Mientras en México el subcomandante Marcos inicia “La otra campaña”, con miras a sabrá Dios qué objetivo, en Italia una Corte deberá decidir en las próximas semanas si Jesús realmente existió hace dos mil años.
Curiosamente la nueva campaña de Marcos ha causado cierto temor o miedo en algunos sectores sociales y como no sea su permanente ánimo de notoriedad y reflectores, nadie entiende cuál es la razón para que éste arranque una campaña que tiende a desacreditar a todos los actores políticos nacionales, de manera especial a aquellos que están contendiendo por la Presidencia de la República.
El miedo es un sentimiento que generalmente se origina en la mente de las personas. Para que un terrorista exista, por ejemplo, se requiere que haya un aterrorizado. Sin éste el otro no existe.
¿Qué peligro real representa Marcos al recorrer el país criticando todo lo que se mueva y a cuantos no respalden su actitud? A mi juicio ninguno.
Es como si el “Espanto III”, insigne luchador enmascarado, decidiera hacer lo mismo que Marcos y convocara a todos los amantes de la lucha libre (que somos muchos, por cierto) a abandonar las filas de los partidos políticos y rechazar toda forma de participación en la contienda de este año.
En ambos casos se estaría revolviendo la gimnasia con la magnesia; porque una cosa es el espectáculo de los costalazos y otra la responsabilidad cívica de elegir gobernantes.
En ejercicio de su derecho constitucional a la libre manifestación de las ideas, Marcos puede decir lo que quiera. Pero si él no está compitiendo legalmente por un cargo público, lo que diga o deje de decir no es más que la opinión de un simple ciudadano.
Estoy seguro que después de recorrer el país al estilo del Che Guevara, Marcos volverá a su refugio selvático. No pasará de que la gente acuda a verlo por natural curiosidad y quizá hasta tomarse una foto con él, como lo hacen algunos otros en la Arena Olímpico Laguna con “El Soberano” o “El Último Guerrero”.
El miedo respecto de lo que pueda pasar con Marcos y su otra campaña existe sólo en las mentes de aquellos que torpemente creen que con ello se puede desestabilizar al país o sabotear las elecciones del próximo mes de julio.
Por su parte, Luigi Caccioli, escritor ateo, quien en sus juventudes fue seminarista, demandó ante tribunales italianos a un ex compañero y sacerdote católico, Enrico Righi, sosteniendo que éste violó la Ley de “abuso de la creencia popular” (creada para proteger a la gente de ser estafada o timada) al publicar en un diario parroquial pasajes sobre la vida de Jesús, sin tener pruebas de su existencia.
Como Caccioli sostiene en su libro: “La Fábula de Jesús”, que El Nazareno no existió, sino que la Iglesia Católica “construyó la figura de Cristo basada en la personalidad de Juan de Gamala, un hombre de origen judío del siglo I que peleó contra los romanos”, afirma que ahora Righi deberá probar que Jesús existió, pues de otra manera él y toda la Iglesia incurrirán en una violación a las leyes italianas.
Qué ganas de Caccioli, al igual que Marcos, de buscar notoriedad al controvertir la existencia de una figura como la de Cristo.
Porque este ateo sabe que difícilmente logrará una resolución favorable. Y aunque así fuera, una sentencia de esa naturaleza, ¿cambiaría en algo la fe y creencias de millones de personas en el mundo?
Claro está que no. ¡Ah!, pero el tal Caccioli ya logró llamar nuestra atención y que uno que otro nos pusiéramos a investigar sobre su citado libro y otras consideraciones más, de manera especial sobre los sacerdotes astrólogos que de acuerdo con estudio viajaron de Anatolia a Jerusalén y que nosotros identificamos como los Reyes Magos.
Creer en la figura de Jesús, el Cristo, el Nazareno, es sin duda una cuestión de fe y el mundo cristiano se mueve en torno de Él y su doctrina desde hace más de dos mil años.
¿Tiene acaso importancia lo que diga un tribunal italiano a ese respecto?
¿Tiene acaso trascendencia lo que diga Marcos?
Usted responda a estas interrogantes.
