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Argentinos

Sergio Sarmiento

Las escuelas son el pilar de la democracia y los maestros los guías capaces de dirigir el corazón de los niños.

Domingo Faustino Sarmiento

En un día en que los mexicanos estuvimos concentrados en el empate de la Selección Nacional con Angola, pocos prestaron atención al juego en el que Argentina derrotó 6 a 0 a una Serbia y Montenegro heredera de cuando menos una parte del poderoso legado futbolístico de la vieja Yugoslavia.

La mayoría de los mexicanos no encontró razón para entusiasmarse por una de las demostraciones más contundentes de futbol que ha visto la Copa del Mundo hasta hoy. Y la razón es que los mexicanos vemos a los argentinos como antipáticos.

No niego que pueda haber razones para esta percepción. Pero se nos olvida que México y Argentina somos los dos países extremos de lo que en determinadas circunstancias -si tras las guerras de independencia en lugar de prevalecer los intereses de los caudillos regionales del siglo XIX hubiera vencido la voluntad de unidad que permitió el surgimiento de Estados Unidos y de Brasil- hubiera sido el gran país de habla española del continente Americano. Si así se hubiera desarrollado la historia, argentinos y mexicanos, junto a costarricenses, ecuatorianos, peruanos, chilenos y tantos más, tendríamos una quizá imbatible Selección Nacional en esta y en todas las Copas del Mundo.

En la cultura popular se hace siempre un gran énfasis en las diferencias y agravios que nos separan a mexicanos de argentinos. Los argentinos son arrogantes, dicen los mexicanos; nos ven a nosotros -y a todos los demás latinoamericanos- con desprecio porque son más blancos y nosotros morenos. Los argentinos, mientras tanto, se quejan de agresiones y burlas que reciben por su nacionalidad. Ciertamente el repertorio de chistes de argentinos que tenemos los mexicanos es terrible.

A la hora de la verdad, sin embargo, los argentinos establecen con facilidad raíces en nuestro país. El director técnico de nuestra Selección de Futbol, el hombre de cuyo trabajo depende en buena medida el “honor nacional”, es de origen argentino: Ricardo Antonio Lavolpe. Arrogante y difícil, como la caricatura típica del argentino, Lavolpe es también nervioso y perfeccionista. No es un hombre que haya buscado una buena relación con la prensa, y por lo tanto ha sido severamente cuestionado, pero sus resultados demuestran que ha cumplido con su trabajo de preparar a un buen equipo para esta Copa del Mundo. Y en muchos aspectos Lavolpe es hoy más mexicano que muchos mexicanos.

Si bien los mejores futbolistas argentinos se van a jugar a Europa, muchos también han jugado en México y se han quedado a vivir después en nuestro país. No podemos negar la influencia que han tenido. En buena medida la transformación del futbol mexicano de las últimas dos décadas, de aquellos ratoncitos verdes al equipo que de manera consistente clasifica a la segunda fase de la Copa del Mundo, es producto de la presión que estos jugadores argentinos ejercieron sobre los mexicanos.

En la actual Copa del Mundo hemos visto a una Selección Argentina brillante. Es verdad que le costó trabajo Costa de Marfil, pero los africanos no eran fáciles, como lo encontró también Holanda. El triunfo argentino frente a Serbia, por otra parte, fue el más decisivo hasta ahora en el torneo.

El futbol, por supuesto, no es el único campo en el que destaca Argentina, un país que a principios del siglo XX era uno de los más ricos del mundo pero que destruyó su propia economía a fuerza de malas decisiones. Un ejército de tenistas argentinos recorre el mundo obteniendo buenos resultados en un momento en que ya no hay un solo tenista mexicano de renombre internacional. La capacidad de los científicos, técnicos e intelectuales argentinos, por otra parte, es reconocida en cualquier lugar del mundo.

Mucho se ha dicho que la gran diferencia entre Argentina y México es que aquel país fue formado por inmigrantes europeos mientras que el nuestro es mestizo e indígena. No niego el peso que puedan tener las diferentes culturas en la conformación de las actuales naciones; pero la gran diferencia, me parece, está más bien en el sistema educativo.

Si bien desde los tiempos de Perón los políticos se empeñaron en destruir la economía de Argentina, nunca atentaron contra la tradición de excelencia de sus escuelas que forjó el presidente educador, Domingo Faustino Sarmiento, en el siglo XIX y que se fortaleció con la llegada de familias europeas para las cuales la educación era la salida a la pobreza en un nuevo mundo de oportunidades.

Así como los mexicanos hemos aprendido de los futbolistas argentinos, y hoy cuando menos hacemos papeles decorosos en las Copas del Mundo, así deberíamos aprender de la obsesión de los argentinos con la educación. Quizá entonces no tendríamos una percepción tan negativa de ellos.

PADRES

La celebración del Día del Padre escapa casi sin atención todos los años. Y quizá sea lógico. Desde la Colonia, somos un país de padres ausentes. Aun en los casos en que los padres se hacen responsables financieramente de sus hijos, pocos tienen la dedicación o el valor de darles unos minutos de atención o un abrazo sincero.

Correo electrónico:

sarmiento.jaquemate@gmail.com

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