Aunque por la edad ya está flaca mi memoria, aún recuerdo que allá a principios de los años ochenta, en calurosa tarde estival, Salvador Álvarez me invitó para que conociera su rancho ganadero, recorriendo los corrales, la sala de maternidad y el cuarto de ordeña, con todos los adelantos modernos que ya por entonces se tenían, lo que para mis ojos todo era novedad.
En el transcurso de los años, muchas han sido las veces que he regresado al rancho El Refugio de Salvador Álvarez Díaz como el jueves pasado en que ahí se efectuó la sesión comida del Club Sembradores de Torreón con la anfitronía del propietario, de su hijo Rafael, de Carlos Acosta Gómez y Toño Fernández Fernández.
Como en anteriores ocasiones disfrutamos lo que cocinan las manos prodigiosas de Lula, esposa de Rafael, que todo lo que toca lo convierte en deleitable sabor. Después de complacer los paladares, hubo concurso de canto en el que se lucieron Salvador, Toño Fernández, Carlos Acosta y Rafael Álvarez, igualmente al versificar y decir poesías se llevaron las palmas nuestro presidente Ramón García de la Cruz y el propio don Chava. La cosa se prolongó hasta muy entrada la tarde, cuando el sol va declinando hacia el poniente.
Los sucesos cotidianos se van encadenando de manera tal, que a veces nos obligan a posponer para más adelante nuestro deseo de charlar contigo, como así ha pasado últimamente que por acontecimientos, alegres unos y funestos otros, fuimos dejando en suspenso la secuela de relatos sobre las actividades particulares que desarrollan las damas sembradoras.
Nos llamó mucho la atención una carta de fechas pasadas en la que Leonor Cravioto, esposa del licenciado Homero del Bosque Garza, consocio y amigo muy querido, nos conmina, por así decirlo, para que de inmediato nos sumemos a la campaña de reforestación de algunas zonas de la ciudad, propensas a la contaminación que las grandes factorías con sus emanaciones provocan y también afectadas por las seculares tolvaneras y aunque Leonor sugiere que se aproveche la temporada primaveral, nosotros consideramos que la campaña de reforestación debe ser permanente y que en ella nos involucremos todos.
Un caso más, digno de mencionar, es el de Aída de la Garza, compañera de toda la vida de nuestro gran amigo Mario Villarreal Roiz, quien ha sido pilar en la misión altruista del Club de Damas La Llave, A. C., ese grupo creado por la también dama sembradora doña Elvira Livas de tan larga trayectoria altruista en la comunidad torreonense. Aída ha persistido en ese trabajo comunitario durante veinticinco años y de ellos, dieciséis ha presidido el consejo directivo, encaminada su labor en otorgar becas a estudiantes carentes de recursos económicos y en ese empeño han logrado que más de cien jóvenes ostenten ahora un título profesional. Tinte de orgullo para ellos, para sus padres y para quienes con su trabajo y esfuerzo los ayudaron para alcanzar esa meta.