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Ataca una plaga de chinches a Estados Unidos

EL UNIVERSAL-AEE

WASHINGTON, EU.- Estados Unidos está bajo ataque enemigo: escuelas, hogares y hasta hoteles de lujo desde Nueva York a Los Ángeles se sienten impotentes al avance implacable de una plaga de chinches que los exterminadores creían haber eliminado hace décadas.

Los diminutos insectos se alimentan de sangre humana y atacan a sus víctimas durante las horas del sueño, generalmente poco antes del amanecer.

Atraídas por el calor y el dióxido de carbono, perforan la piel de sus “anfitriones” con dos trompas: una de ellas les sirve para inyectar su saliva, que contiene anticoagulantes y sustancias anestésicas, y la otra, para chupar la sangre. Tras el botín, se dedican a dormitar, ocultas en colchones, muebles, armarios o almohadas.

Pese al secretismo que las caracteriza, han salido a la luz, y es que su presencia en lugares como Manhattan es tan extendida que sus habitantes bromean que, ahora sí, “Nueva York es la ciudad que nunca duerme”, un eslogan que desde hace años ha servido para definir la frenética actividad en la metrópoli.

Alicia Sells es una de las neoyorquinas a la que las chinches quitaron el sueño.

Entre abril y julio del año pasado, la residente de uno de los barrios más caros de Nueva York vivió una guerra sin cuartel contra sus indeseados huéspedes.

“Fue muy frustrante”, dijo Sells. “Era algo así como estar bajo ataque y, además, me sentía sucia, aunque ya sé que no tiene nada que ver con la higiene”, añadió, para posteriormente relatar su prolongado “viacrucis”.

Sells pensó primero que las picaduras eran de mosquitos. Desesperada por el constante bombardeo y el picor de las mordeduras llamó a un exterminador, quien le dijo que tenía cucarachas.

Convencida que el motivo era otro, “cazó” unos cuantos insectos y los mandó a analizar al Museo de Historia Natural, que pronunció el diagnóstico definitivo: chinches. Jeffrey Eisenberg, presidente de Pest Away, la compañía exterminadora de insectos y roedores que ayudó a Sells a “recuperar el sueño”, asegura que la situación es “una epidemia”.

“La gente tiene fobias de todo tipo”, dijo Eisenberg, uno de los pocos en beneficiarse del imparable avance de los chupópteros (parásitos), con más de 150 trabajos semanales de exterminación.

Los periódicos neoyorquinos publican estos días historias de novios que no se quieren acostar con su pareja tras descubrir que él, o ella, tiene chinches en el colchón, de demandas a propietarios de inmuebles y propuestas de políticos -como la concejal demócrata Gail Brewer- para crear un “Grupo de Trabajo Anti-Chinches”.

“La nueva generación de exterminadores no sabe cómo hacer frente a esta plaga”, dijo Sam Labonbard, otro exterminador de Chicago, quien recuerda que la última vez que hubo una epidemia de este calibre fue en la década de los 30 y 40.

“Es emocionante, un nuevo desafío”, dijo un entusiasta Labonbard.

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