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Ansiedad, angustia y desesperación

Adela Celorio

Ante una votación que no le favoreció y con la quijada trabada en la Presidencia que según él le corresponde por derecho divino, ahora esa idea única que ocupa su pensamiento, ha acabado por roer su discernimiento y coloniza ya la totalidad de su territorio mental incapacitándolo para la pluralidad de ideas y convirtiéndolo en el tipo de hombre que en jerga siquiátrica llaman obseso compulsivo.

Aún con el riesgo de tropezar con los pies descalzos alguna cabeza humana de las que últimamente arrojan los narcos. Aún con la amenazante presencia de policías que metralleta en mano patrullan las playas haciendo más vulnerable nuestra desnudez. Y aún ante la inminencia de que algún helicóptero de los que constantemente sobrevuelan la Costera se meta por las ventanas; vacacionar en Acapulco resulta confortable comparado con la barbarie que estamos sufriendo en esta capital tomada en propiedad por Don Masquenadie.

Ahora que AMLO, El Pacifista, amenaza con el Apocalipsis si no lo reconocemos presidente ¡pero Ya¡, los niveles del PEB (Producto Estrés Bruto) han alcanzado entre la ciudadanía su punto más alto y esta capital está convertida en el mismito manicomio Por el Bien de Todos.

Ante una votación que no le favoreció y con la quijada trabada en la Presidencia que según él le corresponde por derecho divino, ahora esa idea única que ocupa su pensamiento, ha acabado por roer su discernimiento y coloniza ya la totalidad de su territorio mental incapacitándolo para la pluralidad de ideas y convirtiéndolo en el tipo de hombre que en jerga siquiátrica llaman obseso compulsivo.

Siguiendo siempre el único patrón que conoce, una vez más, este pasado domingo nuestro hombre, inflamado ante las nutridas huestes que lo siguen y que en su afiebrada imaginación tabasqueña y tropical son Todo México; los exhortó a tomar posesión de la parte más neurálgica de esta capital, ignorando los derechos de los ochenta millones de ciudadanos que trabajamos, que pagamos impuestos, que no votamos por él, y a quienes nos está infligiendo severos daños impidiéndonos la libre circulación y la gestión de la vida en paz, en esta capital plural y cosmopolita patrimonio de todos los mexicanos.

No me recuerden por favor que había prometido no ocuparme ya de Don Masquenadie, entiendan que es imposible no participar del generalizado ataque de ansiedad angustia y desesperación que estamos sufriendo los capitalinos ahora que los perredistas han decidido imponernos la barbarie rompiendo calles y avenidas para colocar los pilotes de sus campamentos, sin preocuparles el severo retroceso que esto significa para México y los mexicanos todos, incluidos ellos mismos.

Yo, como ama de casa que soy me atoro en detalles tan domésticos como por ejemplo: ¿Dónde está defecando toda esta gente?¿Cómo se asean? ¿Quién pagará por los servicios que se les están instalando en medio de calles y avenidas tan principales como Paseo de la Reforma; como techo, baños, luz, agua y gas? Entiendo que ha llegado el momento de que Alejandro Encinas, quien recibió la Jefatura de Gobierno mediante el único voto de López Obrador -su jefecito santo- devuelva el favor ocupándose como lo está haciendo desde el primer momento, de proveer todo lo necesario para asegurar una estancia cómoda y amable a quienes ocupan los cuarenta y siete campamentos que colapsan la vida de esta capital.

Pero mi pregunta es ¿lo estará haciendo con sus propios recursos o contará para financiarse con los dólares que se llevaron Bejarano y compañía en las maletas?

Ahora que si está disponiendo de nuestros impuestos, espero que muy pronto se le acaben los recursos dado que no creo que debamos contribuir con un centavo más a las arcas de un Gobierno incapaz de asegurarnos los derechos que nos garantiza la Constitución.

De momento, sólo puedo decirles que empiezo a alucinar con la idea de que por el bien de todos, han aniquilado por completo entre los ciudadanos de esta capital el FIB (Felicidad Interna Bruta).

Ya lo advertía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás. adelace2@prodigy.net.mx

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