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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

Llegar al rancho El Refugio de don Salvador Álvarez y disfrutar de sus instalaciones, empezando por el bien dispuesto estacionamiento y entrar al amplio vestíbulo y de ahí dirigirse, o bien a un gran salón de estar o bien al comedor, como ése fue nuestro caso, es compensatorio del largo trayecto para llegar al rancho, pues verás que desde Torreón es toda una jornada. Puedes buscar cualesquier de los entronques con el periférico o atravesar todo Gómez Palacio recorriendo sus arterias hasta la avenida Sánchez Madariaga, recorrerla toda hasta el puente elevado que pasa sobre el Periférico y llegar a El Refugio.

Habíamos pasado por Aristeo y Conchita Cantú, completando la grata compañía en nuestra mesa Luis y Anita Amarante y Licha de Villarreal, sola, pues sigue convaleciente el doctor Pepe Villarreal, cardiólogo de prosapia y de plática pimentosa, además de golfista campeón.

La recepción estuvo a cargo de miembros de la mesa directiva, Jesús Campos, Jorge Pérez Rodríguez, Arturo Rivera, Jorge Guajardo y sus respectivas contralorías, Alma Rosa, Silvia, Margarita y Gabriela, que se las pintan solos en eso de la cortesía.

Por ser fiesta de conmemoración del noventa y seis aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, las viandas ofrecidas fueron de sabor nacional, sin faltar el mole, queso con chile, asado de puerco, pipián, arroz y frijolitos y de remate los dulces mexicanos, muéganos, alfajores, natillas y palanquetas de cacahuate y nuez. Toda una delicia. Las bebidas al gusto de cada quien.

Salvador, como ya sabe, es el animador número uno de las fiestas. Él y Toño Fernández entonaron con sus bien timbradas voces de barítonos, varias canciones, entre otras, Mi Gusto Es... Después vinieron los recitadores, éste tu servidor con Guadalupe de Amado Nervo, aquélla que inicia con la siguiente sextilla: ?Con su escolta de rancheros, diez fornidos guerrilleros y en su cuaco retozón, que la rienda mal aplaca, Guadalupe la Chinaca, va a buscar a Pantaleón...? y Salvador Álvarez, charro bragado y decidor, que, como él dice, es poeta y campesino, se soltó el pelo con el poema campirano de Andrés Z. Barba Camarena Soliloquio de un Toro Viejo: ?Soy un toro desvacado, que vive solo, apartado, de una cañada en el fondo, amogotado en lo hondo, de escondidas encrucijadas...?. Para decir los ciento veintiocho versos y cuatro más de la moraleja, se necesita una memoria prodigiosa y sobre todo, darle intención, como Salvador se la da, pues si las quejas son del toro viejo, lo son también del autor: ?Moraleja. En mi caso y con prudencia, juzgo con resignación, mala la comparación y poca la diferencia?.

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