En México se llevó a cabo el IV Foro Mundial del Agua, evento donde se reunieron distintos expertos del mundo para tratar el tema. Patrimonio de todos, que continúa desperdiciándose a pesar de los llamados de atención, con “gritos desesperados”, insisten se atienda eficazmente el problema.
La situación actual es grave; en el mundo dos mil millones de personas carecen de agua potable y tres mil 250 millones más no cuentan con servicios básicos de saneamiento. ¿quiere datos en costos de vidas?: solamente en África, unos 750 mil niños fallecieron cada año, entre 2000 y 2003, principalmente por infecciones gastrointestinales; ellos tienen 500 veces más probabilidades de morir deshidratados por diarrea, comparados con los niños de Europa o Estados Unidos.
Si usted toma a mil aldeanos de ese continente, al menos 20 padecen diarrea crónica por ingerir agua contaminada.
El agua es el soporte de la vida en el planeta Tierra, que si fuéramos justos, le llamaríamos “Agua”, por ser en un 70 por ciento líquida. Tal vez algunos satélites de nuestro sistema solar la contengan, con ello reviviría la discusión si provenimos de las estrellas. ¿No le parece muy interesante y hasta romántico?
Nosotros mismos estamos constituidos básicamente por agua; dependiendo de edad, sexo y condiciones físicas generales, constituidos por alrededor de 75 por ciento líquidos, además de poseer cantidades pequeñas de 84 elementos de los descritos en la tabla periódica y otros compuestos. Somos básicamente agua y “unidades de carbono”, como nos definió el científico Carl Sagan. Curiosamente, el mar contiene similares proporciones de agua a la de nuestro organismo.
Pero no todas son buenas noticias: de ese 70 por ciento de agua del planeta, el 97 por ciento es salada, depositada en los mares; un tres por ciento es dulce, el dos por ciento en forma de hielo, que no podemos consumir, y si acaso se derritiera, significaría el fin de buena parte las costas del mundo, que quedarían bajo agua. Sólo el uno por ciento es utilizable y para nuestra desgracia, en su mayoría la desperdiciamos o la contaminamos.
Como dato: casi la totalidad de las reservas dulces del tercer mundo está contaminada; el primer mundo también tiene problemas, aunque menos graves.
El agua útil disminuye cada día; hemos alterado la cadena hídrica con acciones depredadoras, incluyendo destrucción de bosques, flora y fauna; la irresponsable contaminación por industriales criminales; deterioro y daño a ríos, canales y depósitos naturales, siendo en conjunto, factores que se suman y agravan el problema.
Grave daño le hemos producido a los ríos Nazas y Aguanaval, desde excavaciones para extracción de materiales, deforestación de sus riberas, construcción de retenes y represas, hasta la bárbara contaminación con desechos industriales. Sume el desperdicio y consumo irracional que hacemos en la industria, la agricultura y en el medio doméstico.
Datos proporcionados por las autoridades, en referencia a La Laguna, muestran que el 77 por ciento se destina a usos agropecuarios, 13 por ciento domésticos y diez por ciento en el medio industrial. El dato desesperante es que de cada litro de uso urbano, al menos el 40 por ciento se desperdicia por fugas. Y ¿cómo vamos a solucionar el problema?, si para hacerlo necesitaríamos invertir el total del presupuesto de las administraciones municipales.
En Torreón y Gómez Palacio, el dos por ciento de la población no cuenta con agua potable ni sistemas de drenaje y más de la mitad del medio rural, –55 por ciento– tampoco tiene acceso al líquido elemento. En algunas regiones, como los alrededores de San Pedro de las Colonias, el agua es exageradamente alta en sales, particularmente arsénico, transformándola en insana, favorecedora de cáncer y enfermedades de la piel.
Los expertos del mundo insisten en advertir a las autoridades, entre ellos Mahmoud Abu Zeid, presidente del Consejo Árabe del Agua; dice: “la escasez de agua está creciendo en la región -Oriente Medio- debido a la disminución de las lluvias, flujo limitado de los ríos, recursos subterráneos no renovables y una población en rápido crecimiento”; la advertencia nos queda como “anillo al dedo”. Michel Camdessus, gobernador honorario del Banco de Francia y ex director general de Fondo Monetario Internacional, declara: “en los inicios del tercer milenio, una persona de cada tres en el mundo padece privaciones e ignominias por el problema del agua. Esta persona es más frecuentemente una mujer (...) los flujos financieros tienen que, por lo menos, duplicarse”.
Aunque la Declaración Universal de los Derechos del Hombre enuncia “actuar hacia los demás con un espíritu de fraternidad”, los ricos y poderosos parecen estar más interesados en lograr convenios que les permitan controlar al líquido elemento.
Los objetivos de 2005, del Desarrollo del Milenio, en materia de agua potable y saneamiento, proponen reducir para antes de 2015, en un 50 por ciento la población sin acceso al agua; se presiente inalcanzable y la ONU prevé para 2025, que tres mil millones de personas estarán en conflictos armados entre naciones o luchas fratricidas por la falta de ella.
Nosotros, simplemente no hemos hecho conciencia y la seguimos desperdiciando, tal vez por estar sobre la “burbuja de agua” que nos ha abastecido hasta la fecha, sin tomar en cuenta lo padecido por ciudades vecinas, en las que, por cierto ya planean cómo poder llevarla hasta allá.
En días pasados, El Siglo de Torreón publicó una encuesta nacional preocupante: el 86 por ciento de los mexicanos pensamos como una exageración la afirmación: “en el futuro habrá problemas para obtener agua para uso humano”; el 73 por ciento dice comprar agua de garrafón para beber, sin tener conciencia de que están pagando “un impuesto ecológico”. El 32 por ciento considera el agua propiedad del pueblo y a la pregunta expresa: “en caso de conflicto ¿quién debería quedarse con el uso del agua?”, el 42 por ciento declaró “todos”, mostrando conciencia del derecho universal a la vida, pero el 32 por ciento respondió: “quien la pague”. ¿qué le parece?
La poca conciencia sobre el problema, que aún tiene solución para los residentes del continente Americano, se muestra al comparar los 600 litros de gasto diario en uso personal, el doble de los europeos y 20 veces más que la utilizada por un habitante del África Subsahariana; desperdiciamos 100 litros, en promedio, para bañarnos y tiramos 16 en cada descarga de sanitarios domésticos.
Los mexicanos compartimos esas cifras promedio; además desperdiciamos el agua en regar calles y banquetas, -acción inútil- lavar autos a “manguerazos” y hasta anegar jardines; otras veces la tiramos en albercas sin el adecuado sistemas de filtrado y reciclamiento. En general la malusamos por no tener plantas recicladoras y la anarquía en el medio industrial permite que los irresponsables, impunes, contaminen las reservas del subsuelo. ¿Cuándo aprenderemos a cuidarla y a exigir servicios públicos adecuados? Le dejo con la interrogante.
ydarwich@ual.mx