Septiembre es de por sí un mes de particular relevancia para los mexicanos, pues además de tener un emotivo significado histórico, se asocia con los informes presidenciales y cada tres años el día primero marca el inicio de labores de una nueva legislatura del Congreso de la Unión.
En este 2006, septiembre cobra una importancia adicional con los efectos post electorales y algunos asuntos políticos que conllevan dosis elevadas de conflictividad social.
En primer término hay que considerar la ya amenazante movilización de la coalición Por el Bien de Todos, que tensa más la situación conforme se acerca la fecha en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita su fallo sobre los recientes comicios presidenciales. Así también, la presión que se ha ejercido y seguramente continuará en torno al Palacio Legislativo de San Lázaro con motivo del último Informe de Gobierno del presidente Fox.
De igual manera, prevalece un problema potencial con el zócalo ocupado por los partidarios de López Obrador y la decisión que tendrán que tomar las autoridades con respecto a la realización del tradicional Grito de Independencia del 15 septiembre y del desfile que invariablemente se ha venido celebrando al día siguiente y que ya constituye una tradición en la que participan tanto el presidente como las fuerzas armadas.
Otro escenario sumamente conflictivo es la parálisis gubernamental e institucional en Oaxaca, que ya alcanza a los sectores comercial, productivo y turístico, y a la propia sociedad civil, con un problema que se ha extendido durante casi 100 días y ha comenzado a tornarse cada vez más violento.
Y por si algo faltara, a este escenario se viene a sumar el virtual empate de los dos principales contendientes en las elecciones de Chiapas, apenas este pasado fin de semana, que previsiblemente desembocará en un prolongado conflicto post electoral.
Ya hemos sido testigos de las primeras consecuencias y hasta enfrentamientos entre intelectuales o con los diputados de San Lázaro, y de los embates de las organizaciones empresariales contra las autoridades capitalinas, así como de la confrontación entre un puñado de feligreses y simpatizantes perredistas en la Catedral metropolitana.
No se aprecia, al menos en este momento, la apertura de canales políticos para el diálogo y la negociación, aun cuando algunos medios de comunicación nos aseguren que ya existen indicios de arreglo.
Todo esto sin considerar otras noticias adversas que tienen que ver lo mismo con inundaciones que con la multiplicación de las ejecuciones del narco en diversos puntos del país:
Pero son, en todo caso, las constantes de la política, sobre todo por lo que toca a la fase post electoral, las que acaparan la mayor atención pública y los focos donde de manera más evidente se prenden luces rojas de alarma y desbordamientos sociales posibles.
Por eso, a riesgo de parecer ingenua o de plano predicar en el desierto, no dejaré de insistir en los llamados a la sensatez, a la tolerancia, al empleo del razonamiento, los argumentos y la negociación por encima de la descalificación y la violencia, y a la búsqueda de la resolución de los conflictos por las vías institucionales.
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