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Agenda alternativa| Saber perder

Javier Lozano

Pretenden obtener con movilizaciones y plantones lo que no consiguieron en las urnas. Y se dicen defensores de la democracia sólo si ésta les favorece.

Enfrentamos una disputa pública sobre lo ocurrido en las pasadas elecciones presidenciales. Está, por un lado, la coalición Por el Bien de Todos (la Coalición) que denuncia un supuesto fraude electoral. Y está, por el otro, la posición del Partido Acción Nacional (PAN) que defiende la victoria de Felipe Calderón. A diferencia de la Coalición, el PAN respalda el triunfo de Calderón con base en los números oficiales. Cinco veces contamos y cinco veces ganamos.

A saber, 1) en el cómputo, voto por voto, del 2 de julio; 2) en el conteo rápido; 3) en el PREP; 4) en el cómputo distrital y, 5) en el recuento ordenado por el Tribunal. Y a diferencia de la Coalición, el PAN sí tiene cien por ciento de las actas y hasta montó una exhibición pública de ellas en un local de la Ciudad de México.

El recuento ordenado por el Tribunal Electoral hace unos pocos días arrojó mínimas diferencias en comparación con el resultado antes conocido (apenas 0.04% de los 4 millones de votos vueltos a contar). Es decir, los votos de las casillas que fueron válidamente impugnadas por el PRD fueron contados otra vez y el resultado final no cambió. No olvidemos que las mismas manos que contaron los votos para diputados y senadores fueron las que contaron los votos para la Presidencia. Es ridículo decir, entonces, que todo estuvo bien salvo el fraude cometido contra López Obrador.

Y como saben los de la Coalición que el recuento no les favoreció, ahora piden la anulación de las casillas donde hubo errores. Eso ya no es posible: o se pide el recuento o se pide la anulación. Pero no las dos. El Tribunal ya limpió las casillas donde hubo errores aritméticos y procederá al cómputo final. En todo caso, esos errores aritméticos fueron parejos para uno y otro lado. No hubo sesgo ni mucho menos intencionalidad. Es una ofensa a los ciudadanos el acusarlos de haberse puesto de acuerdo para robar una elección. Los ciudadanos contaron los votos y los contaron bien. De otra parte, es perverso decir que los paquetes estaban abiertos al momento del recuento. Primero, porque los sobres que contienen las boletas nunca se abrieron. Y, segundo, porque los paquetes que se abrieron fue a petición de los partidos para extraer algún documento necesario para el desahogo de los juicios de inconformidad ante el Tribunal Electoral. La Coalición ha sido incapaz de mostrar una sola prueba del supuesto fraude. En pocas palabras, es falso que haya habido un fraude cibernético, a la ?antigüita? o por ?taqueo?.

Aquí el único fraude es seguir insistiendo en la mentira del fraude. Y fraude es, también, no cumplir con la palabra empeñada de respetar la voluntad de la mayoría y los resultados del IFE. Ah, y tampoco es cierto que haya boletas desaparecidas.

Las únicas boletas que no están en sus respectivos sobres son las que trae por todos lados Horacio Duarte y que no ha dicho de dónde las sacó. Por cierto, lo siguen esperando en la FEPADE para que rinda su declaración. Todos los números que andan difundiendo los de la Coalición son parte de las mismas cifras alegres con las que ya nos tienen acostumbrados. ¿Recuerdan aquella famosa afirmación de que ?tenemos una encuesta que nos da diez puntos de ventaja?? En todo este proceso la Coalición ha tergiversado la información de manera sistemática. Saben que perdieron pero no saben perder.

Finalmente, si tantas pruebas dicen tener del supuesto fraude y si, efectivamente, ya las presentaron, pues que sean pacientes y respetuosos. Que esperen el fallo de la autoridad y que lo acaten. En efecto. Dejemos que el Tribunal Electoral haga su trabajo, que resuelva las controversias suscitadas y que declare, finalmente, quién ganó la elección. Por otro lado, su amenaza de quedarse en el zócalo para la ceremonia del grito y para el desfile militar representa atentar contra símbolos y ceremonias que pertenecen a todos los mexicanos y que nos dan identidad y unidad. Es un verdadero capricho personal y una nueva arbitrariedad. Las elecciones se ganan en las urnas y no con movilizaciones. Es reprobable, en ese contexto, que el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, actúe más como alcahuete del PRD que como auténtico gobernante de los capitalinos. En días pasados, llegaron al colmo de querer tomar por asalto el Palacio Legislativo de San Lázaro. Y ahí sí se toparon con la Ley. Ni modo. La fuerza pública es el último recurso legal y legítimo con el que cuenta el Estado para preservar el orden. Lo más lamentable, es que esa intentona fue encabezada por legisladores. Cobijados en su fuero, creen que así se pueden hacer tropelías y ejercer violencia impunemente. O a poco les suena muy civilizado el enfrentar a los policías que resguardaban el recinto legislativo bajo una frase tan inspiradora como la que expresó Clara Brugueda en su intento por burlar la valla de seguridad de la Policía: ?¡soy diputada hijos de la ch..!?.

Y para rematar, cita López Obrador el Artículo 39 constitucional al fundamentar su convocatoria a la Convención Nacional Democrática. Ese precepto señala que: ?La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su Gobierno?. A ese respecto, sería bueno que alguno de sus asesores legales le informara que la primera frase del Artículo 41 de la misma Constitución dispone que: ?El pueblo ejerce su soberanía por medio de los poderes de la Unión.?. A ver si lo lee en su próxima asamblea. Lo dicho: saben que perdieron pero no saben perder.

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