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Addenda/Velando armas

Germán Froto y Madariaga

Como lo hacían los antiguos caballeros o Don Quijote antes de ser investido como tal, los mexicanos velaremos armas este viernes (en que esto escribo) y el próximo sábado por dos acontecimientos que parecería que nada tiene que ver uno con otro y sin embargo, están íntimamente ligados.

El primero de ellos, que se escenifica este día, es el juego de México contra Argentina; y al decir de mis amigos que saben de futbol, sí hay posibilidad de que nuestros jugadores le puedan ganar al otro equipo, a pesar de que yo veo a los argentinos mejor acoplados y mucho más efectivos a la hora se hacer goles.

En segundo, se refiere a las elecciones que tendrán verificativo el próximo domingo dos de julio, respecto de las cuales un buen número de ciudadanos lo que quiere es que ya pase el proceso para terminar con la guerra de impugnaciones y el indiscriminado bombardeo de anuncios, análisis, encuestas y prospecciones de corte político que tienen verdaderamente confundido a buena parte del electorado.

El factor común entre ambos acontecimientos es la esperanza de que algo puede cambiar en nuestro país.

Es sin duda alguna, el nuestro, un pueblo que vive de la esperanza. Y no es que eso esté mal, porque si a un pueblo se le quita la esperanza se convertirá en una sociedad condenada al fracaso.

Lo malo está en que esa esperanza, en ambos casos, no surge del corazón del pueblo. La generan los medios de comunicación. De manera especial, tratándose de las posibilidades de que México le pueda ganar a Argentina.

Se me podrá argumentar que soy hombre de poca fe. Pero no es eso. Es más, si de algo me puedo preciar es de tener fe y no sólo en las cosas de este mundo, sino lo que es aún más difícil, en las del otro.

Pero la verdad es que no advierto que “nuestros muchachos” traigan con qué avanzar hacia las rondas pendientes. Ya lo dice el refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Pero temo que en nuestro caso, no traemos mazo y por tanto, por más que roguemos o tengamos fe no hay forma de ir más allá de la posición en la que nos colocó la suerte. A menos que esa misma suerte, veleidosa y caprichosa como es, actuara de nuevo y prolongara nuestro ánimo festivo un poco más.

En ese contexto, una derrota no me dolería tanto por el hecho de quedar fuera del Mundial, sino en solidaridad con los miles de mexicanos que empeñaron hasta la camisa para irse a Alemania y en muchos casos simplemente a ver los juegos a las afueras del estadio.

Nuestra gente no se merece ese tipo de desilusiones.

Algo semejante ha estado sucediendo en relación con el proceso electoral. Porque mientras unos piensan que con la llegada de Andrés Manuel López Obrador muchas cosas van a cambiar, otros estiman que Felipe Calderón, ahora sí, va a lograr transformar el país haciendo todo lo que Vicente Fox no logró. Los hay también que están convencidos de que Roberto Madrazo puede alcanzar el triunfo y que se haga el “milagro” de que el PRI vuelva a Los Pinos, recargado.

El cambio de hombre en la titularidad del Poder Ejecutivo federal es obligado.

Pero un cambio radical en las políticas gubernamentales o la solución a añejos problemas republicanos no lo verán los ojos de nuestra generación.

Lo he dicho y lo reitero: este es un país con muchos “candados” y el presidente, sea quien sea, no contará con la mayoría en el Congreso como para poder introducir sin dificultades las modificaciones constitucionales que se requieren a fin de establecer las bases que permitan la concreción de cambios importantes.

Hay quienes creen a pie juntillas que muchas cosas pueden cambiar después del primero de diciembre en que tome posesión el nuevo presidente.

Recordemos que hubo quienes pensaron lo mismo hace seis años y aquí están las consecuencias.

Desde luego que buena parte de la culpa la tienen los políticos que le hacen creer a la gente que así puede ser, esto es, que las cosas pueden cambiar con sólo desearlo.

Pero tenemos que admitir que otro tanto de esa culpa la tienen quienes se dejan llevar por el puro sentimiento, cuando la razón indica otra cosa.

A mi juicio todo cambio es bueno y puede que hasta necesario; a condición de que sea gradual, con el fin de que pueda permear en los estamentos sociales.

De otra forma, los cambios fracturan las estructuras y las colocan al borde del colapso.

Hay que tener fe y mantener la esperanza en un futuro mejor. Pero debemos ser realistas y actuar con cautela. La fe ciega sólo conduce a dar palos de invidente.

Hagámosle caso a José Ortega y Gasset. Actuemos: “Sin prisa. Pero sin pausa”.

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