Más allá de los problemas que padecemos, tanto en el mundo como en nuestra sociedad, con sus guerras, violencia urbana e inequidad social, también existen hechos que nos motivan y alientan para celebrarlos y seguir adelante.
Por eso quisiera despedir el año y dar la bienvenida al 2006 con la visión poética de mujeres y hombres de inteligencia y talento excepcionales, a fin de que iluminen el presente y el futuro.
Y que mejor en esta época navideña, enmarcada todavía dentro del período invernal, que recordar a Octavio Paz cuando en uno de sus versos sentencia:
“Pulido cielo azul de invierno, puro
como la frente, como el pensamiento
de una muchacha que despierta, frío
como sueño de estatua sin memoria.
El mar respira apenas, brilla apenas;
sueña la luz dormida en la arboleda
y sueñan prado y flor, mas nace el viento
y el espacio se puebla de banderas”.
Recordar también a la gran musa de Nepantla, a la maravillosa Inés de la Cruz, quien por cierto en su vasta obra escribió villancicos tan propios de esta temporada que celebramos con motivo de la Navidad. Mencionemos por ejemplo, uno de ellos, que conlleva ternura y profundidad filosófica:
“Déjenle dormir,
que quien duerme, en el sueño
ensaya a morir”.
O al igual en otro verso de contenido religioso, referido a Cristo y al sacramento de la eucaristía:
“Pues si el maná tuvo
sabores distintos,
éste un sabor tiene,
pero es infinito”.
López Velarde, tan cerca de Dios en su poesía, nos eleva asimismo con su voz:
“¿Oyes el diapasón del corazón?
Oye en su nota múltiple el estrépito
De los que fueron y de los que son”.
A la vez Pellicer recoge en sus versos este misticismo de fin de año y el impredecible porvenir, particularmente en sus Sonetos de Esperanza:
“Y un goce primitivo, una alegría
de paraíso abierto se sucede.
Algo de Dios al mundo escalofría”.
Es el caso igualmente de dos grandes mujeres de nuestra poesía, como Rosario Castellanos y Margarita Michelena quienes, nos arrullan entre cánticos de Navidad y los estertores de un año que comienza diciéndonos que:
“La sombra del árbol como quien va tejiendo una guirnalda, vamos entrelazando nuestros cantos”. (R.C)
“Es que hablándote así, del frágil tallo hundido
y doloroso de mi voz, desde mi noche
que olvidó su estrella, desde mi soledad,
desde mi enero y desde su granizo y
perdidas aves, me parece, loándote en la gloria
tardía y denotada en que terminas,
que, como tú, levanto yo una rosa”. (M.M)
Con estos sonidos del alma, diría yo, podemos despedir bien este año y renovar nuestra fe en los días del porvenir, refrendando nuestros mejores sentimientos en torno al trabajo, la familia, el amor, los marginados y el destino de la humanidad.