Esta definición no es extraña para López Obrador por 25 mil taxis piratas que su Gobierno autorizó en el DF -una de tantas muestras de corrupción- para que sufragaran para su campaña y para los bolsillos de funcionarios perredistas, y porque en Tabasco se declaró gobernador moral en 2000, cuando perdió la elección ante Roberto Madrazo.
Terco en el ridículo y en enriquecer la picardía política, en Villahermosa montó su resistencia civil y rindió contrainformes ante los de Roberto hasta que líderes sociales y grupos civiles lo desalojaron de la Plaza de Armas, cuando su plantón ya daba lástima.
No hubo allá un Marcelo Ebrard quien le entregaba bolsas dinero, en nombre del regente Camacho Solís, por traer su Éxodo por la Democracia al Zócalo. Sus actuales cómplices maiceaban bien al incorruptible, quien hoy les correspondió con la jefatura de Gobierno del DF.
Expresó a Le Monde que su Convención Nacional Democrática lo declarará Presidente Legal y a Jorge Ramos, de Univisión, que es presidente de México; lo que no irritó sino engolosinó a sus fans, a quienes eso sí encabreró que Elba Esther llamara presidente electo a Calderón y candidato triunfador del dos de julio el presidente Fox.
Así confirmaron que lo loquito -como dice a los pejistas Carlos Navarrete, el propio líder de los senadores perredistas- se contagia. Por desgracia, esto es resultado de que se le permitió apoderarse de los medios desde diciembre de 2000, cuando asumió el Gobierno capitalino y empezó a criticar al presidente Fox por el horario de verano y cuestiones que, en todo caso, debió ventilar en la Asamblea del DF o en las cámaras mediante sus legisladores, sin faltarle al respeto al Jefe del Ejecutivo. Desplantes que le dieron popularidad pues estábamos acostumbrados a que el inquilino de Los Pinos era intocable.
No inhibió al Peje el respeto debido a la investidura presidencial ni su obligación como gobernante de la capital de la República, de resguardar las instituciones federales cuya sede constitucional es el DF, según el Pacto Federal.
Fueron luego sus plebiscitos telefónicos sobre aumento de tarifas del Metro y los segundos pisos, manejados y calificados por él mismo como democráticos y definitivos, pese a que recibían unos cientos de llamadas. Ahí mostró que para él sólo es democracia la que él manipula a su conveniencia.
Desde sus entrevistas mañaneras fijó la agenda nacional, vapuleó a quien quiso, incluso a los Poderes de la Unión, secundado por perredistas de toda laya, que tienen la lengua muy suelta; sin que los contrarrestara una estrategia del Gobierno Federal ni del PAN, como partido gobernante.
No extraña de éste, pues es alérgico a la prensa; mas la Federación debió ponerlo en su lugar y no permitir surgiera el Frankestein que es hoy.
Que la fuerza mediática es decisiva se demostró en el desafuero. La machacona insistencia del presidente sobre que la Ley no se negociaría ante el desacato a un amparo del Poder Judicial, redituó gran popularidad al Peje y el trance fue ratificación clara del apotegma de D. Jesús Reyes Heroles: lo que resiste apoya.
Con su cínico voltear las cosas, AMLO reafirmó el papel de víctima que adoptó desde los videos en que Carlos Ahumada entregó la dolariza a perredistas cercanísimos a él, como Bejarano, Imaz y Sosamontes, maniobra en que se escudó para no indagar la corrupción que corroyó a su Gobierno.
Como único candidato presidencial por un tiempo se sintió indestructible, aliado a los medios, y si anunció que no los usaría tanto como su opositor panista por falta (?) de dinero, pronto se arrepintió al ver que perdía terreno.
En contraste, echó la casa por la ventana en inventar mentiras y calumnias contra Calderón y, desesperado, lanzó la del cuñado incómodo, que jamás pudo comprobar, pero sí bamboleó a Felipe.
Mucho podría aducirse para demostrar que AMLO es producto mediático. Desde gobernante del DF nunca cumplió sus promesas, pero sí se hizo propaganda a costa de los pobres. Sus ofertas de campaña fueron deleznables, pero se envolvió de nuevo en la bandera de los desvalidos contra los potentados, sin importarle dividir a los mexicanos.
Mediante su juego con los medios se llamó el salvador del país, rechazó críticas -la mayoría ciertas- de sus oponentes, se dijo calumniado con spots del panista y logró que el IFE y el Tribunal Electoral lo apoyaran en ello, si bien ahora los vapulea por no seguirle de nuevo el juego. Hoy tiene en jaque a las instituciones nacionales, pues logró meter en la cabeza de sus fans que hubo fraude electoral, porque los votantes le dieron la espalda.
Se dice Presidente de México cuando quiere, pero hay de que llamen así -ni siquiera candidato triunfante- a quien lo derrotó el dos de julio. En una palabra, ganó la batalla mediática, y en el PAN y el gobierno se niegan a reconocerlo.
En una paráfrasis de la leyenda homérica, Franz Kafka cuenta que cuando Ulises regresaba a Itaca se amarró al mástil de su nave y tapó con cera los oídos para no caer seducido por el mítico canto de las sirenas. Al darse ellas cuenta del ardid, emplearon sus mejores encantos, pues no desistían de hacer víctima al héroe. Como no lograran su anhelo, emplearon el silencio de arma definitiva y, al verse de todos modos derrotadas, prefirieron suicidarse.
La fábula kafkiana enseña que si los medios le aplicaran la Ley del hielo al Peje, no sería remoto que desistiera de alborotar y se suicidara políticamente, al faltarle su mejor arma, y ya no lucirían sus encantos de seducción, a los que sus aduladores llaman carisma, mesianismo o capacidad de convocatoria.
Se quedaría sin eco y moriría de frustración. Recuérdese cuánto le molestó que la agonía de Juan Pablo II le restara reflectores, y hace poco irrumpió en un noticiero de Televisa (cuyas instalaciones ya bloquearon un día sus fans).
Además de que prohibió en sus plantones leer determinados diarios y sintonizar algunos canales de radio y TV, una muestra más de su irrestricto respeto a la libertad de expresión. Pobre Peje, como su caudillaje del PRD está en su posibilidad de ser Presidente y se acerca el día en que el TRIFE disipará su sueño, siente que irá quedándose solo, cual mexicano curioso -igual que Marcos- ya ni siquiera como presidente pirata.