“Insensatos. Pérfidos. Bellacos. Malandrines. Rufianes. Jijos de la tiznada. ¿Por qué van a derrumbar el Distribuidor Vial Revolución? ¿Acaso no se dan cuenta que cometerán un error? Así como Grecia lamenta hoy el saqueo del Partenón por parte de los ingleses, y Roma ha llorado a través de los siglos la destrucción de sus grandes monumentos, Coahuila sufrirá por la caída del distribuidor de Torreón.
“Cuando fui gobernador, tuve el sueño de construir un obra que reflejara mi grandeza. Algunos me aconsejaron levantar una enorme estatua con mi figura, pero desprecié la idea por la humildad que me caracteriza. Otros querían convencerme de bautizar con mi nombre a Saltillo, ciudad donde vi la luz primera. Para ser sincero, esa ocurrencia no me pareció tan descabellada, pero luego pensé que a nadie le gustaría decir: ‘Soy de Enrique Martínez’.
“Luego de largas reflexiones, la luz invadió mi mente y en ella se dibujó una obra de largos e intrincados brazos, por los cuales circulaban los coches a una altura comparable sólo a la de mi espíritu. Llamé a uno de mis hombres de confianza, y le compartí mi proyecto. Luego de prodigar una serie interminable de halagos por mi genialidad, Jorge Viesca, con el profesionalismo que lo caracteriza, comenzó a buscar a las personas idóneas para llevar a cabo la obra.
“Luego de anunciar a los torreonenses nuestra intención de realizar el Distribuidor Vial Revolución, mediante una licitación honesta elegimos a una excelente constructora.
“Transcurrieron los meses y la obra no era concluida todavía. El presupuesto original se infló de una manera sorprendente, pero no escatimé en recursos con tal de contar con una construcción que simbolizara la modernidad conseguida durante mi sexenio.
“Finalmente, el gran día llegó. Luego de buscar en mi vestidor el traje más fino, viajé a Torreón para inaugurar esta magna obra vial. Entre una gran algarabía popular, di el banderazo para que comenzara el flujo vehicular por el distribuidor.
“Al ver los primeros coches circulando a esas alturas, mi corazón latía aceleradamente y unas lágrimas se escaparon de mis ojos y corrieron a toda prisa por mis mejillas. Ese día sabía que pasaría a la historia como uno de los mejores gobernadores de Coahuila.
“Nunca pensé que el Distribuidor Vial pasaría de ser mi principal orgullo a mi principal dolor de cabeza. Desde que un camión salió volando desde el punto más alto de la arteria, comenzaron a cuestionar la calidad de la obra. Yo siempre sostuve que dichos señalamientos eran tonterías, y hasta di la orden a mis empleados de negar cualquier desperfecto de la obra.
“Mis contrincantes mandaron hacer estudios para demostrar la falta de peralte en una de las curvas y, además, la caída paulatina de uno de los puentes. Sin embargo, las críticas tuvieron como motor una cuestión política, y nunca un defecto real de la construcción.
“Ahora Humberto Moreira afirma que se hará una ‘cirugía mayor’ del distribuidor y yo lo lamento. Sé que ya murió alguien por un accidente, y que algunos conductores han estado a punto de sufrir un paro cardiaco, sin embargo, eso responde más bien a la falta de pericia al volante.
“No destruyan por favor el Distribuidor, está muy bonito y en él gastamos una millonada. Sé que si lo hacen, mi prestigio también se verá reducido a escombros y mi buena fama como gobernante quedará en el olvido.
“Por lo pronto sólo prometo una cosa. Si alguien se atreve a cuestionar la capacidad de las constructoras que llevaron a cabo mis principales proyectos de infraestructura, los maldeciré, pues no merecen tal calumnia las empresas que, a pesar de no contar con la experiencia debida y con la honorabilidad exigida, ofrecieron su mejor esfuerzo para construir un monumento a mi recuerdo”.
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