Ser minero en Coahuila es vivir desafiando a la oscuridad, a la pobreza y a la muerte. A las precarias condiciones laborales, a los bajos salarios que las empresas pagan a sus trabajadores, deben sumarse los enormes riesgos físicos y de salud. Cada día que penetran los tiros, no se sabe si volverán a salir.
La explotación de yacimientos en México viene desde tiempos de la Colonia, cuando los españoles usaban la mano de obra indígena para extraer los recursos del subsuelo y transportarlos a Europa. La importancia que daban los ?conquistadores? a la vida de los obreros aborígenes era inferior al valor que daban a los minerales.
Las cosas han cambiado poco. Aunque han pasado ya casi 500 años, el trabajo en las minas sigue siendo muy desgastante y sumamente peligroso. Así lo demuestra el accidente sucedido a las dos de la madrugada del pasado domingo en la mina ocho de la Unidad Pasta de Conchos, explotada por la compañía Industrial Minera México, S. A. de C. V., localizada en San Juan de Sabinas, en donde, hasta el momento de escribir este artículo, 65 personas permanecen atrapadas a 200 metros bajo tierra sin que nadie sepa si están vivos o muertos.
San Juan de Sabinas es un municipio ubicado en la zona centro norte del estado de Coahuila conocida como Región Carbonífera. Su población muestra un ligero pero constante decrecimiento desde hace algunos lustros; hoy ronda los 40 mil habitantes. La localidad más importante es Nueva Rosita, el otrora emporio del carbón en el estado.
Históricamente, la minería había sido la principal actividad económica, pero en los últimos tiempos se ha visto desplazada por la industria manufacturera y el comercio. La disminución en la demanda del energético, el consecuente cierre de minas y el peligro inherente a esta actividad, han obligado a muchos a buscar nuevos horizontes, dentro y fuera del municipio.
Con todo y esto, en San Juan de Sabinas se extrae alrededor del seis por ciento del carbón mineral que se explota en todo México. Y en el año 2000, según el censo del INEGI, dos mil 273 familias aún vivían de esta dura actividad. Es decir, más de dos mil personas que no han encontrado un oficio menos peligroso y que les deje más de 700 pesos por semana. Más de dos mil personas que no han hallado una mejor oportunidad de vida.
Hoy, la comunidad de este municipio y de toda la región se encuentra conmocionada... una vez más. Y digo una vez más, porque los accidentes como el que ahora acapara la mirada del país y parte del mundo, no han sido pocos.
En una centuria, de 1902 a 2002, se han suscitado en la zona 23 tragedias que han costado la vida de 877 mineros. Una sola muerte debería motivar el mejoramiento de las condiciones de trabajo y la eliminación de los peligros. Pero no sucede así, y desde el domingo, 65 coahuilenses permanecen bajo tierra, mientras sus familias, en la superficie, derraman lágrimas de oscuridad, pobreza y, ojalá no, muerte.
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