Hace muchos años el Lic. Lucas Haces Gil y Carmen Pámanes, su esposa, iniciaron un negocio de restorán en una vieja casona de la avenida Morelos, una cuadra al oriente de la Alameda y ahora, sin haberlo visitado desde entonces, dirigimos nuestros pasos hacia ese mismo sitio para asistir a la sesión comida del Club Sembradores de Torreón y allí, a la entrada, como es de protocolo, nos recibieron los anfitriones Cándido García, Rodolfo Castro y Antonio López Barrio, faltando el Güero Villarreal, cardiólogo, campeón golfista, amenísimo conversador y quién sabe cuántos títulos más, que todos ellos con muchos méritos le acomodan, a quien su convalecencia de larga enfermedad le impidieron asistir.
La casona, lugar acogedor por excelencia y la grata compañía de los otros comensales, nos trajeron un mundo de recuerdos, primero porque fuimos actores en varias ocasiones de los cuadros de revista que con fines altruistas presentaba Carmen Pámanes, con tal propiedad y fastuosidad que llenaron toda una época en el historial social y artístico de Torreón. Y luego por las personas que integraban nuestra mesa. Toño Fernández, Sergio González, Chuy Humphrey, Nacho Pámanes, Pipe Rodríguez, Jorge Garza, recién estrenado como socio de nuestro club. En la mesa inmediata identificamos a Carlos Hugo Chiffer Cruz.
Ahora va de cuento el porqué vinieron a nuestra mente tantos recuerdos. En noviembre de 1968 debía estrenarse en el Teatro Mayrán la obra de Edith Sommer titulada Un Cuarto Lleno de Rosas, por lo que en los tres meses previos al estreno a diario asistíamos a los ensayos y algunas noches para aligerar tensiones y fatigas, el doctor Garibay y miembros del elenco, dirigíamos nuestros pasos a la Alameda para, a la vez que degustar cervezas y bocadillos, comentar las peripecias de los ensayos. Pues bien, algunas de las veces nos acompañaba el doctor Álvaro Rodríguez Villarreal figura señera en el mundo cultural de la Comarca Lagunera, poeta y escritor.
Por aquel entonces nuestro domicilio familiar colindaba con el de don Ignacio Pámanes y Consuelo Flores. Don Nacho, patriarca del clan familiar, pulsaba con maestría la guitarra y con frecuencia armaba tertulias a las que invitaba a sus vecinos y a sus amigos, entre ellos a don Eugenio Tumoine, aquel caballeroso personaje de atildado vestir y hablar, que con su hermano y don Nacho y otro amigo más, con sus voces y guitarras formaban un grupo, que de haber sido profesional habría partido el pastel en el ancho mundo musical.
Habíamos estado en Torreón de 1955 a 1959, pero por exigencias del negocio cinematográfico, nos fuimos a radicar a la ciudad de Chihuahua, de julio de 1959 a junio de 1964, en donde fuimos invitados a pertenecer al Club Sertoma de Chihuahua, A. C., por lo que cuando la compañía distribuidora de películas decidió nuestro regreso a la Región Lagunera, el pase se hizo de aquel Club al de Torreón. Fue la época brillante de Jorge Lambros, Matías Román, Jesús Rodríguez, Manuel Guerrero, Armando Navarro, Nacho Balcázar, Enrique Calderón, Arturo González, etc., cuando se construyeron las escuelas Sertomas y las instalaciones del Casino Club. Entonces conocimos a Carlos Chiffer, de voz de bajo profundo y eterna sonrisa y a los hermanos Fernando y Óscar Garza Rodríguez, uno dedicado al negocio de granos y el otro al comercio. El Ing. Rogelio Garza, de muy grata memoria, fue amigo nuestro en el Club Sembradores de Amistad de Torreón.
Ahora, en esta ocasión, cuarenta años después, en nuestra mesa estaban departiendo con nosotros Pipe Rodríguez Hanzik, Nacho Pámanes Flores y Jorge Garza Díaz, hijos de don Álvaro Rodríguez Villarreal, de don Nacho Pámanes y de Fernando Garza y en la mesa vecina un hijo de Carlitos Chiffer, amigos muy queridos todos tan ligados a los recuerdos y a nuestras emociones.
