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Amor en custodia

Gilberto Serna

Los grandes sucesos, que ocuparán al día siguiente las primeras planas de los periódicos, de los que nos enteramos, casi de inmediato, gracias a los modernos medios de comunicación, en relación con el momento en que están sucediendo, nos dejan tan impactados que recordaremos durante el resto de nuestras vidas en dónde nos encontrábamos, qué hacíamos y quiénes nos acompañaban.

No olvidaré jamás cómo una mano, que empuñaba un revólver, se alzó de pronto para abatir de dos certeros balazos, uno en la cabeza otro en el vientre, a un candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Lo rodeaban, en lugares públicos donde la gente se arremolinaba a su paso, gentes preparadas para protegerle de cualquier agresión. Los mítines al aire libre eran los más peligrosos para la integridad del candidato. La locura por simplemente tocarlo era impresionante, todos querían estar cerca. Una docena de guardianes lo escoltaba haciéndolo inaccesible mientras se trasladaba del lugar en que abandonaba el autobús hasta la tarima en que habría de dirigir un mensaje a la multitud ahí reunida, regresando al terminar resguardado por el mismo personal.

No obstante fue abatido de dos tiros, uno en la cabeza que quedó registrado en las cámaras de video cuando el cañón de una pistola llega hasta su cabeza produciéndose la detonación cuya bala le arrebató la vida y el otro, pasaron las de Caín para explicar que no hubo dos revólveres sino que fue el mismo, que en sentido contrario, en relación al primero, hirió al candidato en el vientre. Un solo asesino, fue el veredicto para quien actualmente purga su condena en una prisión. ¿De qué sirvieron los encargados de cuidarle? Hubo muchas dudas, se habló de una conspiración, se manejaron versiones contradictorias.

Mucha tinta corrió entonces al parejo de la sangre del cordero pascual. Un torvo individuo fue presentado a los medios de comunicación como el autor. Tenía cierto parecido con el capturado en Lomas Taurinas. No convenció, creando alrededor del crimen un ambiente de desconfianza que aún priva en la colectividad, sobre cuáles fueron las razones que llevaron a cometer tal infamia.

Se dice en estos días que los candidatos del PAN, PRI y PRD, tendrán como custodios a elementos del Estado Mayor Presidencial. En el pasado se ha dicho también que no hay seguridad capaz de impedir a un asesino solitario, dispuesto a todo, cumplir su cometido de acabar con la vida de cualquiera de ellos. En el lejano año de 1914 un hombre solitario brincó a la calesa en que viajaban por las calles de Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, el archiduque de Austria, Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek, matándolos de un tiro, dando origen a la Primera Guerra Mundial.

El caso del recién fallecido Papa Juan Pablo II es paradigmático, el hombre más salvaguardado del Planeta. Una mano asomó por encima de las cabezas de la fervorosa multitud congregada el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, empuñaba una pistola con la que hirió gravemente a Su Santidad ante la presencia de los que inútilmente le protegían. Además, cabe decir, acá en México los candidatos, sin medir los riesgos, para demostrar una popularidad ficta suelen darse un baño de pueblo abandonando el cerco de seguridad que le proporcionan quienes hacen la labor de cuidar su integridad física.

Me pregunto, sabiendo que los tres aspirantes pueden ser víctimas de algún chalado, ¿cuál es el más susceptible de sufrir un atentado?, no solamente de sus enemigos sino aun de sus propios aliados. Desde luego, sin lugar a dudas sería Andrés Manuel López Obrador al que se le han puesto en su camino barreras que hasta ahora ha logrado superar. Sería el blanco perfecto de sus poderosos malquerientes.

No lo descarta el actual candidato Marcelo Ebrard quien hace campaña para llegar al Gobierno del D.F.

Hace algunos meses, en entrevista nocturna a un medio electrónico, dejó abierta la posibilidad de que Andrés Manuel pudiera caer víctima de quienes no han podido detenerlo en su carrera hacia la Presidencia. En fin, un hombre con sombrero de copa, vestido de levita, largas piernas, pecoso, vigila con rostro inescrutable. Antaño solía aparecer en carteles exhortando a los jóvenes a alistarse en el Ejército. ¿Será esto lo contrario a amor en custodia?, ¿es acaso odio en custodia?

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