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Actitudes/Reforma migratoria olvidada

José Santiago Healy

Las marchas a favor de los inmigrantes en la Unión Americana y el proceso electoral de México, fueron los sucesos que más impactaron durante 2006 a los mexicanos que vivimos allende de la frontera.

Ambos acontecimientos arrojaron profundas reflexiones, pero al mismo tiempo dejaron un sabor amargo nada fácil de superar.

A partir de abril y cuando nadie se lo esperaba, contingentes tumultuosos de inmigrantes, la mayoría de ellos de origen hispano, tomaron las calles de las principales ciudades norteamericanas para demandar un trato digno y justo para los indocumentados.

Se trataba de una reacción espontánea de miles de jóvenes contra la Ley Sensenbrenner que proponía convertir en delito federal a la inmigración ilegal.

El mensaje fue tan claro y directo que el Senado norteamericano rechazó esta iniciativa de Ley, pero sin que prosperaran los intentos para legalizar a millones de trabajadores.

Ni siquiera la propuesta del presidente Bush que fue promovida con toda la fuerza del aparato estatal, alcanzó su cometido de tender una mano a los millones de inmigrantes que contribuyen con su mano de obra y su intelecto al crecimiento de Estados Unidos sin recibir beneficios laborales, legales ni de salud.

Las marchas multitudinarias despertaron de su adormecimiento al tumultuoso mundo de inmigrantes que por temor a perder su trabajo y a ser deportados jamás habían salido a luchar abiertamente por sus derechos como personas y ciudadanos.

Paralelamente también levantó a los sectores retrógrados con sus sentimientos xenofóbicos.

Al final de cuentas el Congreso aprobó acciones duras para frenar el flujo de indocumentados, entre ellos el nuevo muro de más de mil kilómetros a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos.

Sin embargo nada se logró en materia de legalización de inmigrantes como tampoco se ampliaron los programas para visas de trabajo o trabajadores huéspedes. La victoria, pues, fue pírrica y dejó un sentimiento negativo en la comunidad hispana de Norteamérica que vio frustradas sus esperanzas de una reforma migratoria digna y humana.

Vistas desde el extranjero, las elecciones en México sirvieron para recordar el atraso político y electoral de nuestro país.

Las fastuosas campañas políticas regidas por un sistema electoral modernizado a muy altos costos, terminaron en una batalla campal entre los partidos políticos y sus respectivas huestes.

De nada valió ?ciudadanizar? el Instituto Federal Electoral como tampoco sus sofisticados sistemas de computación. Al final del día se creó una enorme confusión por los resultados electorales lo que dio pauta a las protestas agobiantes del PRD y su entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.

La tibieza oficial se impuso al orden legal y la Ciudad de México y en general el país fue secuestrado durante casi dos meses por un partido que demandaba un triunfo que nunca pudo comprobar.

El proceso electoral se consumó el primero de diciembre cuando Felipe Calderón del Partido Acción Nacional tomó protesta como presidente de México en un Congreso dividido y amenazado por una crisis constitucional.

Se superaron escollos y México logró una transmisión de poderes pacífica y democrática, pero persiste el malestar ante las irregularidades evidenciadas por partidos y gobernantes.

El México de 2007 se avizora con un moderado optimismo ante la llegada de un presidente joven con un nuevo equipo, nuevas ideas y planes de acción.

Pero en la Unión Americana el panorama luce sombrío. Con dos años más del Gobierno de Bush y un Congreso demócrata dividido será difícil concretar la olvidada reforma migratoria.

Un feliz 2007 con mucho trabajo, salud y prosperidad son nuestros mejores deseos.

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josahealy@hotmail.com

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