Después de alcanzar una tasa anual de 4.47 por ciento en julio de 2005, la inflación en México, medida por el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), se mantuvo hasta agosto de 2006 dentro del intervalo de la meta oficial de 3 por ciento, más/menos un punto porcentual. Este comportamiento, aunado a la entrada significativa de recursos impulsada por un entorno externo todavía favorable para las economías emergentes, como la nuestra, dio lugar a que la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) permitiera un relajamiento en las condiciones monetarias internas.
De esta forma, la tasa de interés de referencia correspondiente al fondeo bancario, bajó de 9.75 por ciento en agosto de 2005 al siete por ciento actual. Esta tendencia contrastó con la de la tasa de interés de fondos federales en Estados Unidos (EU) que en ese lapso creció de 3.50 a 5.25 por ciento. La evolución de la inflación en nuestro país, sin embargo, ya no ha sido tan favorable a partir de agosto del presente año, cuando su tasa creció a 3.47 por ciento anual, frente al 3.06 por ciento de julio, con un repunte mayor aún en septiembre que la llevó a 4.09 por ciento, arriba del límite máximo de la meta oficial.
El dato de septiembre, en particular, con una tasa mensual de 1.01 por ciento, resultó extraordinariamente elevado y la explicación oficial es que se debió a factores transitorios relacionados con las alzas en varios precios de productos agropecuarios, afectados por los daños de los huracanes en la región del Pacífico mexicano. Destaca el jitomate que, por sí solo, contribuyó con 0.36 puntos porcentuales de la variación mensual del INPC.
Según las autoridades, este repunte inflacionario es temporal, por lo que la inflación anual regresará pronto a su tendencia decreciente. Dado que de acuerdo a ese diagnóstico la aceleración en la inflación obedece a un trastorno de oferta y no a un exceso de demanda, la estrategia de Banxico es la de permitir un reacomodo de precios relativos y evitar que estos cambios contaminen a las expectativas inflacionarias en general. De hecho, en su comunicado de septiembre la Junta de Gobierno de Banxico había anticipado presiones inflacionarias en esta parte final del año, por lo que elevó su estimado de cierre para la inflación anual de entre 3.0 a 3.5 por ciento, a entre 3.5 y cuatro por ciento. Frente a esta previsión y el dato de septiembre, cabe esperar que la Junta por lo menos mantenga su postura cautelosa y que en la próxima decisión de política monetaria, el 27 del presente mes, anuncie que no hay cambio en las condiciones monetarias internas.
Lo anterior significaría que la tasa de fondeo bancario continúe en su nivel actual y que, al menos en este mes, no habrá el relajamiento en las condiciones monetarias internas que algunos analistas han anticipado. Esta previsión se había intensificado porque dichos analistas interpretaron que al eliminarse del comunicado de septiembre el mensaje en el que la Junta consideraba que para el futuro previsible no existe espacio disponible para un relajamiento en las condiciones monetarias internas, quedaba abierta la puerta para nuevos descensos en la tasa de interés de referencia.
Dicha interpretación, a mi juicio, es errónea porque la Junta, en el resto del comunicado, manifestaba más bien su preocupación por el comportamiento reciente y futuro de la inflación. En un contexto así, no resulta sensato esperar que Banxico aplique pronto un relajamiento adicional en su política monetaria. Por otro lado, como lo he expresado en ocasiones anteriores, una política monetaria laxa en México no es sostenible cuando suben las presiones inflacionarias y en el resto del mundo, especialmente en EU, la tendencia es hacia el endurecimiento. Es cierto que desde agosto recién pasado la Reserva Federal (Fed) de EU mantiene una pausa en la cadena de alzas en las tasas de interés que venía aplicando desde mediados de 2004, pero todavía está por verse si esas alzan han finalizado.
El retroceso reciente en los precios del petróleo y sus derivados, así como los indicios de que la economía estadounidense ha moderado su ritmo de crecimiento a medida que avanza el presente año, contribuye a que aumenten las expectativas para que efectivamente la Fed decida poner fin a su campaña de aumentos en las tasas de interés. Con esta perspectiva, los mercados financieros internacionales han experimentado una tendencia alcista, llevando tanto el índice Dow Jones en EU como el de la Bolsa Mexicana de Valores en nuestro país a máximos históricos, lo que de paso ha reforzado la apreciación reciente en la paridad de nuestra moneda frente al dólar.
Si esta tendencia persistiera en el resto del presente año y, además, las presiones inflacionarias actuales en México fueran efectivamente transitorias, no podría descartarse que la Junta de Gobierno de Banxico permitiera un nuevo descenso en las tasas de interés internas. Esto, sin embargo, me parece aventurado. Los efectos del relajamiento ya permitido y las presiones que muestra desde febrero el componente subyacente del INPC, incluidas las alzas recientes en los precios del maíz y del azúcar por su uso como insumos para producir etanol, aparte del componente no subyacente que comprende a los precios de los productos agropecuarios, es muy probable que compliquen la consolidación de la estabilidad de precios en 2007.
Me parece, por tanto, que Banxico mantendrá las tasas internas de interés por lo menos en sus niveles actuales, pero considero que lo más prudente es que trate de conjurar la presente amenaza inflacionaria con una política monetaria algo más restrictiva que eleve las tasas en el futuro próximo. En las condiciones actuales eso sería una acción correctiva, puesto que ya paso el tiempo de las preventivas.