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Agenda alternativa/Las cajas vacías

Javier Lozano

Cuánta razón tenía López Obrador al afirmar, en sus spots la víspera del debate, “de lengua me como un taco”. Así fue. No sólo es su pésima gestión como jefe de Gobierno ni su propuesta demagógica. Ahora es el recurso de la mentira como argumento. Todo comenzó cuando López Obrador lanzó, en el segundo debate, una severa acusación a Felipe Calderón: “Nada más para decir que voy a entregar un expediente donde el cuñado de Felipe, cuñado incómodo, tiene una empresa que le trabaja al Gobierno, que ha recibido contratos precisamente de la secretaría o, mejor dicho, del sector energético, cuando Felipe fue secretario. Tuvo ingresos por dos mil 500 millones de pesos y no pagó impuestos. Y eso es lo que queremos que ya no siga pasando”.

Fueron, pues, tres los agravios: que el sector energético concedió contratos a una empresa del cuñado de Calderón mientras éste fue secretario de Energía; que el monto de tales adjudicaciones ascendía a dos mil 500 millones de pesos, y que el beneficiario no pagó impuestos. Felipe negó en el debate, rotundamente, lo dicho por su contrincante. Al día siguiente comenzó el road show mediático. Uno de los más activos voceros de AMLO para esta cruzada resultó ser Claudia Sheinbaum. Ella fue secretaria del Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal y “responsable” del proyecto del segundo piso del periférico y de la consecuente oscuridad en la adjudicación de la obra y su respectivo gasto. No queda ahí la cosa. La señora Sheinbaum es la esposa de quien fuera jefe delegacional en Tlalpan, mismo que apareció en televisión nacional embolsándose fajos de billetes en una grabación tomada en mayo de 2003 en las oficinas de Carlos Ahumada.

Ya la Secretaría de Hacienda atribuyó al Gobierno del Distrito Federal la filtración, por segunda ocasión (la primera fue en el caso de Gustavo Ponce), de la información utilizada por López Obrador sobre la situación fiscal de la empresa de Diego Zavala, cuñado de Felipe Calderón.

Ante la falsedad de su dicho y la ausencia de pruebas, Diego Zavala presentó, a su vez, demanda civil en contra de AMLO por daño moral. Pero la perversidad política no es el único vicio de AMLO y su equipo. También lo es la ignorancia. En efecto.

Además de que la Sener, Pemex y la CFE han confirmado que no celebraron contrato alguno con las empresas en que participa Diego Zavala, durante la gestión de Calderón al frente de la Sener, el Artículo 59 fracción I de la Ley Federal de las Entidades Paraestatales señala que la Administración y representación de las empresas públicas está confiada a sus respectivos directores generales quienes, a su vez, delegan sus funciones en los comités de adquisiciones, arrendamientos y servicios.

En pocas palabras, aun cómo presidente de los órganos de Gobierno de las paraestatales del sector, el secretario de Energía carece de facultades para autorizar contratos.

A mayor abundamiento, Felipe Calderón no formaba parte del Consejo de Administración de Pemex Exploración y Producción, organismo al que se le atribuye el otorgamiento de un contrato a la empresa Hildebrando S.A. de C.V.

El contrato aludido -único, por cierto, que prevalece de aquella fabulosa acusación de diversos convenios por dos mil 500 millones de pesos adjudicados por el hoy candidato presidencial- fue otorgado a una empresa subsidaria de Hildebrando denominada Meta Data S.A. de C.V. desde 1997 y cuya renovación estaba programada desde su inicio para noviembre de 2004.

Por lo que hace a la situación fiscal de las empresas, los denunciantes ignoran, nuevamente, que el Código Fiscal de la Federación en su artículo 32-D dispone como imprescindible para participar en cualquier procedimiento de contratación pública el estar al corriente en el cumplimiento de sus obligaciones fiscales.

Pero el ridículo mayor fue el montaje del pasado viernes, cuando acudieron Jesús Ortega, Gerardo Fernández Noroña y Claudia Sheinbaum de Ímaz con tremendo “diablito” para soportar el peso de tres grandes cajas en las que, supuestamente, transportaban las pruebas del dicho de López Obrador en cuanto al terrible tráfico de influencias denunciado. Para su sorpresa, en casa de campaña del candidato Calderón lo esperaba una comisión de alto nivel acompañada del notario público número 242 del Distrito Federal, Roberto Garzón Jiménez, quien dio fe de lo ocurrido.

En efecto, según el instrumento notarial 29951 del citado fedatario, las tres cajas, prácticamente vacías, contenían lo mismo: apenas unos cuantos sobres con copias fotostáticas de la presentación ya conocida. En ninguna de ellas obraba documento o contrato alguno suscrito por Felipe Calderón, de la época en la que fue titular de la Sener, que pudiera, mínimamente, incriminarlo.

La verdadera lección que arroja este lamentable episodio, más allá de la mentira característica de López Obrador y los suyos, es el uso faccioso de los instrumentos e información confidencial.

Imagine el lector lo que este hombre podría fabricar si llegase a encabezar el Gobierno Federal. Imagínelo al mando de la PGR, del SAT, de la Profeco, de la Cofeco y demás instancias de autoridad.

Si López Obrador fue capaz de armar todo este teatro en una contienda electoral, pasando por encima del honor de un ciudadano, de su empresa, familia y buen nombre, sería capaz de perseguir y destruir, con el poder en la mano, a todo aquel que no siga su muy personal forma de ser y actuar.

Lo dicho. López Obrador es un auténtico peligro para México. PD. Para Margarita y Juan Ignacio, con un abrazo solidario.

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