Muchos pensaron que el infierno se iba a congelar antes que Andrés Manuel López Obrador dijera algo amable del presidente Vicente Fox.
El infierno no se ha congelado, pero el candidato de la Alianza por el Bien de Todos ya concedió que, al menos en el manejo de la macroeconomía, Fox ha tenido logros que deben reconocerse.
López Obrador matizó que se puede conceder eso pero “con asegunes” porque “no ha habido crecimiento”. El diagnóstico del candidato es algo engañoso. Sí ha habido crecimiento económico, sólo que no al ritmo del siete por ciento que prometió Fox en su campaña de 2000. Es todavía difícil creer que López Obrador haya dicho que, si gana las elecciones, seguirá el modelo de combate a la inflación y reducción del déficit.
Pero el punto interesante es que, después de decirle al presidente que se callara y llamarlo “chachalaca”, el candidato perredista ha tenido un cambio notable en su campaña. López Obrador ha mostrado que puede cambiar de rumbo.
Si su caída en las encuestas se debió en parte a su actitud de confrontación y poco respeto al adversario, ahora muestra un tono más conciliador. Es más abierto a dar entrevistas y menos combativo en sus alusiones al presidente. Por supuesto, el cambio de tono es parte de una estrategia con un fin último, ganar la Presidencia de la República.
Uno de los principales temores sobre López Obrador era su obstinación, su rigidez y su total convencimiento de que es el resto del mundo el que está equivocado. El reconocimiento que lanzó a Fox es muestra que como candidato puede cambiar de actitud.
Pero López Obrador es un político que se ha distinguido por llevar sus enfrentamientos al límite y, en algunos casos, rebasarlo. Más trabajo le costará convencer a muchos votantes que quieren saber si López Obrador sería un presidente que aprende a rectificar.