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Addenda| El hombre de Estado

Germán Froto y Madariaga

La autoridad tiene por disposición legal el uso de la fuerza pública para hacer valer sus determinaciones y preservar el orden público.

Si lo queremos ver desde otro punto de vista, es el uso de la fuerza pero institucionalizada.

No hay otra forma de que prevalezca la paz social más que la que entraña que la autoridad imponga sus determinaciones, si es necesario, constriñendo por la fuerza a los obligados a que ajusten su conducta a las normas de derecho.

Debo puntualizar que soy enemigo del uso de la fuerza de primera intención. Antes de ello, como se ha dicho, hay otras formas de solucionar los problemas sociales, entre otras, el diálogo respetuoso y razonado.

Pero llega un momento en que las fases se agotan; los límites se rebasan y la autoridad tiene que actuar para salvaguardar el interés de la mayoría.

Esto es lo que está sucediendo en Oaxaca, en donde la autoridad agotó la fase del diálogo, de la búsqueda de consensos y llegó el momento de tomar otras determinaciones, concretamente la entrada de la AFI para recuperar parte de la ciudad, aunque se haya hecho hasta ahora a medias tintas.

Visto está que los grupos radicales incrustados en la Sección 22 del magisterio y los de la APPO no van a dar por terminado el movimiento. Quieren la desestabilización no sólo de Oaxaca, sino de otras partes del país y llegaron al extremo de amenazar al presidente electo de México, lo cual han hecho al grito de: ?Si Ulises no se va, Calderón no pasará?. Se han apertrechado en la Universidad, como sí ésta fuera sitio mágico de impunidad.

La forma en que se ha comportado en este conflicto el presidente Vicente Fox, me hizo volver los ojos a la lectura de dos estudios sobre la personalidad de Gabriel de Mirabeau, político francés que participó activamente en la revolución de 1789.

Los estudios fueron realizados, uno, por José Ortega y Gasset y el otro, por Jesús Reyes Heroles, padre.

En ellos los dos estudiosos de la política analizan la personalidad y forma de actuar de Mirabeau, para llegar a concluir, entre otras, que el político no puede actuar ni pensar como lo haría un hombre ordinario. Porque si así lo hiciera no lograría mantenerse en el poder.

Por eso, Reyes Heroles afirma que: ?Al político no hay que medirlo, en lo que toca a (la) moral, con el rasero que se emplea para el hombre común?.

?Un hombre escrupuloso no puede ser un hombre de acción?, añade Ortega y Gasset.

Por eso, un hombre que repara en detalles de las acciones que va a realizar o minimiza los problemas, se paraliza, no actúa.

Y eso es lo que le ha sucedido a Vicente Fox. Sus escrúpulos le impiden tomar una decisión que implique el uso de la fuerza pública en forma eficaz, porque según él, no quiere mancharse las manos de sangre. No obstante ello, paradójicamente su inactividad ha causado ya la muerte de quince personas.

Cierto es que hay un momento para todo. La oportunidad es fundamental en política. Pero en el conflicto de Oaxaca las cosas llegaron desde hace semanas a ese momento en que la autoridad está obligada a hacer uso de la fuerza pública y el pueblo lo va a entender. No obstante ello, la decisión se pospuso y coincidentemente no fue hasta que se produjo el homicidio de un periodista extranjero que se decidieron a actuar, como si la muerte de éste fuera más importante que la de más de una docena de mexicanos.

Es cierto que si la autoridad hace uso de esta fuerza de primera intención se mostrará ante la mayoría del pueblo como represora e intolerante. Pero también lo es que si trascurre mucho tiempo sin que recurra a la fuerza y el conflicto se mantiene, se mostrará como débil y pusilánime. ¿Qué es preferible?

No era posible atender las voces de aquellos que pedían el uso de la fuerza pública ?pero sin violencia?. El solo uso de esa fuerza es de por sí violento. Entre otros factores, visto está, porque los que mantienen el conflicto y se niegan a aceptar una solución distinta a sus exigencias, están armados y dispuestos a defenderse. Luego entonces, la fuerza pública tendrá que actuar irremediablemente con violencia.

Lo deseable era entonces una operación policiaca para recuperar la ciudad de Oaxaca, con de violencia, pero dentro de la ley. Bien coordinada y mejor ejecutada. Pero de que tendría que haber violencia, eso sin duda. Y tampoco queda duda que tendrán que ejecutar las órdenes de aprehensión que existen contra algunos dirigentes de esas organizaciones, especialmente de la APPO, por más que de eso ni se hable.

Si a quienes violentan los derechos de terceros, agreden, dañan propiedades públicas y privadas, saquean y llegar al grado del asesinato, no les pasa nada, lo van a seguir haciendo siempre.

El político no se puede detener a pensar en las consecuencias ordinarias de sus actos, como lo haría el hombre común. Debe de actuar. Dentro de la ley, pero con energía y determinación.

Tiene que estar consciente de que las decisiones que tome gustarán a unos y disgustarán a otros. Pero si lo está haciendo en aplicación del derecho y para conservar la paz y seguridad sociales, estará obrando correctamente.

Por eso son grandes hombres o mujeres. Por eso pasan a la historia. En la historia triunfa la vitalidad de los hombres de Estado. La perfección espiritual, con todas las virtudes que conlleva, es para los santos.

Quien se decide a luchar por convertirse en un hombre de Estado debe saber que tendrá que actuar sin tomar en cuenta los ?pequeños? detalles que pugnan contra sus virtudes, que por lo común, son también pequeñas.

Si alguien no está dispuesto a ello, no debe buscar esas posiciones desde las cuales tendrá que tomar decisiones dolorosas, quizá, pero necesarias para garantizarle a otros la paz y seguridad que son indispensables para vivir en sociedad.

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