“Ocurrió el peor de los escenarios”. Hay quienes esto opinan, pues la inminente derrota de López Obrador ha sembrado el caos en la caótica Ciudad de México. Pero yo creo todo lo contrario, pues estos días han servido para que miles de ciudadanos conozcan realmente al que pretendía gobernarnos.
Si antes algunos juzgaban como exagerado el decir que Andrés Manuel es un peligro para México, hoy es una verdad confirmada.
Sus asambleas informativas, en las cuales no se informa nada, son instrumentos de movilización. Ayer la Ciudad de México fue un completo desastre. El bloqueo de arterias como Reforma, provocó que cientos de personas quedaran atrapadas en sus automóviles durante horas. Ignoro cuánto dinero se perdió por dicha movilización, pero estoy seguro que se esfumaron millones y millones de pesos por el capricho de López Obrador.
La Constitución Mexicana consagra el derecho de manifestar libremente nuestras ideas y opiniones. Esto es lo que están haciendo los perredistas, sin embargo, al emprender estas acciones están limitando otro derecho ciudadano: el de la libre circulación por suelo mexicano.
Por desgracia, las movilizaciones, en lugar de disminuir, aumentarán paulatinamente, y el caos nos llevará a una situación insostenible. Se bloqueará el acceso a decenas de negocios. Impedirán la entrada de obreros en diversas fábricas. Congregarán a una multitud en las puertas de distintos medios de comunicación. Los insultos hacia los consejeros del IFE serán más insultantes. La crispación social aumentará día con día, hasta el grado que ni López Obrador podrá apagar la mecha que él mismo encendió. ¿Y qué se logrará con todo esto? ¿Presionar a las autoridades del Trife? Por el bien de México espero que no, pues la Ley no debe aplicarse con base en la presión de unos cuantos.
Entiendo que López Obrador no acepte los resultados de la contienda. Todo candidato tiene derecho a impugnar los resultados de ciertas casillas, y más cuando se perdió la elección. Sin embargo, las supuestas pruebas cuya contundencia demostraba que durante el dos de julio se celebró una elección de Estado, fueron inexistentes, como lo fueron también aquellas sobre el famoso algoritmo o la elección “a la antigüita”.
El político tabasqueño ha basado su trayectoria en la confrontación, y ahora no ha sido la excepción. Desde los tiempos cuando era candidato, en su discurso dividió a México en dos partes: la de los ricos y la de los pobres. Hoy sigue dividiendo a nuestro país, sembrando el caos en una ciudad de la cual el PRD cree ser dueño.
Considerado como el peor enemigo de las instituciones, López Obrador descalifica sin pruebas. Todo su instrumento legal se basa en alguna que otra casilla en la que se presentaron inconsistencias, las cuales ya fueron revisadas, en algunos recortes de periódicos y en sus propios estudios estadísticos, los cuales nadie conoce ni conocerá por la simple razón de su inexistencia.
El candidato perredista sabe perfectamente que perdió la contienda. Por eso, se refugia en acciones ilegales, pues por la vía legal no pudo convencer a los mexicanos.
En este momento, lo que López Obrador quizás ignora, es que está instrumentando el peor de los complots contra él mismo. Conforme avancen los días, serán menos lo que lo apoyen y serán más los arrepentidos de haber votado por él. Miles de voces se alzarán para exigirle el cese de las movilizaciones caóticas que tanto daño hacen al país que supuestamente ama el perredista. Pasados los meses, nadie querrá saber de Andrés Manuel, quien en un futuro podría ser considerado como un enemigo del desarrollo.
Pasarán los años y López Obrador querrá abanderar nuevamente a su partido en la búsqueda de la Presidencia. Pero no encontrará apoyo suficiente pues desde ahora, está cavando su propia tumba.
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