Temen ecologistas un desastre en la zona que alberga la quinta parte de las reservas de agua dulce del planeta.
EFE
MOSCÚ, RUSIA.- Rusia dio ayer luz verde al tendido de un oleoducto de cuatro mil 180 kilómetros, cuyo costo inicial es de diez mil 750 millones de dólares, que pasará a apenas 800 metros del lago Baikal, que acoge la quinta parte de las reservas de agua dulce del planeta, pese a las denuncias de los ecologistas.
?El lago Baikal es una de las zonas de mayor actividad sísmica de Rusia. No hay tecnología que pueda garantizar que no habrá vertidos en el lago?, declaró ayer Román Vazhenkov, representante de Greenpeace en Rusia.
El Tribunal Supremo de Rusia refrendó como ?legal? la decisión del Kremlin de trazar un ?gran oleoducto oriental? entre Siberia central y el mar del Japón, con un ramal hacia China, que bombeará 80 millones de toneladas de petróleo anuales.
De esta forma, el Tribunal desestimaba la apelación interpuesta por varias organizaciones ecologistas que ponen en duda la legalidad de la disposición adoptada el 31 de diciembre de 2004 por el primer ministro ruso, Mijaíl Fradkov.
?Han elegido la ruta más barata, ignorando los diarios temblores de tierra, el impacto medioambiental y el interés de los habitantes de la región?, agregó Vazhenkov.
Con más de 25 millones de años, este lago alberga cerca de dos mil especies de animales, algunos de los cuales no existen en ninguna otra parte del mundo, como el diminuto ?epishura?, un cangrejo de apenas uno o dos milímetros de longitud.
El Baikal (23 mil kilómetros cúbicos de agua) supera con creces el volumen conjunto de agua de los cinco Grandes Lagos de Estados Unidos y Canadá, y está incluido en la lista de lugares de ?Herencia Natural Universal? de la Organización Educativa, Científica y Cultural de las Naciones Unidas,UNESCO desde 1996.
Además, el lago más profundo del planeta, con mil 940 metros de hondonada máxima, abastece a varios cientos de miles de personas en Irkutsk y las regiones adyacentes.
No obstante, este es un proyecto prioritario para el presidente ruso, Vladímir Putin, en su plan de convertir a Rusia en el mayor suministrador de energía del mundo ante la creciente desconfianza de los mercados en el volátil Oriente Medio.