No cabe duda que más sabe el diablo por viejo que por diablo, especialmente en la política.
A tres semanas de los comicios y ante el desconcierto por la elección presidencial, los jerarcas del PRI no pierden su tiempo a pesar de haber sufrido el peor descalabro electoral de su historia.
Por un lado las huestes de Roberto Madrazo expulsaron a la maestra Elba Ester Gordillo, pero no por el daño que pudo haber causado al PRI, sino para evitar su regreso triunfal al edificio de Insurgentes, allá en la capital azteca.
Y cuando los gobernadores priistas se organizaban para planear la caída del equipo madracista, sus principales alfiles “madrugaron” para tomar el control de las bancadas priistas tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores.
Como coordinadores fueron designados Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones, ambos aparentan ser de bandos distintos del PRI pero a final de cuentas son los mismos que han contribuido a las crisis políticas y económicas del México contemporáneo.
Junto a Roberto Madrazo, Mariano Palacios, Manuel Bartlett, Carlos Salinas de Gortari, Francisco Labastida, Enrique Jackson, entre cientos más, integran esa generación perdida de priistas que no supo darle un giro a México cuando más lo necesitaba.
Todos gozaron los beneficios del sistema a través de estudios universitarios y post grado y a pesar que sabían que el mundo se transformaba de forma veloz, estos políticos dejaron pasar oportunidades y optaron por hundir a México a cambio de mantener el poder.
Así sucedió en 1988 cuando Salinas de Gortari asume la Presidencia en medio de una elección fraudulenta y estos personajes, algunos de ellos jóvenes con enorme porvenir, tomaron el camino fácil del autoritarismo y la cerrazón política.
Más tarde la ambición desmedida de esta clase gobernante complica el conflicto de Chiapas y genera tal lucha de poder que provoca el asesinato de Luis Donaldo Colosio, amén de un caos político y económico que no se veía en México en cincuenta años.
Vendría entonces el Gobierno de Ernesto Zedillo en donde la generación perdida se dedicó a poner zancadillas y lanzar patadas bajo la mesa porque los vientos de mando no les favorecían con todo y que se trataba del mismo partido en el poder.
El triunfo de la Oposición en 2000 los tomó por sorpresa. Estaban tan enfrascados en la lucha interna que no visualizaron la llegada del fin de la hegemonía tricolor.
Lamentablemente no aprendieron la lección, por el contrario repitieron la dosis. En los últimos seis años se dedicaron a hacerle la vida de cuadritos al nuevo Gobierno. Ahí estuvieron los mismos personajes -Madrazo, Bartlett, Beltrones, Jackson y Gamboa- evitando toda reforma en el Congreso y ridiculizando a Fox y su Gobierno una y otra vez.
Llega 2006 y se empeñan en llevar a Madrazo a Los Pinos a pesar de una fuerte oposición al interior y también al exterior del tricolor.
Los resultados están a la vista. El PRI obtuvo menos de diez millones de votos con apenas el 22.6 por ciento de los sufragios, un porcentaje irrisorio para un partido que gobernó a México durante setenta años. Ellos son los mismos que llevaron a su partido a la ruina y a Madrazo al fracaso y ahora se resisten a dejar el mando a las nuevas generaciones.
Por fortuna el México de hoy ya los conoce y los identifica a la perfección. Por ello fueron muy pocos los que votaron por ese PRI vetusto.
El punto crítico es que jugarán un papel clave en los próximos años porque para lograr reformas, los partidos tendrán que aliarse en las Cámaras de Diputados y Senadores.
Ya veremos si en esta ocasión le apuestan a México y no a sus ambiciones desmedidas por recuperar la silla presidencial.
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