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Alternancia, no transición/Promotor de la democracia

Raúl Muñoz de León

“Cuando las instituciones políticas son tradicionalmente débiles o no existen, el requisito previo de la estabilidad es por lo menos un partido político con alto grado de institucionalización. Los estados que cuentan con ese partido son notablemente más estables que los que carecen de él. Los que no tienen partido o poseen muchos pero débiles, son los menos estables. Donde las instituciones políticas son aplastadas por la revolución, el orden posrevolucionario depende de un partido fuerte; así lo demuestran las revoluciones china, rusa, mexicana y turca, tan diferentes en otros aspectos”. Esto lo dijo Samuel Huntington en su ensayo El Orden Político en las Sociedades en Cambio, reimpreso en 1997.

De acuerdo con este análisis podemos entender desde una perspectiva histórica el carácter hegemónico del Partido Revolucionario Institucional, nacido de la Revolución Mexicana de 1910, hecha norma y gobierno en la Constitución Política de 1917, que lo identificó como partido fuerte que le dio a México un largo período de estabilidad política. Los resultados prácticos de esta hegemonía fueron una prolongada etapa de dominio partidista, sin alternancia, no obstante coexistir con otras fuerzas políticas; pero que igualmente tuvo el mérito, hay que reconocerlo, de haber construido equidad en la disputa por el poder entre los partidos, el acotamiento de facultades metaconstitucionales del Ejecutivo y finalmente, propiciar la competencia política y hacer de ella un factor para limitar el ejercicio del poder.

Revisemos esto detenidamente y con mente abierta para que podamos comprender mejor nuestra historia política. El camino de México hacia la democracia se dio en dos momentos: uno, con dos vertientes que existieron simultáneamente: la combinación entre una democracia formal –elecciones regulares, renovación periódica de los poderes, ejercicio del voto- y prácticas autoritarias con débiles equilibrios y contrapesos y una frágil pluralidad política; y dos, posteriormente un considerable avance de la democracia que pasó de la formalidad a la realidad electoral.

En el año 2000 el PRI fue desplazado por el PAN de la Presidencia de la República. En tal época teníamos en México un régimen democrático propiciado por el mismo PRI, por eso fue posible la alternancia, que no-transición como algunos quieren hacer creer, sobre todo los panistas, quienes por ese triunfo se autoproclaman campeones de la democracia Si hubiésemos tenido uno autoritario esa alternancia no se hubiera dado, porque en la relación dictadura-democracia no es posible lograr traslados naturales de la primera a la segunda, pues hacerlo supondría aceptar que dentro de un régimen se puede lograr de manera pacífica y estable llegar como destino a un punto que es antagónico al punto de partida. La transición es el paso de un escenario dictatorial a otro democrático, y esto siempre será por medios violentos. La dictadura porfirista fue arrasada con violencia por la revolución mexicana que instauró un régimen democrático, sólo por poner un ejemplo.

Que en México se vivía la democracia en el año 2000, lo demuestran los siguientes elementos: elecciones libres e imparciales, un confiable padrón electoral, una institución responsable de la organización de las elecciones, que pasó de ser una oficina de Gobierno con personal designado por la jerarquía político-administrativa a otra autónoma y sin participación del Ejecutivo y la calificación electoral que dejó de ser tarea política de la Cámara de Diputados hasta convertirse en un sistema jurisdiccional de pleno derecho.

Si en el pasado inmediato tuvimos insuficiencia para instituir con mayor celeridad una democracia con un sistema de partidos plural y competitivo; en el presente, pudimos observar claramente una lucha que confrontó a las diversas fuerzas políticas todas con posibilidades reales de ganar en el marco de un proceso electoral confiable.

Todo ello en una democracia que evoluciona para alcanzar niveles satisfactorios y cuyo promotor ha sido el PRI, dígase lo que se diga; sobre todo si tomamos en cuenta el impulso que a la democracia competitiva realizó en 1996, cuando con la oposición de los otros partidos aprobó una avanzada Ley electoral que le representó una reducción de ventajas y participar en una lucha electoral en igualdad de condiciones a la que no estaba acostumbrado y que a la postre le costó la pérdida de la Presidencia de la República. Por eso afirmamos categóricamente, el generador de la democracia que actualmente vive el país ha sido el PRI, como agente de la historia. Fox en 2000 y probablemente Calderón ahora han ganado la elección en un ambiente de libertad democrática propiciada por el PRI.

Las reglas electorales y del juego político de partidos y organizaciones han tenido en el PRI su mejor promotor y aliado: competencia política de forma justa y equitativa; reformas electorales a través de las cuales se establecieron las posibilidades de los distintos partidos para acceder al poder; prerrogativas y régimen propicio para el desarrollo de sus actividades; garantía efectiva en la organización y calificación de las elecciones, mediante los principios de equidad, justicia, objetividad e imparcialidad; en la calificación, se pasa de un sistema político a uno jurisdiccional; la organización electoral a cargo de una institución autónoma y profesional; participación de los partidos sustentada en una base amplia de equidad y clara competencia.

En fin, la democratización de la política electoral, cuyo principal impulsor es el PRI.

Resulta paradójico, pero tenemos que decirlo: sin el PRI en México la democracia no hubiera avanzado a los niveles que hoy tiene. Hay que aceptarlo y recocerlo.

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

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