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Addenda/¿La historia se repetirá?

Germán Froto y Madariaga

Estoy consciente que en etapas como la presente, las conjeturas van y vienen constantemente.

Uno escucha demasiadas hipótesis sobre el porvenir. Desde las más descabelladas, hasta las simplonas, todas tienen algo que ver con la posible llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República.

Que si la única forma de detenerlo es atentando contra su vida. Que a su llegada el país se va a colapsar. Que, en su obsesión sobre el Fobaproa se lanzará contra los banqueros que abusaron de ese fondo de salvación bancaria. Que impulsará leyes para que, en las casas de los ricos, junto a ellos, vivan los pobres.

Este es el país de la rumorología, en donde todo es posible y nada es probable.

Pero entre tantos dimes y diretes hay datos que son dignos de tomarse en cuenta, cuando menos para sustentar una reflexión sobre el futuro de la nación.

Uno de esos datos, que me llamó la atención, es el referente a la recurrencia de crisis y enfrentamientos fratricidas que se han presentado en la historia de los últimos siglos.

Lo peor que le podría pasar al país es precisamente un enfrentamiento entre hermanos, que en las condiciones actuales podría ser (y sólo podría ser) de consecuencias catastróficas.

La historia es la historia. Y de ella se desprenden lecciones importantes. Por ello se asevera que un pueblo que no conoce su historia está condenado al fracaso o a incurrir cíclicamente en los mismos errores.

Por citar sólo los dos datos más cercanos al momento en que vivimos, recordemos que en 1810 estalló el movimiento de Independencia, en el que si bien la lucha se enderezó en contra de la Corona española, la confrontación entre los grupos sociales que poblaban nuestro territorio fue cruenta.

Algo semejante sucedió en 1910, durante la Revolución, pues primero fue la lucha de Francisco I. Madero contra la dictadura de Porfirio Díaz y luego, en su segunda etapa, la de Venustiano Carranza contra el Gobierno usurpador de Victoriano Huerta, pasando por los enfrentamientos entre los distintos bandos surgidos de la Revolución.

El punto, ahora, es saber si en el 2010 no se generará un nuevo estallido social que enfrente a hermanos contra hermanos.

La polarización entre los diversos partidos políticos y sus candidatos es cada vez mayor, lo que entre otras cosas, ha generado en ciertos grupos la intención de abstenerse de votar en las próximas elecciones, pues ninguno de los candidatos convence a sus integrantes de sufragar a su favor.

Como en la democracia gana el que obtenga más votos de entre el número de emitidos, esto puede provocar a su vez que quien gane la elección lo haga por una simple mayoría, que en términos absolutos se convertiría en una evidente minoría de electores.

Si tal fuera, el presidente de la República sería un presidente débil, pues además de no contar con una mayoría significativa de ciudadanos que respaldaran su gestión, tendría en contra (como ya sucedió) a los partidos opositores cuyos candidatos hayan resultado perdedores en la contienda.

En el contexto actual, quien tiene más posibilidades de alzarse con el triunfo, es Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática.

Pero resulta que es el candidato al que más temen algunos grupos sociales poderosos y en el que más esperanzas fincan los grupos mayoritarios y más desprotegidos del país.

Suponiendo que López Obrador ganara la elección y no colma en sus primeros años de Gobierno las expectativas de esos sectores mayoritarios y se pasa el tiempo enfrentándose con sus adversarios, crecerá la inconformidad social y por tanto las posibilidades de un estallido social.

Las expectativas de cambio que generó Vicente Fox fueron muchas; y al no cumplirlas cabalmente, una buena parte del país cayó en la decepción y en cierto grado en la desesperanza.

Si tal situación se repitiera de nueva cuenta durante el próximo sexenio, no sería remoto que el pueblo pasara de la desesperanza a la desesperación. Y de ahí, a jugarse el todo por el todo en busca de un cambio real.

Resulta claro que no todo cuanto propone López Obrador se puede cumplir. Pero el ciudadano común no lo ve así. Él cree que el estado actual de cosas puede cambiar casi de la noche a la mañana. Como lo creyó con Fox.

Por eso es factible que caiga de nueva cuenta en una decepción grave.

No obstante todo lo aquí escrito, el fatídico décimo año del presente siglo puede ser distinto a los anteriores.

Pero sólo si somos capaces de anteponer el interés nacional por encima de cualesquier otro tipo de interés.

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