La controversia que a nivel internacional ocasiona la cita hecha por el Papa Benedicto XVI, en relación con la expansión de la fe islámica por medio de la guerra santa predicada por el profeta Mahoma, amerita ser objeto de comentario.
Las palabras citadas critican la expansión bélica del Islam y fueron pronunciadas en 1422 por el Emperador de Constantinopla, Manuel Paleólogo II. El Papa hace la cita en un ambiente académico en su visita reciente a la Universidad de Ratisbona en Munich, alma mater del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Además de ser un reformador religioso, Mahoma fue un caudillo militar que unificó a las tribus nómadas de los desiertos de Arabia, un escenario geográfico impenetrable para las legiones romanas.
Mahoma no inventa el hilo negro. Recurre a la Biblia de judíos y cristianos y a partir de su propia inspiración, genera una nueva religión que hoy es profesada por mil millones de creyentes no sólo árabes, sino de todas las razas.
El impulso que el Islam imprimió a los Pueblos Árabes en función del doble liderazgo de Mahoma está fuera de duda, porque los hizo salir de una etapa social primitiva y superar el aislamiento impuesto por el desierto; obtuvieron la oportunidad de acceso a la civilización universal y de generar hasta nuestros días formas propias de expresión cultural, la mayoría de ellas válida.
Sin embargo, a la naturaleza caída propia del ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios pero afectado de inclinación al mal, no escapan ningún pueblo ni persona. La Biblia explica en el Génesis este fenómeno mediante el pecado original que algunos consideran infantil relato, pero lo cierto es que la ciencia hasta el día de hoy, no ha sido capaz de explicar de mejor modo la contradicción irresoluble entre el bien y el mal, que existe en la condición humana.
Por ello es regla que junto a la grandeza del pensamiento religioso, coexistan en contraste las tendencias que postulan la guerra, como vehículo de expansión de la fe. A semejante tentación han sucumbido judíos, cristianos y mahometanos y siempre es bueno que entre los hermanos exista la mutua corrección fraterna de sus yerros.
En el caso del Islam se presenta un elemento adicional que fomenta la contradicción de que se trata, en virtud que el carácter dual de Mahoma como profeta y caudillo, produce formas sociales integristas que mezclan la religión con la política, lo que genera regímenes con pretensiones teocráticas.
Tales regímenes políticos fomentan a la vez la cerrazón de las sociedades que los padecen, hasta el punto de no admitir la menor crítica, como ocurre en el presente caso, que ante la cita hecha por Benedicto, se produzca una reacción adversa de proporciones criminales, que se concreta en la destrucción de templos cristianos y la amenaza de muerte que llega hasta la persona del Papa, confirmando la certeza del juicio citado.
El Papa ha hablado como jefe de una Iglesia que acepta la crítica y celebró los dos mil años de su existencia pidiendo perdón, por lo que es válido que opine sobre el tema de la guerra santa que en la historia se ha dado y hoy existe a partir del Islam. El planteamiento de Benedicto admite réplica, en la medida en que ha sido hecho en un ambiente académico, en respuesta a la misión que ha asumido en imitación de San Agustín y según sus propias palabras, como ?burro de carga de Dios?. Pero pretender que el Papa calle por razones diplomáticas, implica no sólo desconocer la misión de la Iglesia en el mundo, sino hasta desconocer la esencia y razón de ser de la diplomacia.
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