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Animal político/Irak, tres años

Arturo González González

El domingo 19 de marzo se cumplieron tres años de que la “democracia” llegó a Irak. Sí, llegó en portaaviones, buques, tanques, bombarderos y hummers. Sus “beneficios” fueron inmediatos: explosiones, metralla, bombardeos aéreos, heridos, mutilados, muertos, miles de muertos. Es la democracia Bush y desde esta perspectiva, los iraquíes sobrevivientes deben -no les queda de otra- estar muy “agradecidos”.

Para celebrar el tercer año de la “liberación” (entiéndase invasión) de la antigua Mesopotamia, el Gobierno estadounidense lanzó hace unos días la ofensiva contrainsurgente más importante: la Operación Enjambre, con la cual pretende dar un duro escarmiento a los “enemigos de la democracia” que se resisten a acatar las reglas de Washington.

Y es que luego de 36 meses de “auxilio” (es decir, ocupación), la ansiada “paz” (o sea, control) no ha llegado a ese país del Oriente Medio y las “daños colaterales” (léase muertes, heridos y destrucción) crecen día con día. Pero los mensajes de George W. Bush son: “todo va bien”, “son alentadores los progresos” y “la democracia se está consolidando”.

La retórica eufemística del Gobierno del país más poderoso del orbe es prolija, y tiene que serlo para intentar ocultar -sin éxito- la falta de argumentos y sostener durante tres años una guerra que comenzó sin la “legitimación” del Consejo de Seguridad de la ONU y con un gran rechazo de la comunidad internacional. Incluso, el apoyo inicial de amplios sectores de la sociedad estadounidense se ha ido diluyendo y cada vez son más las voces que piden el retiro de las tropas angloamericanas (no hay que olvidar que el Reino Unido acompaña a Estados Unidos en esta “aventura”).

Como siempre, la realidad se impone y el discurso del presidente de la superpotencia no tiene hoy, si es que lo tuvo alguna vez, de donde asirse.

Cabe recordar el objetivo de la guerra: el desmantelamiento de las armas de destrucción masiva que el Gobierno iraquí supuestamente mantenía en secreto. Han pasado tres años y lo único que han encontrado los soldados norteamericanos son fusiles, pistolas, granadas, proyectiles de mortero y armas blancas.

Conforme este argumento fue perdiendo fuerza, inmediatamente después apareció otro: la destitución y captura del “tirano” Saddam Hussein -antiguo aliado de EU y hoy el enemigo número dos (luego de Bin Laden, por supuesto). Pero como el ex mandatario ya fue capturado y ya está siendo procesado por los crímenes cometidos durante su dictadura, la excusa quedó rebasada.

Luego vino la idea de la “reconstrucción” (igual a repartición entre empresas transnacionales e implantación de economía de libre mercado) del país y el establecimiento de un régimen “plural y democrático” (es decir, cómodo a los intereses de Occidente). Pero, ambos planteamientos ya no son suficientes.

Por otra parte, la actuación del Ejército “liberador y restablecedor del orden” (o sea, invasor) ha sido severamente cuestionada a raíz de la publicación de las torturas aplicadas por militares a los prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib.

Ahora, el sostén ideológico de las acciones militares son la democracia y la paz, conceptos hoy tan ambiguos como manipulables, sobre todo si una nación ejerce mediante la fuerza el control sobre otra. Y aunque muy pocos creen en lo anterior, Bush mantiene el discurso, quizá sólo para intentar tapar o adornar -sin éxito, claro-, sus verdaderos intereses: petróleo, gas, ampliación de mercados y presencia permanente en Medio Oriente.

Mientras, los costos de esta guerra hablan por sí solos: alrededor de 150 mil muertos iraquíes (según las cifras más conservadoras), entre civiles -niños, mujeres, ancianos- y militares; cerca de dos mil 300 soldados estadounidenses fallecidos y 17 mil heridos, de los cuales siete mil quinientos presentan mutilación; cada mes, Washington gasta casi seis mil millones de dólares por sus maniobras bélicas en el Golfo Pérsico; y los daños materiales provocados por los ataques y bombardeos en Irak hasta el momento son incuantificables.

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