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Addenda/Lecciones

Germán Froto y Madariaga

De las elecciones del domingo pasado derivan varias lecciones que los ciudadanos y los partidos tendremos que asimilar si queremos en verdad construir un México mejor.

Por razones de espacio trataremos aquí sólo algunas de ellas, básicamente: la lección para el pueblo y las que corresponden a cada uno de los tres partidos más importantes del escenario político.

Es la nuestra una sociedad compuesta por ciudadanos promedio que no creen en sus instituciones; y por políticos que en su mayoría son incongruentes.

Por más sólida que haya demostrado ser una institución como el Instituto Federal Electoral, el hombre de la calle ve con suspicacia sus acciones y hay quienes llegan al extremo de afirmar que el presidente de la república presionó a sus integrantes para que declararan ganador a Felipe Calderón.

Lo que vimos y atestiguamos fue una elección bien llevada, en la que las dudas y la incertidumbre fue generada por los partidos, no por el IFE. De más de ciento treinta mil quinientas mesas de casillas, sólo dejaron de instalarse ocho y a ningún ciudadano se le impidió votar, como no fuera porque ya se habían agotado las boletas, como sucedió en las casillas especiales.

Los resultados que arrojó el PREP no perfilaban un ganador y por tanto no había manera de anunciar a quién beneficiaban las tendencias. Se hizo entonces lo correcto, pues actuar de otra forma hubiera sido irresponsable.

Pero además, hay contendientes que son incongruentes. Andrés Manuel López Obrador dijo en repetidas ocasiones que él respetaría el resultado de la elección aunque la diferencia fuera de un voto. Sin embargo, hoy anuncia su decisión de impugnar el proceso.

Como pueblo tenemos que aprender a confiar en nuestras instituciones y a aceptar hoy como nunca que nuestro voto es el que decide el rumbo del país.

Pero los partidos (PRI, PRD y PAN) tienen que aprender a su vez las lecciones que arrojó el proceso pasado. La lección más clara y dolorosa es para el PRI, pues nunca en toda su historia había visto tan diezmada su presencia electoral como ahora.

Los factores que lo llevaron a esta lamentable situación son muchos. Pero de manera especial está el empecinamiento de Roberto Madrazo en ser él el candidato a la Presidencia y la pasividad de muchos de los liderazgos internos que así lo permitieron.

Es indispensable que el PRI inicie cuanto antes una reestructuración a fondo, pues es ésta la cuarta llamada y las tres anteriores no fueron atendidas. La primera fue en 94 con el asesinato de Luis Donaldo Colosio; la segunda en 97 cuando perdió la mayoría en el Congreso; la tercera en 2000; y ahora la cuarta que lo convierte en la tercera fuerza electoral del país. La reestructuración para el PRI no admite dilaciones.

A su vez el PAN tiene que aprender que no puede gobernar solo, ni realizar los cambios que la República requiere sin el consenso de los otros partidos. El propio Felipe Calderón ya lo advirtió así cuando sostuvo el jueves pasado que: “Desde hoy convoco a todos a que con generosidad y patriotismo logremos la integración de un Gobierno de unidad nacional que me propongo encabezar”. Para Calderón debe estar claro que no tiene otra alternativa que construir un Gobierno de unidad; pues de no hacerlo así tendría serios problemas de gobernabilidad, porque su gestión contará sólo con el voto del treinta y cinco por ciento y tendrá un sesenta y cinco en contra. No contará tampoco con la mayoría del Congreso.

Por su parte el PRD tiene que admitir que le ganó la soberbia y se dedicó a desdeñar desde a algunos de sus correligionarios (como Cárdenas), hasta sectores importantes como los empresarios. Apostó abiertamente a la fuerza de un solo sector (los pobres) y si bien éstos deben ser prioridad no lo pueden ser todo.

Generó también una sensación si se quiere infundada, pero sensación al fin, de temor entre la población y eso hizo que buen número de electores saliera a la calle para cerrarle el paso a la Presidencia.

Andrés Manuel pretende (exige) ahora que el Tribunal Electoral Federal cuente voto por voto a sabiendas de que ello no es jurídicamente posible y para ello se apoya en el “principio de certeza”. Pero ese principio no significa lo que él sostiene.

Tampoco puede condicionar su aceptación de la decisión del Tribunal a que éste haga las cosas como él las quiere. Este Tribunal, como cualquier otro, no cumple caprichos. Resuelve conforme a la Ley y a las pruebas que se le aporten. Los magistrados tendrán además que fundar y motivar su determinación y deberán hacerlo con objetividad y libremente.

Desde luego que el PRD está en todo su derecho de hacer uso de los recursos que la Ley le otorga en su afán de obtener una sentencia favorable. Pero lo que no puede hacer es tratar de presionar al Tribunal para que haga lo que ese partido quiere.

Si de la reunión a la que ha convocado este sábado Andrés Manuel López Obrador se desencadenan acciones de protesta que impliquen bloqueos, plantones y acciones de hecho para lograr su propósito, el PRD se va a volver a equivocar, pues lo último que quiere la gente es que se genere inestabilidad política.

Si el PRD cae en esa tentación estará mostrando una cara que mucho trabajo le costó limpiar y lo único que logrará será el repudio generalizado de la ciudadanía.

Tenemos que apoyar el fortalecimiento de nuestras instituciones; creer en ellas y demostrar con hechos que en efecto en la democracia se gana o se pierde con unos cuantos votos o con miles de ellos.

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