seriedad y decoro que debe proyectar.

Estrategia que implique una nueva relación con los medios, que ahora acusan sólo a los políticos de la polarización y crispación que vivimos, y no se responsabilizan del papel que ellos juegan, al grado de haber creado un Frankestain, que amenaza con arremeter también en contra suya.

Esta hora de Calderón está llamada a ser la hora del México de instituciones democráticas sólidas, a despecho de quienes quisieron aprovecharlas para fines aviesos y, al no poder, las fustigaron e intentaron nulificarlas.

El México de un Gobierno que lo saque de los ingentes problemas y logre acuerdos legislativos, mediante negociadores selectos y que restablezca a la vez el imperio de la Ley y la cordialidad, dentro y allende las fronteras, lejos de discordias y reyertas irracionales.

Un Gobierno así, fuerte y respetable, no se logrará con capitulaciones, acuerdos ficticios ni complicidades con mafias apátridas de cualquier índole.

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