El breve planteamiento que en materia económica hizo el candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador hace unos días, acompañado de las explicaciones de sus asesores económicos como debe ser visto, constituiría apenas un atisbo de lo que sería el cambio en la política económica, que tanto ha anunciado. Naturalmente, el contenido de aquél no es algo que deba sorprender, por el contrario con ello da pauta para el debate propositivo, ya que finalmente hace un aterrizaje parcial de sus pronunciamientos de campaña, y hasta le puso cifras.
La idea es tratar de introducir un primer estímulo al crecimiento por la vía de la demanda de los grupos de menos ingresos. Con lo que de inmediato se dispararon las críticas en dos sentidos principalmente: a) como financiar las transferencias y las exenciones impositivas que plantean estas medidas iniciales y b) suponiendo que se reactive la demanda, ¿cómo se va a hacer frente a ésta con una capacidad de producción limitada?.
Ambas cuestionamientos, creemos que planteados de buena fe, son muy pertinentes porque si bien la propuesta parece razonable, ambas preguntas aluden a su viabilidad y los obstáculos a superar.
Queremos suponer que la solución de estas incógnitas está contenida, o debiera estar, en un planteamiento integral de política económica alternativa, como tanto lo ha anunciado, en donde la política industrial y las políticas sectoriales de largo plazo se combinarían con los instrumentos de la estrategia para el corto plazo, buscando configurar una dinámica de crecimiento sostenido y sustentable fiscalmente.
Los detalles relevantes de la propuesta estarán en la manera precisa que se proponga la combinación de instrumentos y del manejo de los plazos correspondientes para la maduración de las políticas. Habrá estar muy pendientes de esto.
Otra cuestión que salió a relucir, una vez más, con el planteamiento lopezobradorista fue el que primero hay que generar riqueza para luego distribuirla; sin embargo esta frase lejos de tener un contenido ya se quedó como un slogan. En México se genera riqueza desde hace ya buen tiempo, el problema es que la corrupción (pública y privada, Fobaproa por ejemplo) y la muy mala distribución de la misma tienen atorado al país. Vamos, hasta el propio Banco Mundial, que irónicamente se ha convertido para nosotros en una referencia permanente, señala que la pobreza en América Latina es un obstáculo para el crecimiento.
Por otro lado, de concretarse esto que estamos esbozando, habría que destacar la novedad, ya que mientras aquí en México la ultraortodoxia, respaldada por todo el sector financiero y las grandes empresas, trasnacionales y mexicanas, beneficiadas por la apertura con el TLC, consideran como extremos estos planteamientos, en otras latitudes, donde se tiene una visión más crítica y pragmática, la búsqueda de caminos alternativos es visto como un paso lógico y necesario.
Al respecto, se han citado ya mucho los casos de algunos países asiáticos, incluyendo la India, que sin seguir los preceptos de la ortodoxia han encontrado fórmulas para hacer crecer y desarrollar sus economías, reflejando esto en cierto bienestar para sus poblaciones.
Otros casos a los que hay que prestar atención son los países nórdicos en donde desde hace tiempo vienen combinando de manera exitosa los imperativos del mercado y la eficiencia con la dimensión social que necesariamente deben tener las políticas económicas, reflejándose este enfoque en altos niveles de ingreso, crecimiento sostenido y estabilidad macroeconómica. Quizá no sean de las economías más grandes del mundo, pero eso es un dato irrelevante cuando lo que importa es tener un alto grado de desarrollo humano y ser de los países menos corruptos del planeta.
Desde luego, todo ello requiere un alto nivel de fiscalidad, que los contribuyentes de esos países asumen plenamente porque con ello se financia educación, salud y diversos gastos sociales de calidad. Sobra decir que los niveles de corrupción y la gran transparencia en los asuntos públicos en general, y los dineros en particular, se reflejan en que el nivel de participación de los votantes nórdicos es de los más grandes del mundo.
De manera pues que existen caminos alternativos a la sabiduría convencional emanada del Consenso de Washington. Qué ello implique un enorme esfuerzo de imaginación y perseverancia para instrumentar políticas económicas que no se reduzcan a la administración de las disciplinas monetaria y fiscal, a no dudarlo. Pero también se requiere de un amplio consenso social, para lo cual hay que recorrer un largo camino, dada la gran polarización existente.
Por ahí se dice que el Estado del bienestar es cosa del pasado, de nostálgicos keynesianos; sin embargo, como este ilustre economista observó hace poco menos de un siglo, si el capitalismo ha de ser una sistema viable para la humanidad, entonces no hay que confiar en que las fuerzas del mercado por si solas lo harán posible, mucho menos en esta época neoliberal de competencia depredadora (que no cooperativa). El péndulo de la historia podría estar de regreso. Hay tareas.
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