Todos los mexicanos queremos creer que el conflicto post electoral ha concluido con la declaración de Felipe Calderón como presidente electo.
Lamentablemente no será así, por el contrario tendremos que acostumbrarnos a vivir varios meses y quizá años de protestas de inconformidad en contra de los gobiernos panistas.
Además de leyes electores imperfectas y poco funcionales, México sufre una profunda división política.
Antes había dos grandes grupos: los del PRI y lo que estaban en contra del PRI.
Ahora existen tres grupos políticos diseminados entre el PAN, PRD y PRI, amén de infinidad de divisiones al interior de estos partidos así como en el resto de los partidos minoritarios.
Es el costo o mejor dicho el precio para alcanzar la democracia que México y los mexicanos deseamos vivir.
Hasta ahora el proceso a la democracia ha generado enormes costos económicos y también políticos, pero con la gran ventaja de haber transcurrido de un clima de paz social.
En 1994 con la insurrección de Chiapas y el crimen de Luis Donaldo Colosio se pensó que la violencia se desataría a lo largo y ancho del país. No ocurrió así afortunadamente.
Tampoco pasó nada luego del triunfo de Vicente Fox en el año 2000 a pesar que muchas voces anticipaban un México convulso porque el PRI no soltaría el poder.
Hoy vivimos una crisis política nunca antes vista luego de una elección cerradísima, pero exenta de violencia, vaya ni siquiera en la Ciudad de México se han registrado tragedias qué lamentar a pesar de los exabruptos cada vez más intensos.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus huestes han hecho infinidad de locuras en la Ciudad de México como la de impedir la lectura del Sexto Informe presidencial.
Pero están desarmados y hasta el momento no han tomado acciones de violencia, la resistencia civil y pacífica ha sido acatada por los seguidores del PRD.
Muchos mexicanos creímos ingenuamente que bastaban unas elecciones limpias y concurridas para declarar la democracia. Pensamos que con la transición de 2000 en un ambiente de paz y civilidad, México entraría de lleno al mundo desarrollado.
Se nos olvida que la democracia es apenas una vía por no decir que un simple instrumento para promover el avance social y económico de los pueblos.
En seis años fue muy poco lo alcanzado en materia social, educativa y económica. Quizá por tal razón las dos terceras partes de los electores mexicanos optaron por partidos de izquierda o seudoizquierda como es el PRI y el PRD.
Apenas un 35 por ciento eligió la continuidad de un partido de derecha como es el PAN.
Era de esperarse que los perredistas hicieran hasta lo imposible por quedarse con la Presidencia y más cuando Andrés Manuel encabezó dos años las preferencias electorales.
Obviamente Felipe Calderón no podrá atenuar el rezago y la desigualdad social que sufre México desde hace muchos siglos. ¿Cómo lograrlo en apenas seis años?
El reto entonces es delinear una visión conjunta entre los partidos para el México del año 2030 a 2050. No es nada fácil cuando todavía los partidos están en el nivel primario de pensar únicamente quién tiene y merece el poder.
Si López Obrador pensara con visión de estadista no le importaría tanto quién gobernara a México, sino como respaldar a los millones de ciudadanos que luchan por una vida y un empleo dignos.
Obviamente el ex candidato presidencial tendrá que modificar su estrategia. O acata las leyes y asume el papel del líder carismático y popular vigilante del próximo Gobierno o de plano radicaliza su postura intransigente para boicotear leyes, desfiles militares e incluso la transmisión de poderes.
La decisión no fácil para un líder mesiánico y autócrata, pero como dicen en el pueblo ?no hay loco que coma lumbre? y López Obrador es a final de cuentas un hombre forjado en un sistema político sujeto a las leyes.
No pasará mucho tiempo para conocer el destino de un hombre que por sus berrinches está a punto de dar al traste con su destacada carrera política.
Envíanos tu opinión a:
josahealy@hotmail.com
