Siempre se dice hasta el cansancio que debemos construir un México mejor para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Tomando en cuenta este trillado mensaje, si Andrés Manuel López Obrador se convierte en nuestro presidente, miles de mexicanos exclamaremos: “¡Ay mis hijos!”.
El tabasqueño es un político hábil que ha sabido ganar el apoyo de dos segmentos mayoritarios de la población: los pobres y los analfabetas. Sus mensajes populistas han generado la esperanza de tener una vida más digna. Sus promesas invitan a soñar con un México mejor. Sin embargo, lo que estas personas quizás ignoran, es que si alguien los ha ofendido con su proceder es precisamente ese político autodefinido como un Rayo de Esperanza.
Una de las obras más presumidas, más impresionantes y más vergonzosas de la Administración de López, es el segundo piso en el Periférico de la Ciudad de México.
Además de que ha aminorado en cierta medida el tráfico al sur de la capital del país, esta obra resulta impactante a la vista. Cualquiera que tenga oportunidad de verla, irremediablemente dirá: “No cabe duda que el Peje sí trabajó”.
Pero la realización del famoso segundo piso costó millones de pesos no sólo a los capitalinos, sino también al resto de los mexicanos, ya que dicha obra fue construida en gran parte con recursos federales.
Recuerdo los días cuando el segundo piso del Periférico era apenas un proyecto. Muchos criticaban al ahora candidato del PRD por el despilfarro que suponía tal vialidad, sin embargo, él se tapó una vez más los oídos y mandó hacer un plebiscito para obtener la anuencia de los defeños. Ignoro el monto total de las obras de ese distribuidor vial, pero debe haber sido escandaloso tomando en cuenta que el simple plebiscito costó aproximadamente 150 millones de pesos.
¿Realmente se preocupa López Obrador por los más desprotegidos? Lo dudo mucho, pues de lo contrario no hubiera endeudado de tal manera al Distrito Federal con la construcción de esta obra de relumbrón. Si tomamos en cuenta que las familias más desprotegidas, a esas que promete ayudar el Rayo de Esperanza, no cuentan con un automóvil, ¿por qué mejor no se construyeron nuevas estaciones de metro? ¿Por qué no se mejoró el transporte urbano en la Ciudad de México?
El pasado domingo, con motivo del registro de su candidatura en el IFE, Andrés Manuel se comprometió a modificar la política económica. Esto suena muy bonito, ¿pero porqué fregados va a hacer eso? México cuenta ahora con reservas históricas, se ha frenado la inflación y el valor del peso se ha mantenido.
Es cierto que se ha paralizado la creación de empleos, sin embargo, esto no ha significado una crisis a nivel nacional comparable a las que vivíamos en tiempos priistas. Por otro lado, la Administración foxista ha beneficiado a las familias más pobres gracias a un excelente programa de construcción de viviendas populares y, por si fuera poco, hasta los propios perredistas han elogiado las acciones llevadas a cabo por el Gobierno Federal en Desarrollo Social.
Andrés Manuel quiere gobernar pero no tiene idea de cómo hacerlo. Los años demostrarán la triste situación de la Ciudad de México, pues además de tener que soportar la inseguridad pública, el ambulantaje y el caos vial, quienes ahí viven descubrirán la enorme deuda que habrán de cubrir debido a los excesos de un gobernante que sólo buscó ganar simpatizantes para su futuro político.
El político tabasqueño representa lo peor de la política mexicana. Formado en un partido donde lo putrefacto es el olor común, ha construido su carrera con base en el talento político, pero también en la agitación popular, en las prácticas ilegales y en acciones demagógicas.
¡Ay mis hijos! Por el bien de ellos y de México, espero que las aspiraciones de López Obrador queden en eso, en simples aspiraciones. ¡Ay mis hijos!
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