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Actitudes| Será una larga guerra

José Santiago Healy

A pesar de las críticas una cosa es cierta: Estados Unidos no ha sufrido en su territorio otro atentado terrorista desde el ataque realizado en septiembre de 2001.

Los errores tácticos y políticos del Gobierno de George W. Bush han sido enormes, desde promover una guerra en contra de Irak hasta su trato infrahumano de los prisioneros relacionados con el terrorismo.

El hecho que Osama bin Laden permanezca libre y activo es otra de las grandes pifias de la Inteligencia norteamericana y sus aliados, amén de no haber alcanzado una estabilidad razonable en Oriente Medio.

Hoy a cinco años de los salvajes atentados contra Nueva York y Washington, no existe duda que el mundo es más inseguro y vulnerable. Aquellos tiempos cuando volar en un avión o un tren comercial era casi un paraíso, han quedado atrás.

Las medidas de seguridad llegaron a tales extremos que los viajes aéreos son en la actualidad una experiencia tortuosa, tensa y agotadora, especialmente en tierra norteamericana y europea donde el terrorismo ha golpeado con más fuerza.

Pero es justo hablar de los aspectos positivos que dejó la amarga experiencia de 2001.

En primer lugar el mundo entero vivió una solidaridad nunca antes vista con el pueblo norteamericano a raíz de los trágicos avionazos.

Quedó muy claro el sentimiento de dolor, impotencia y repudio contra ese bestial mal del terrorismo que no tiene el más mínimo respeto y consideración por los seres humanos sean de cualesquier raza, color y nacionalidad.

Porque entre los casi tres mil muertos de las Torres Gemelas había anglos, orientales, árabes, latinos, europeos. Si el blanco era el Gobierno de Estados Unidos, ¿por qué no atacaron una base militar en lugar de un edificio de civiles?

Septiembre 11 fue un despertar violento e inesperado pero necesario para ubicar a Norteamérica y al mundo occidental en torno a esta pesadilla llamada terrorismo.

Estados Unidos estaba acostumbrado a vivir de forma relajada y sin muchas precauciones a pesar de contar con tantos enemigos en el mundo.

Con todo y que Bush hizo su tarea al interior de su país, desaprovechó la oportunidad para combinar el poder económico y militar de Estados Unidos con un liderazgo moral y político. Cuánto bien le habría hecho a la humanidad un líder con sabiduría y humildad en estos tiempos de desconfianza y crisis de valores.

No obstante Bush y su Gobierno tuvieron aciertos importantes como el derrocamiento y captura de Saddam Hussein, quien junto a Bin Laden representaban la peor amenaza para el mundo.

Además el Gobierno yanqui desarrolló un sistema de seguridad interno muy complicado y con limitaciones para la libertad cotidiana, pero hasta ahora efectivo.

Es muy probable que otro Gobierno menos belicoso y más inteligente que el de Bush hubiera combatido el terrorismo en Oriente Medio con mayor efectividad y sin ocasionar la muerte de tantas personas inocentes.

Pero también es justo decir que en una guerra con enemigos tan peligrosos y huidizos como son los terroristas, la lucha emprendida por Estados Unidos ha logrado resultados positivos al menos dentro de su país.

De lo que ocurre en otras latitudes muy poco sabemos y no descartamos la posibilidad de que las invasiones a Irak y Afganistán sean el semillero para futuros grupos de terror.

Lo cierto es que apenas se libran las primeras batallas de una guerra que se antoja larga y muy onerosa para la humanidad. El terrorismo es un cáncer mundial que todos, desde nuestras trincheras, estamos obligados a combatir.

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