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Addenda/Nuevas alternativas

Germán Froto y Madariaga

En las últimas semanas hemos estado escuchando, cada vez con más insistencia, que muchas personas no irán a votar, porque ninguno de los cinco candidatos las convence.

En el mejor de los casos (¡qué lamentable!) hay quienes afirman que a su juicio tendrán que escoger entre el menos malo de los aspirantes a la Presidencia de la República.

En el primer caso, de manera excepcional, es posible que se presente un escenario en el que un sector importante del electorado se abstenga de votar como una forma de manifestar su inconformidad. En efecto, si los partidos no colmaron sus expectativas, la mejor manera de hacérselo saber es no acudiendo a sufragar.

En el segundo caso, se cumple con la obligación de votar, pero el ciudadano se ve impelido a escoger al “menos malo” de entre los candidatos. Aún así, es también lamentable que el elector tenga que actuar de esa forma para elegir a una persona determinada para que lo gobierne.

Ninguna de las dos situaciones es deseable en una verdadera democracia. Pero además, todavía ayer, leí de nueva cuenta la afirmación de Roberto Madrazo en el sentido de que existen casi veinticuatro millones de indecisos.

No se sabe, por la misma posición de indecisión, hacía dónde se inclinarán esos votantes. Es más, ni siquiera se sabe si en realidad acudirán a votar.

De un total de casi setenta y dos millones de electores, hablar de veinticuatro millones de indecisos, es una cifra altísima y espeluznante. No sé si Madrazo afirma eso para justificar su aserto en el sentido de que en esta elección “no hay nada para nadie”. Pero si esa cifra es verdadera, es una señal inequívoca de que en este proceso, como en otros, una minoría decidirá quién será el presidente.

Estos escenarios nos llevan a considerar que es necesario establecer otras vías, aparte de las existentes, para que por ellas puedan transitar todos aquellos electores que se encuentran en los supuestos antes mencionados, es decir, aquellos que no los convence ningún candidato o los que votarán por el menos malo.

¿Cuáles pueden ser esas vías?

En primer término, es necesario acabar ya con ese esquema cerrado en el que sólo los partidos pueden postular candidatos, de manera tal que figuras como Jorge Castañeda o hasta Víctor González Torres puedan contender si así lo desean.

No es saludable para la democracia que los partidos políticos tengan el poder hegemónico de postular candidatos y quienes no quieran afiliarse a ellos, pero sí desean participar en política, vean canceladas sus posibilidades de contender para cualquier cargo de elección popular.

En segundo término, debe ofrecerse al elector la posibilidad de que si ningún candidato lo convence, pueda optar por nuevas elecciones. En este caso, hay que reformar la Ley para que en las boletas electorales se ponga un espacio en el que el ciudadano pueda votar por “nuevas elecciones” si de las ofertas políticas ninguna le parece viable.

¿Por qué tiene que escoger al menos malo de los candidatos?

Las dos vías comentadas ayudarían también para que los partidos constataran el grado repudio ciudadano que hay hacia ellos y se esforzaran por mejorar y proponer a personas que realmente logren despertar entre los electores el entusiasmo y confianza que deben privar en toda contienda electoral.

No es posible que continuemos encajonando al electorado o que sea el abstencionismo el que siempre resulte “triunfador” en la mayoría de los procesos electorales.

Estamos conscientes que abrir la posibilidad de que el electorado en forma mayoritaria se pronuncie por nuevas elecciones conlleva otros problemas, como es el de que el presidente en turno no podría permanecer en el cargo ni un minuto más después de concluido su mandato y habría que nombrar a un interino para que estuviera al frente del Ejecutivo en lo que el Congreso convoca a un nuevo proceso. Pero todos los supuestos se podrían prever y solucionar si se decidiera romper las amarras que ahora maniatan a los electores.

Estas reflexiones escritas a vuelo de pluma, son sólo algunas de las vías que se podrían intentar para mejorar nuestro sistema democrático. Pero como toda transformación, para su realización requieren imaginación y voluntad política.

Creemos que ha llegado el tiempo en que la ciudadanía se está dando cuenta que “la política es algo muy serio como para dejarla en manos de los políticos”.

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