Lionel Messi no había nacido cuando Argentina, de la mano de Diego Maradona, ganó la final de México '86 sobre Alemania Occidental. Lukas Podolski estaba en pañales cuando los germanos se vengaron cuatro años después en Italia.
Argentina y Alemania, en un duelo cargado de historia con sabor a final anticipada, volverán a encontrarse en un mundial el viernes en Berlín, esta vez por el pase a las semifinales.
HERZOGENAURACH, ALEMANIA
AP
Messi y Podolski son dos de los rostros del presente y del futuro de Argentina y Alemania, pero hace 20 años era otro "Pibe de Oro" el que encandiló al estadio Azteca de México.
"Ví los goles por video", dijo Messi al referirse a la electrizante final del 29 de junio de 1986 que Argentina ganó 3-2.
Argentina vencía 2-0 con goles de José Luis Brown y Jorge Valdano. Maradona hacía de las suyas, desequilibrante como siempre y con pases de precisión quirúrgica. Pero cuando faltaban 16 minutos, Alemania recortó gracias a Karl Heinz Rummenigge, y Rudi Voeller igualó a los 80.
Tres minutos después, Maradona tomó la pelota con su bastón izquierdo y de la galera sacó un pase para Jorge Burruchaga, quien tras una corta carrera la mandó a la red.
"Cuando nos empataron yo no me asusté, para nada", dijo Maradona en su libro "Yo soy el Diego". "Sabíamos que el triunfo iba a llegar. Y así fue".
Maradona recuerda así su pase de gol: "Giré atrás de la mitad de la cancha, levanté la cabeza y vi cómo se le abría un callejón enorme a Burruchaga para que corriera hasta el arco... ¡Cómo grité ese gol de 'Burru'!".
El estadio Azteca, colmado por 114 mil 600 personas, bullía de excitación con la presencia de dos potencias en la cancha. La abrumadora mayoría del público mexicano alentaba a Alemania en lugar de Argentina, un equipo que historicamente no goza de mucho cariño en el resto de Latinoamérica, donde ven a sus jugadores como prepotentes.
Banderas argentinas, mexicanas, alemanas y de otros países pintaban las gradas, en las que se estrenó la hoy famosa "ola" humana.
Maradona dejó otra huella en México, con un par de goles famosos a Inglaterra en el 2-1 en cuartos de final: el primero con trampa, ya que lo hizo con la mano, y el segundo con un soplo divino con el que gambeteó a medio equipo inglés antes de vencer al portero.
Cuatro años después, el 7 de julio de 1990, argentinos y alemanes volvieron a encontrarse en una final, considerada una de las más flojas y aburridas de la historia.
Ese encuentro arrancó con un tremendo abucheo al himno argentino, producto de las rencillas internas italianas por el fichaje de Maradona con el Napoli.
Con Maradona desdibujado, y acusando secuelas de una lesión en un pie que arrastraba desde el inicio del campeonato, Alemania ganó 1-0 con un penal sobre la hora de Andreas Brehme.
Hasta ese entonces fue la final con menor número de goles y la primera en que hubo expulsiones directas debido a la tarjeta roja, que vieron los argentinos Pedro Monzón y Gustavo Dezotti.
"Los alemanes en ningún momento fueron más que nosotros", dijo a la AP Néstor Lorenzo, zaguero central en ese partido y quien ahora es ayudante del cuerpo técnico de Argentina que comanda José Pekerman.
"El mexicano les dio un penal que no fue", agregó Lorenzo, en alusión al árbitro de ese partido Edgardo Codesal.
La duda siempre perseguirá al dudoso penal que Codesal cobró a los 84 minutos en una falta de Néstor Sensini sobre Voeller.
Franz Beckenbauer, presidente del comité organizador de Alemania 2006, se consagró en esa final campeón como técnico, tal como lo había sido como jugador en 1974 en su propio país.
El "Káiser" también estuvo en la banca en la final en México, mientras que el actual técnico de Alemania Juergen Klinsmann fue un letal delantero en Italia 90.
Carlos Bilardo, técnico de Argentina en las dos finales, recordó que cuando su equipo se quedó con uno menos por la expulsión de Monzón, Beckenbauer hizo un cambio de "lateral por lateral".
"Ahí dije: estos tipos nos respetan mucho, por ahí tenemos chances en el suplementario", agregó en una entrevista el lunes en Berlín al diario La Nación, de Argentina.
"Pero habíamos llegado muy golpeados", agregó Bilardo en alusión a cuatro titulares que no pudieron disputar el partido por lesiones, entre ellos el veloz delantero Claudio Caniggia.
Con Maradona llorando en la ceremonia de premiación, el capitán de la selección alemana Lothar Matthaeus levantó el trofeo ante unas 73 mil personas en el estadio Olímpico de Roma.