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Asesino al volante

Javier Fuentes de la Peña

La oficina está repleta. Muchos entran, pocos salen. La fila para sacar la licencia de manejar es eterna, sin embargo, todos permanecen en su lugar, pues saben que ese pequeño esfuerzo será suficiente para conseguir la autorización de conducir por las calles de la ciudad.

Ahí está él, listo para tramitar su licencia. Por fin llega su turno. Al acercarse al mostrador una señorita lo saluda, y él, como si no supiera hablar, sólo le responde inclinando la cabeza.

-Buenos días señor, ¿ya había hecho antes el trámite para obtener la licencia?

-No, nunca. Hace como dos años vine, pero costaba tan cara que mejor decidí gastarme esa lana en unos adornitos pa? mi camión. Yo creí que no iba a pasar nada, pero ayer me paró un poli y como no traía licencia, le tuve que dar una mordidota.

-¿Conoce el reglamento de tránsito?

-No, que yo recuerde nunca me lo enseñaron en la primaria.

-Bueno, entonces le vamos a aplicar un pequeño examen. ¿Cuál es la velocidad máxima permitida frente a una escuela?

-Pos dicen que uno le debe dar muy despacio, pero cuando paso en mi camión por una escuela, le acelero hasta el fondo pa? que los estudiantes no se trepen sin pagar.

-¿Es correcto estacionarse en doble fila?

-Claro. Siempre que se va a bajar un pasajero, me paro en doble fila pa? no perder mi carril. A veces se han estampado contra mi camión los carros que vienen atrás, pero esa es culpa de ellos por no fijarse bien.

-Cuando va a bajarse un pasajero, ¿detiene su camión por completo?

-A veces. Cuando un pasajero se ve viejo, pos? me tengo que frenar. Pero si está chavo, sólo suelto el acelerador y él le tiene que brincar.

-¿Tiene trato amable con la gente?

-Nomás cuando comienza mi turno. Al principio manejo con cuidado y hasta doy los buenos días. Cuando llevo más de una hora trepado en el camión, empiezo a desesperarme y no aguanto que nadie me dirija la palabra.

-¿Tiene tendencias violentas?

-No. A lo máximo que llego es a aventarle el camión a alguien que se me cierre o que se atreva a insultarme por mi forma de manejar.

-¿Le importa la ecología?

-No. Mi patrón dice que ésas son puras tonterías. Mi camión echa mucho humo, pero ni modo que deje de trabajar pa no contaminar.

-Si provoca algún accidente, ¿espera a que las autoridades lleguen?

-Ni loco. Siempre me ?pelo?, al cabo no pueden hacerme nada porque estoy en el sindicato.

-Muy bien señor, acaba de aprobar su examen. Si gusta pasar a la caja para pagar su licencia. Allá mismo se la van a entregar.

Tramitar una licencia de manejar es más fácil que la tabla del cero. Aún así, no me explico quién puede atreverse a otorgar un permiso para conducir a los choferes de los autobuses urbanos.

Diariamente estamos expuestos a conductores que siembran el miedo por las calles de la ciudad. Tal vez suene un poco exagerado, sin embargo, la irresponsabilidad de estos hombres ha provocado cientos de accidentes viales.

Los ciudadanos han mostrado su indignación en muchas ocasiones pero las autoridades no han sido capaces de dar una solución eficaz al problema. Es increíble que los funcionarios públicos actúen hasta que una tragedia sucede, en vez de exigir oportunamente el cumplimiento de la Ley de Tránsito y Transporte.

Es lamentable que la ineptitud de algunos choferes de unidades de transporte haya provocado la muerte de varios ciudadanos, pero es más lamentable aún que esa misma ineptitud sea compartida por los transportistas al no elegir correctamente a sus operarios, y también por las autoridades al seguir otorgando licencias para matar.

javier_fuentes@hotmail.com

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