Atendiendo la invitación de la directiva del Club Sembradores de Torreón, acudimos cincuenta matrimonios de socios a la residencia de Roberto y Patricia Villarreal para celebrar gustosamente el Día del Amor y la Amistad. La primera sorpresa fue la magnificencia de la entrada principal, por la amplitud de sus espacios, en los que, en su ala izquierda, está instalada una hermosa alberca que invita a un chapuzón.
Trasponiendo un espacioso pasillo central, en la parte posterior de los edificios habitacionales, se extiende una espectacular terraza en la que se ubicaron las mesas que ocupamos poco a poco los invitados hasta cubrir todos los lugares. Pero si la disposición de las mesas y sus ocupantes fue todo un espectáculo, mas aún lo es la vista panorámica que desde ahí se ofrece de los campos del club de golf Campestre La Rosita. Desde todos sus ángulos se extiende a nuestra mirada un paisaje bucólico lleno de placidez y encanto.
Y qué decir de la gentileza de los anfitriones Roberto y Patricia, asistidos eficazmente por Ramón y Gabriel García que presiden los cuadros directivos de nuestro club. Su esmero en complacernos los hizo merecedores de nuestro reconocimiento y gratitud.
En nuestra mesa, Martucha y este escribidor, tuvimos la grata compañía de Cándido y Ana Tere García, Rogelio y Lupita Barrios, y Chuy y Alma Rosa Campos, todos ellos muy buenos conversadores, con los que pasamos una tarde deliciosa.
El motivo de este festejo fue poner en relieve la importancia que tienen para el ser humano el amor y la amistad, tan íntimamente vinculada para convivir en paz y armonía y que son campos floridos que la vida ofrece.
En un artículo reciente de Germán Froto Madariaga nos dice que ?La amistad es la culminación de un largo proceso de relación interpersonal. Nace de la forma más simple pero requiere una gran disposición de ánimo, respeto, tolerancia y tiempo?. Y agrega ?quien se puede preciar de tener amigos desde la infancia es un privilegiado?.
A pesar de que desde los finales de los años cuarenta salí de la Ciudad de México hacia la provincia, aún recibo y contesto llamadas telefónicas de dos amigos, uno que radica en la capital y que conocí en 1937 y de otro que hace años vive en Huatulco, Oax. cuya amistad data del año 1943. Ambos son como de mi familia y para ellos soy el hermano mayor.
Tuve la fortuna de ser amigo de Alfonso Garibay Fernández, Jaime Noé Cantú Charles, José Amarante Uribe, Carlos López Sosa, Jesús Martínez Gallegos y Zeferino Lugo González, amistad que sólo la muerte pudo truncar. De ellos guardo muy gratos recuerdos. Conservo como preciado tesoro la amistad de muchas otras personas, relación que nació y creció en el seno de movimientos religiosos, de clubes de servicio y en la mesa del café de las doce.
Mi amigo Miguel Ángel Ruelas dice en una de sus gustadas columnas dominicales: ?dar amistad es como dar amor, cariño, por el simple hecho de hacerlo y sentirse feliz. Un amigo es simple y sencillamente el alma gemela que está siempre a nuestro lado. Es el hermano que escogimos, al que no podemos ni deseamos cargarle compromisos.
Por mi parte digo: amigo es para mí un título de alto rango, cual si fuera nobiliario. Se es noble por dinastía o designación real. Amigo sólo por vocación.